viernes, 31 de agosto de 2012

ENTREVISTA CON LINDA HUTCHEON

A continuación, mi última entrevista. Creo que puede ser interesante en varios sentidos, puesto que toca muchas ramas y disciplinas. Sin más, ahí va:

ENTREVISTA CON LINDA HUTCHEON

Esta canadiense nacida en 1947 enseña en el centro de literatura comparada de la Universidad de Toronto. Sus obras más importantes son Poética del postmodernismo, Una teoría de la parodia y su obra más reciente, Una teoría de la adaptación.

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Cómo podemos diferenciar una buena adaptación de una mala? Se suele decir que una buena adaptación respeta el “espíritu de la obra”, aunque a mí ese espíritu se me antoja como algo demasiado esotérico.
LINDA HUTCHEON: Estoy de acuerdo en que el “espíritu de la obra” es demasiado vago y subjetivo. Pero la mayoría de las determinaciones de calidad (bueno/malo) están ligadas a algo subjetivo, ¿verdad? Para que una adaptación tenga éxito como adaptación, como mínimo debe sostenerse como una obra autónoma y plenamente independiente y a la vez ha de guardar una relación que sea reconocible con el texto adaptado. No creo que la fidelidad o la precisión con respecto al “original” tenga mucho sentido (aunque muchos críticos de la adaptación usan ese criterio): el mero cambio de medio o género está vinculado a una serie de alteraciones exigidas (en longitud, argumento, caracterización) que convertiría cualquier adaptación en “infiel” e “inexacta”. Necesitamos recordar que las novelas pueden hacer cosas que las películas no pueden y viceversa. Esto no es bueno ni malo; es simplemente una diferencia. Como mucha gente ha señalado, muchas películas excelentes han nacido de una novela mediocre.

AL: Decía esto porque todavía hay muchos que rechazan obras por fallar en ciertos detalles; deben de pensar que la adaptación es una representación exacta de la realidad. Tal y como ironizan algunos académicos, eso ocurre porque algunos viven como si Wittgenstein no hubiera estado aquí para combatir el representacionalismo. En cualquier caso, ¿es muy viejo el fenómeno de la adaptación? ¿Ha habido un crecimiento de las adaptaciones en la actualidad?
LH: Como dije más arriba, ninguna adaptación puede ser perfecta, del mismo modo que ninguna traducción puede ser perfecta. Hay cambios que ocurren inevitablemente: de medio, de género, en ciertas convenciones, y a menudo hasta en el lenguaje o la cultura. Por ejemplo, cuando leemos una novela, imaginamos cómo son los personajes y los escenarios con la ayuda del autor. En otras palabras, creamos el mundo de la novela en nuestra imaginación. Después vamos a la adaptación de una película de esa novela y no observamos en la pantalla nuestro mundo imaginativo, sino el del director. Eso por no decir que será decepcionante.
Por otra parte, la respuesta a tu pregunta sobre la antigüedad de este fenómeno es que ha estado con nosotros desde hace mucho tiempo. Las personas siempre han “vuelto a contar” historias, es la naturaleza de la imaginación narradora. Las obras de Shakespeare fueron todas adaptaciones, excepto una (y esto casi no es cierto). Sólo es desde el romanticismo cuando empezamos a valorar la historia única y original que al ser reescrita queda denigrada. Ni qué decir que el capitalismo, con su idea de que podemos apropiarnos y comprar tramas con derechos de autor, encaja con el romanticismo.
El interés postmoderno en recrear irónicamente el pasado (sea esto en arquitectura o en la forma literaria) ciertamente lleva a un incremento de la parodia, que es una forma irónica de la adaptación, así que imagino que podrías decir que la adaptación ha crecido de alguna forma en años recientes. Pero siempre ha estado con nosotros, y cuando los nuevos medios y las nuevas plataformas aparecieron (primero la radio, el cine, la televisión y ahora los medios digitales), también nuevas oportunidades (y nuevas provocaciones) para la adaptación cobraron vida.

