lunes, 17 de junio de 2013

ENTREVISTA CON JEROME DE GROOT

Entrevista sobre la novela histórica al autor de "The historical novel".

ENTREVISTA CON JEROME DE GROOT

ANDRÉS LOMEÑA: En El arte de la ficción, David Lodge escribió un capítulo sobre el género “faction” [ficción de hechos: “facts” y “fiction”]. ¿Cuáles son las diferencias entre esos dos géneros gemelos, a saber, la novela histórica y la ficción basada en hechos reales? Este tipo de narrativa se practica, al menos, desde Diario del año de la peste de Daniel Defoe.
JEROME DE GROOT: El “faction” es un gran género y las novelas contrafácticas son también un subgénero interesante. La novela histórica tiene algunas similitudes, pero debe ser más sutil y ambigua; además, la mayoría de novelas históricas incluyen algunos guiños hacia la “realidad”, como una nota del autor o una referencia bibliográfica. Cada autor tiene un modo de acercarse a su labor historiográfica: vemos las decisiones éticas a las que se enfrentan todas las narraciones históricas en el “vacío” que surge entre la realidad y su representación.
¿Está bien escribir sobre gente “real” e inventar cosas? ¿Cómo conciliamos una ficción con nuestro entendimiento de que obviamente tal o cual acontecimiento no es verdadero? Esto también permite que la novela histórica se entienda como un género sobre la naturaleza de la verdad, la autenticidad y la representación; he discutido sobre estos temas para dejar claro que toda narración del pasado es parcial y sesgada.

A.L.: Es casi imposible encontrar una traducción española de Waverley, de Walter Scott. Sin embargo, creo que Ivanhoe, del mismo autor, conserva su popularidad en España. ¿Tiene alguna explicación para la recepción irregular de este autor? Esto es lo que Stephen Greenblatt llamaría un caso de “movilidad cultural”.
J.G.: No, no creo que la tenga. La influencia de Scott fue inmensa durante el siglo XIX, así que tiene que haber alguna forma de seguir la tradición de la novela histórica en España. Por otra parte, las arbitrariedades de por qué los libros se traducen o no son muy complejas dentro del ámbito de la edición contemporánea. Una pregunta más interesante para mí sería qué tipo de “traducción” emprende el autor cuando escribe el pasado, o también cómo es el extrañamiento inherente de leer novelas sobre “otros” pasados (por ejemplo, la historia de determinadas naciones extranjeras). En pocas palabras: ¿cómo me relaciono con la historia española a través de la ficción?

A.L.: La ucronía o historia alternativa se ha hecho cada vez más popular, gracias en parte a las obras de Philip K. Dick o Harry Turtledove, entre otros. El ensayo de Niall Ferguson Historia virtual y el libro de Karen Hellekson The alternate history: figuring historical time refuerzan esta tendencia. ¿Qué problemas tiene la historia alternativa como subgénero?
J.G.: En cierto modo, toda historia es una historia alternativa. Eso es lo que dijo Michel de Certeau sobre la “ficción versus historia”: la escritura permite especular sobre lo “posible”, así que la ficción llegaría a ser, en última instancia, una práctica más sincera. Las historias contrafácticas son muy útiles para meditar acerca de cómo funciona la historia (y cómo se narra el pasado), como hizo Philip Roth en La conjura contra América o Robert Harris en Patria. No obstante, muchas novelas contrafácticas tienden a usar visiones demasiado estáticas del proceso histórico, por lo que son bastante controvertidas como herramienta histórica (también suelen ignorar el desarrollo económico y social como conductores del cambio histórico, centrándose en su lugar en las acciones de un grupo muy restringido de personas).

A.L.: Un capítulo de su libro trata sobre las novelas bélicas. No he podido dejar de acordarme del artículo El matadero de la literatura, de Franco Moretti. Según él, nuestro canon literario debe de ser el 0,5 por ciento de todo lo que una vez se publicó. Habrá que replantearse la investigación de la historia literaria. ¿Echa en falta algún otro subgénero?
J.G.: Hay cientos de novelas perdidas, sobre todo en el siglo XIX, algo que quisiera rectificar, pero como ha dicho Moretti, nunca tendríamos tiempo para leerlas todas. Quizás podríamos usar el análisis de sistemas o la teoría de redes para analizarlas. De todos modos, disfruto de la novela histórica porque me permite escribir sobre cualquier periodo histórico (y a menudo sobre geografía). Hay muchos otros subgéneros prácticamente perdidos, como los libros infantiles.

A.L.: La novela histórica es un género literario que también destaca por sus ventas. Incluso parece que hoy novela histórica y best seller van de la mano. ¿Por qué?
J.G.: En la actualidad, la escritura histórica en inglés está en boga, aunque alguien puede decir que esto es sólo una moda literaria. Se ha recuperado la novela histórica como género; los escritores ilustres solían rehuir de ella, pero esas tendencias suelen ser cíclicas. La novela histórica es ahora una herramienta genuina para el entendimiento del pasado, como se ha demostrado tras el aumento de la atención académica prestada al género (la de los historiadores no ha sido menor). También se da el caso de que se publican cientos de novelas históricas al año (yo escribo críticas de muchas de ellas para History Today) y algunas simplemente están por debajo del “radar académico”, pero tienen un gran alcance y buenas ventas.

A.L.: Lukács fue el primer estudioso de la novela histórica y hasta el momento no tiene continuadores, con la excepción de usted.
J.G.: Creo que deberíamos mirar a ambos lados: a los que escriben sobre la representación histórica y a la historia de forma más general. Lukács sigue siendo magnífico, pero era muy limitado en sus análisis. En cualquier caso, él se acercó al género para comprender la historia (y nuestra experiencia sobre ella), más que estudiar la forma literaria, y me arriesgaría a decir que eso es lo que necesitamos hacer. Un gran exponente de esto es Robert Rosenstone, cuyo History on Film/ Film on History es excelente.

A.L.: Gracias por ilustrarnos sobre “las ficciones del pasado”.
J.G.: Me gusta debatir sobre cómo varía nuestra comprensión del pasado en función de nuestras culturas.

Andrés Lomeña
17 de junio de 2013

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