sábado, 21 de mayo de 2016

ENTREVISTA CON JENANN ISMAEL

Profesora de filosofía en la Universidad de Arizona y autora del libro How physics makes us free

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Estaba predestinada esta entrevista a convertirse en una realidad? He contactado con usted libremente, pero no elegí que su libro apareciera en mi muro de Facebook a través de la cuenta del físico Sean Carroll. ¿Qué tipo de libertad (positiva, negativa, externa, interna, etcétera) se da en la física?
JENANN ISMAEL: Depende de lo que quieras decir con “predestinado”. Soy consciente de que es la típica respuesta de un filósofo. Las personas odian que los filósofos nunca den una respuesta clara y que analicen inmediatamente el significado de las palabras. Algunas veces tienen razón al quejarse, pero en este caso, todo depende realmente de los significados. Hay diferentes significados para predestinación y distintos sentidos de libertad. La física descarta algunos y permite otros. He empleado cierto esfuerzo en el libro para enfatizar de qué manera el futuro “no” está predestinado y por qué “somos” libres, incluso en un régimen determinista. Desde mi perspectiva, si atendemos a las concepciones de autonomía y libertad que han desarrollado los filósofos que trabajan en asuntos como la responsabilidad moral y el autogobierno, el determinismo es compatible con todos aquellos conceptos que deberían preocuparnos.
Si la física es determinista o no sigue siendo una cuestión abierta, pero como el determinismo es frecuentemente visto como la fuente principal del riesgo científico a la libertad humana, el libro se mantiene dentro del campo determinista. La idea es mostrar qué tipo de libertad es posible dentro de los confines relativamente bien conocidos de la física clásica.
La libertad positiva que comento en el libro es aquella que permite la aparición de criaturas que regulan el impacto del medio ambiente en su comportamiento y lo hacen de acuerdo con las metas que nacen de sus propias elecciones. La libertad presupone seres que no están marcados pasivamente por el entorno y que recogen información sobre el curso de su historia; eligen, aprenden y construyen un conjunto de valores, objetivos, esperanzas y sueños (una concepción de quiénes son y qué quieren) con los materiales proporcionados por su experiencia, algo similar a cuando un escritor propone una serie de hechos imaginarios dentro de una historia, o como cuando un escultor transforma la piedra en una estatua. Este conjunto de información autocreada es la que los seres humanos usan para llevar a cabo sus decisiones. Este tipo de libertad es enteramente compatible con el determinismo. Nos da una especie de control sobre quiénes somos o qué elegimos que es bastante aproximado a lo que el sentido común supone. Este tipo de libertad es el producto de la sofisticación psicológica. En lugar de cablear las respuestas programadas a ciertos estímulos, la madre naturaleza proporciona al ser humano una plataforma psicológica que le permite “construirse un yo”. Hay dos partes importantes en el tipo de libertad que enfatizo: a) El yo ejercita una especie de papel creativo en su propia formación. b) El yo ejercita un control crucial sobre el comportamiento. Esto quiere decir que se puede modificar el estado externo de una persona sin que se logre cambiar su comportamiento, ya que el comportamiento depende de sus decisiones.
La “voluntad”, tal y como se suele emplear el término, es solamente un elemento práctico del yo, por así decirlo. Es la facultad mental que toma decisiones y ejerce un control motor sobre el cuerpo. Defiendo que existe libertad en la voluntad humana, en el sentido de que hay un control genuino e inalienable sobre lo que decides, aunque también haya limitaciones externas para la voluntad. Puedes levantar los brazos, cantar una canción o hacer la cena si decides hacerlo. También puedes tratar de ser bueno, gentil y simpático con los demás. No puedes, sin embargo, volar sin más o saltar por encima del Empire State Building simplemente deseándolo. Nuestros poderes físicos están limitados por las leyes de la física y estas leyes nos dan control sobre los movimientos voluntarios de nuestros cuerpos.
Si he captado tu terminología, caracterizaría mi forma de entender la libertad como un sentido positivo de libertad interna sobre nuestras voliciones, combinado con una libertad externa de nuestro comportamiento, que está controlado por la voluntad.

A.L.: Sartre dijo que estamos condenados a ser libres, Spinoza pensaba que el libre albedrío es solamente una ilusión y Kant sostuvo que no tenemos pruebas fehacientes de la libertad, pero tenemos que actuar como si fuéramos libres. ¿Dónde encajaría la física? Diría que en la segunda opción, pero su libro habla de cómo la física “nos hace” libres. Quizás todo esto no sea más que un “juego de lenguaje”.
J.I.: Coincido contigo en que parte de la dificultad radica en la confusión de términos. Palabras como “libertad” no aparecen en ninguna parte de la física, así que antes de que veamos si la física es incompatible con la libertad, tenemos que decir algo sobre lo que significa la libertad. No creo que tengamos una noción “preteórica” clara y perceptible sobre lo que es la libertad o el libre albedrío. El común de los mortales tiene una concepción sustancial e intensa sobre cómo funciona la vida “para él” cuando lleva a cabo sus elecciones. No hay un mandato en la estructura del mundo que impulse su mano o que le haga decidir de antemano. Él cree que su yo realiza la elección y eso solamente ocurre “aquí y ahora”. No está nada claro que esas convicciones preteóricas puedan ser meras ilusiones bajo leyes deterministas. Creo que parte del desafío consiste en compatibilizar esos dos aspectos, asumiendo que esas convicciones son acertadas en un contexto determinista. La tarea de reconciliación pasa por mostrar que nuestras ideas preteóricas pueden ser correctas, aunque requieren un examen profundo de las relaciones entre las leyes, el tiempo y el orden causal.
Al decir que la física nos hace libres, quiero expresar varias cosas. Una es que la física hace que seamos lo que somos. La física nos hace seres humanos y los seres humanos tienen la capacidad para ejercer el tipo de libertad que he descrito. También quise decir que nos hace libres en el sentido de que no equivale a ser hojas movidas por el viento, flores creciendo en el jardín o planetas orbitando alrededor del Sol. El cuerpo humano se mueve, si lo hace, bajo su propia voluntad. Y eso significa que, nos guste o no, tenemos que tomar decisiones. Significa que no solo tenemos la “capacidad”, sino la “carga” de decidir literalmente nuestro destino. Eso no evita que haya muchas constricciones a la libertad humana, ya sea por exigencias sociales, psicológicas o políticas. Hay circunstancias en las que nuestras decisiones, o la capacidad práctica para ejercerlas, están limitadas por los condicionantes de nuestras vidas. Dentro de esos límites, decidimos quiénes ser y cómo actuar.
Hay personas que tratan de vivir pasivamente, delegando el control de sus vidas a las personas o fuerzas de su entorno, pero esa opción es en sí misma una elección libre.