AL: La segunda edición de su obra Una teoría de la adaptación acaba de aparecer en inglés. ¿Cuáles son sus principales novedades?
LH: Aunque el libro sólo tiene seis años de antigüedad, han cambiado muchas cosas con la llegada de los nuevos medios, así que decidimos añadir una sección al libro. Hoy, los iPads y iPhones son lugares de nuevas adaptaciones, por no mencionar YouTube (especialmente para parodias), Facebook y Twitter. La cultura fan ha explotado y con ella llegan más y más adaptaciones de nuestras historias favoritas. En la primera versión del libro, propuse tres posibles modos de compromiso con las historias adaptadas: contar (telling), mostrar (showing) e interactuar (interacting with). Al tratar de este último, el modo interactivo e inmersivo, expuse que algo nuevo está ocurriendo con los videojuegos, las instalaciones de arte interactivas, etcétera. En esas adaptaciones no mostrábamos (como en las obras de teatro o en las películas) ni contábamos (como en las novelas) esas historias, interactuábamos con ellas. Por lo tanto, los cambios en esta gramática sugieren que es algo diferente, tanto en lo físico como en lo cognitivo. Esto es lo que los nuevos medios digitales proponen. Así que la teoría ya estaba presente en el libro, pero lo que decidimos fue añadir un epílogo exploratorio, escrito por una de mis antiguas estudiantes, Siobhan O’Flynn, que es tanto una teórica como una creadora de los nuevos medios. En este epílogo, ella trata no sólo las nuevas formas de adaptación en el mundo “transmedia”, sino aspectos económicos e incluso éticos que conciernen a las industrias globales de los medios y el entretenimiento.

AL: Usted ha usado los “memes” de Richard Dawkins para hablar de la reproducción cultural a través del tiempo. ¿No están las ideas de Dawkins algo sobrevaloradas?
LH: Creo que la idea de Dawkins es sugerente, pero sólo como metáfora. Hay interesantes analogías entre la evolución cultural y la evolución biológica, algo que exploré en un artículo escrito por mi hermano biólogo, Gary Bortolotti [“On the Origin of Adaptations: Rethinking Fidelity Discourse and ‘Success’—Biologically” which apeared in New Literary History 38 (2007): 443-458)], pero estos vínculos son mucho más complicados de lo que Dawkins permite, porque a diferencia de la adaptación biológica, la cultural es “deseada”, no ocurre de forma arbitraria, sino que es creada por los humanos.

AL: La teoría de los mundos posibles ha demostrado que los mundos ficcionales son tan importantes como la trama, estudiada tradicionalmente por la narratología. En las adaptaciones a veces se presupone un “mundo ficcional”, como por ejemplo en los juegos de rol, donde uno interpreta a un personaje “dentro” de un mundo imaginario. ¿Ha trabajado usted este tema?
LH: El trabajo que he hecho en el pasado con los mundos ficcionales (“The Politics of Impossible Worlds,” in Fiction Updated, editado por Caln Mihailescu y Walid Hamarneh [University of Toronto Press 1996], 213-26), estaba narratológicamente orientado, pero en Una teoría de la adaptación teorizo que lo que en realidad se adapta no es tanto “el argumento” como “el mundo imaginario” o “heterocosmos” (literalmente, otro mundo) en el que los jugadores entran. El epílogo recoge esa idea y la desarrolla en el contexto que sugieres en tu excelente pregunta.

AL: ¿Son las adaptaciones un indicador de la “universalidad”? Es decir, Shakespeare podría ser uno de los maestros de la adaptabilidad porque se le ha llevado a todo tipo de formatos. Es muy probable que algunas artes sean más “adaptables” que otras, ¿no es cierto?
LH: Algunas historias parecen ser más “adaptogénicas” (¡Como la fotogenia!) que otras, y pueden señalar algunos centros narrativos básicos de la imaginación humana, como muchos han sostenido. Pero las historias se transforman en cada caso tanto como sea repetido el proceso de adaptación. A menudo, la cultura cambia tanto como el propio medio, y las adaptaciones son más “indígenas” o más “transculturales” (traducidas a diferentes escenarios culturales). Al final, la obra es la misma y a la vez es diferente, pues ésa es la esencia (y el atractivo) de la adaptación.

AL: Si usted quiere hacer alguna aclaración última...
LH: Desconfío de las teorías “universalistas” (y de los arquetipos) porque por desgracia son imposibles de demostrar. Me siento mucho más cómoda con la idea de que los humanos, como especie, no sólo hemos contado historias desde siempre sino que las hemos vuelto a “recrear”. Con el crecimiento de los medios disponibles, hay mayor necesidad de historias, así que quizás adaptamos más que antes, pero la cuestión es que siempre hemos hecho eso. Al igual que a los niños les gusta que les vuelvan a contar historias antes de irse a la cama, nosotros disfrutamos la familiaridad condimentada con alguna variación: ésa es la mejor definición de la adaptación para mí.

31 de agosto de 2012
Andrés Lomeña

lunes, 6 de agosto de 2012

ENTREVISTA CON GREGORY WOODS

Recupero esta entrevista que hice en abril de 2007.

GREGORY WOODS Y LA HISTORIA DE LA LITERATURA GAY.

ANDRÉS LOMEÑA: Su ensayo “Historia de la literatura gay” muestra un interesante recorrido a través de la literatura homosexual masculina. Desde Catulo, Virgilio u Horacio hasta Marcel Proust, tenemos toda una tradición gay oprimida, oculta. Imagino que su trabajo ha sido polémico, aun cuando completa un gran vacío en los estudios literarios. ¿Qué otras lagunas perviven?
GREGORY WOODS: Un canon es exclusivo por definición, por eso son útiles, pero éstos nunca son irreprochables ni estáticos. Si detectamos vacíos, ¿cómo deberíamos solventarlos? ¿Social o estéticamente? ¿Necesitamos la literatura que promueve una sociedad igualitaria, o libros magníficos? (Algunos libros, aunque son pocos, pueden ejecutar estas dos funciones). La gente tiende a quejarse de los cánones como si éstos estuvieran imponiendo demandas imposibles sobre los lectores, mientras que, en realidad, siendo rigurosamente selectivos, éstos ayudan al lector a evitar libros que pueden suponer una pérdida de tiempo. En este sentido el canon es generoso y comprensivo, más que punitivo, para el lector que no lo ha leído todo.

AL: Un nuevo canon puede redefinir nuestras concepciones sobre autores y obras maestras. Por ejemplo, el canon feminista introduce nuevas escritoras. Sin embargo, cuando nosotros construimos un canon feminista, estamos aceptando implícitamente el canon occidental. ¿No sería más pertinente reintroducir los discursos minoritarios, como los estudios gay y lésbicos, dentro de un canon universal?
GW: La minoría más pequeña es la del lector individual. No tengo ninguna objeción contra la existencia de los grandes libros del canon occidental, mientras se enseñe que el canon siempre sirve intereses particulares en la sociedad, y siempre omite otros. El canon debe complementarse con otras alternativas. Puede ser que cada lector necesite varios cánones, secuencial o simultáneamente: uno estético, uno social, uno tradicional, uno experimental... Quizás ahora más que nunca, cuando los libros están bajo la amenaza de las culturas visuales, el principal uso del canon sea alentar una
lectura selectiva e inteligente. Esto puede ser conservador o radical; pero es más probable que sea lo último, dado que la verdadera inteligencia siempre busca cambiar las cosas para mejor.

AL: Usted es explícito declarando su condición homosexual. Pienso que esta propuesta es honesta cuando la veo espléndidamente reflejada en la poesía de Adrienne Rich. Por otra parte, a veces se me antoja como un requisito (¿Debería yo presentarme como lector heterosexual?). Tengo la sensación de que siempre marcamos a las personas en función de su condición sexual o económica, por mucho que nos cueste reconocerlo. Los propios estudiosos son incapaces de explicar el pensamiento de Michel Foucault dejando a un lado su homosexualidad. ¿Ese impulso de transparencia es estrictamente necesario para establecer un diálogo sincero y así deshacernos de los prejuicios?
GW: No puede haber reglas fijas en este tipo de situaciones. En el momento actual de la lucha, podemos ver que la visibilidad de lesbianas y gays ha sido políticamente útil. Sin embargo, esto también ha tenido sus víctimas: aquellos que fueron homosexuales representativos en el ojo público. No deberíamos ser propaganda para nosotros mismos: hoy quiero ser invisible, mañana quiero enseñar mi homosexualidad a la ciudadanía. Hoy quiero ser célibe, mañana quiero tener una vulgar
promiscuidad. Como Walt Whitman dijo: “Soy amplio, contengo multitudes”.

AL: La teoría Queer o el Manifiesto Cyborg de Donna Haraway hablan sobre la abolición
de los binomios (Masculino/femenino, etcétera). ¿Qué significa esto en un contexto real y cómo podemos vivir superando nuestras barreras culturales y biológicas?

GW: La principal ruta hacia la ruptura de este crudo sistema es el trato de los seres humanos como individuos más que como tipos. Es más fácil de decir que de hacer, pero por culpa de las categorías imperaba la castidad y la obediencia en un código moral previo. Esto implica dedicación y generosidad, una apertura hacia la diferencia.