A.L.: ¿Qué opinión le merece la teoría de los mundos posibles? No tienen nada que ver las hipótesis de David Lewis o las de Hugh Everett, aunque ambas perspectivas sugieren que podemos imaginar diferentes caminos en nuestras vidas. Daniel Dennett rechazaría las dos propuestas.
J.I.: Pienso en los mundos posibles de la filosofía como una forma pintoresca de representar las posibilidades. No creo en el universo de mundos reales cerrados y desconectados entre sí que describe David Lewis. En esa acepción de mundo posible sería correcto decir que, en cualquiera de las vidas (o de los mundos separados en compartimentos estancos), los seres humanos tendrían muchos futuros posibles y no estaría fijado cuál de ellos se hará realidad, independientemente de su voluntad o de cualquier cosa que tenga lugar antes de que tomen sus decisiones.
En el multiverso de Everett, los mundos posibles no son universos literalmente cerrados, sino partes de nuestro universo. Si existen tales cosas es una cuestión empírica que se puede separar de los temas que discuto sobre la libertad humana.

A.L.: ¿Cree en la posibilidad del demonio de Laplace, una inteligencia tal que conociera todas las fuerzas de la naturaleza y así pudiera prever el futuro o conocer el pasado?
J.I.: En mi libro uso un argumento bastante raro y elegante de Michael Scriven. Un demonio laplaciano que supiera las leyes del mundo y sus condiciones iniciales podría fallar en su intento de predecir con exactitud el comportamiento de un dispositivo que funcionara de acuerdo con un mecanismo contrapredictivo, siempre y cuando el demonio tuviera que revelar su predicción al dispositivo. Tu primer pensamiento puede ser que tales dispositivos no existen en un escenario determinista, pero en realidad, no solo son compatibles con el determinismo, sino casi triviales de fabricar.
Esta cuestión es algo desconcertante y no llegué a abordarla del todo, en parte porque defendía la compatibilidad del determinismo con un orden causal en el que tienes la libertad de refutar a cualquiera (incluso a una inteligencia laplaciana que sabe todo lo que podría conocerse) con tan solo rascarte la nariz si te dijeran lo que vas a hacer dentro de un minuto. La reflexividad es una parte importante de la explicación, en términos computacionales, de por qué una inteligencia no podría tener éxito en su predicción.

A.L.: He estado leyendo el libro de divulgación científica Spooky action at a distance de George Musser. Parece que la no localidad sigue fascinando a los científicos. Si lo he entendido bien, el entrelazamiento cuántico implicaría que o bien el principio de Heisenberg está equivocado, o bien lo está la teoría de la relatividad. ¿Cómo escapamos de esta nueva trampa conceptual?
J.I.: Buena pregunta. Otro de los gigantescos y magníficos problemas a los que nos enfrentamos es intentar resolver cómo es el mundo y cómo encajamos en él. Creo que el libro de George es excepcional. No creo que la cuestión pueda resolverse sin un cambio de paradigma y espero vivir lo suficiente para verlo cuando ocurra.

A.L.: Me encantaría seguir haciéndole preguntas, pero no quiero robarle más tiempo y he decidido, espero que con absoluta libertad, concluir la entrevista.
J.I.: La física no pone en riesgo la libertad humana. El hecho de que seamos parte de una estructura gobernada por leyes no debería llevarnos a pensar que no tenemos control sobre nuestro destino. Es algo que los compatibilistas como Dan Dennett han estado reclamando durante años; si realmente queremos comprender la libertad humana, deberíamos centrarnos en las nociones de autonomía, autogobierno y autoconstitución. Deberíamos dejar de buscar una habilidad inflada metafísicamente que actúa desde “fuera” del orden causal y entender que nuestra posición “en” el orden causal nos da un control creativo sobre quiénes somos y lo que hacemos. Deberíamos dejar de preocuparnos por los riesgos imaginarios que correría la libertad por culpa de la física y centrarnos en cómo la libertad humana puede verse socavada por factores psicológicos, sociales y políticos. Si he añadido algo a la discusión de Dennett, sería haber mirado más de cerca de los fundamentos de la física. Creo que hay enseñanzas valiosas en la naturaleza de las leyes físicas, la causalidad y el tiempo que pueden ser provechosamente extraídas del pensamiento acerca de cómo los seres humanos encajan en el orden natural.

20 de mayo de 2016