AL: El matrimonio homosexual es una realidad en España, así como la adopción. ¿Qué
logro está todavía por llegar?

GW: Nunca pensé que el matrimonio gay fuera una institución deseable; tampoco pienso que merezca la pena combatir por el derecho a entrar en el ejército. Pero si uno cree en los principios de igualdad y libertad de expresión debe aceptar, aun con reservas, que hay desarrollos positivos. Más importante, en cambio, es el desarrollo de una educación sexual racional en las escuelas, sin olvidar el apoyo y cuidado a gays y lesbianas. También sería deseable un reconocimiento general del amor romántico
como un producto sujeto a las fuerzas históricas; ser soltero no es algo tan malo como frecuentemente nos cuentan.

AL: ¿Qué opinas de la función del erotismo en nuestra sociedad?
GW: El erotismo es a la mente lo que el sexo al cuerpo. Su función es, como en la vinicultura y la haute cuisine, la generación de placer y beneficios para sus explotadores. Los que recibimos una educación católica sabemos mucho sobre la veneración de los iconos; los chicos de mi revista porno favorita son fuentes de gran goce y consuelo. Me recuerdan no sólo que la carne es algo bonito, sino esencial. Los placeres compensan los dolores. Su juventud compensa un poco la moralidad.

AL: Hay madres que educan como padres y padres que lo hacen como madres. ¿Son los
roles familiares otra construcción cultural más y dónde están los límites de género?

GW: Si, como Judith Butler cree, el género es performativo, no hay razón para pensar en sus límites más que como una presión ejercida por la sociedad. Nuestro nuevo entendimiento del género nos abre a posibilidades ilimitadas si podemos tan sólo parar el adoctrinamiento de padres y escuelas hacia las estrechas celdas de los roles tradicionales. ¡Imagina un patio de recreo en el cual hubiera tantos
géneros como individuos!

AL: Como lectores, ¿Cuál es el beneficio de leer la novela Billy Budd y otras obras como una historia homosexual?
GW: Cada era, cada cultura, lee libros de una forma distinta, incluso si tienen conocimiento de lecturas previas. Yo no soy evangelista, no considero que la lectura gay revele alguna verdad en los textos clásicos más auténtica que cualquier lectura previa o posterior a ésta. Uno de los beneficios es el libro en sí mismo, al que se le otorgan nuevos niveles de lectura. La homosexualidad de los textos clásicos siempre me recuerda al cuento de Borges de Pierre Menard, quien escribe
independientemente su propio Don Quijote, con las palabras idénticas en el mismo orden, pero termina siendo un libro totalmente diferente.

AL: ¿Siempre presupone un lector gay en la literatura gay?
Deberíamos ser escépticos con las identidades fijas basadas en áreas tan volátiles como sexualidad, el lector gay puede ser poco más que una ficción conveniente. En mi propio trabajo crítico, este lector está inspirado en mí mismo. Mi lector gay tiene gustos eclécticos, con pequeños intereses residuales en las historias de adolescentes desatados. Dicho esto, también tengo en mi mente a un lector joven, como yo hace cuarenta años, que necesita encontrar en los libros la imagen de sus
posibilidades futuras. En mi propia práctica lectora, ahora, a la mitad de los cincuenta, busco literaturas que sean homosexuales hasta el punto de una complejidad estimulante (No quiero ser homosexual siendo apetecible a la burguesía). Aunque no le leo con demasiada frecuencia, Jean Genet es el gran modelo de esta clase de escritor. También Juan Goytisolo, William Burroughs, Pierre Guyotat, Monique Wittig... No es que ellos reconozcan la complejidad de la sexualidad y digan cosas sorprendentes sobre eso, sino que hacen una literatura que es en sí misma radicalmente innovadora.

AL: Un balance final.
GW: Hay peligros en aceptar que los estudios queer/gay han ganado en el mundo académico. Me gustaría hacer un llamamiento contra la aceptación rápida de la teoría Queer. Fue largamente moldeada por las necesidades e intereses de los académicos anglófonos. Incluso si esto tiene su origen en países
europeos como en el caso de Michel Foucault, su distintiva europeidad tiende a ser abiertamente ignorada en Reino Unido y Estados Unidos. El deseo de cierta teoría Queer de llegar a ser una divisa universal debería ser agresivamente combatido. Nuestras propias teologías locales sobre la sexualidad deberían levantarnos contra el entusiasmo evangelizador de algunos conquistadores Queer. Ellos pueden estar trayendo algo peor que la sífilis: la uniformidad intelectual.