martes, 16 de enero de 2024

Idealismo analítico y consciencia universal: entrevista con el filósofo Bernardo Kastrup

El materialismo científico se ve a sí mismo como un hecho consumado. Sin embargo, el idealismo analítico de Bernardo Kastrup se ha propuesto demostrar su falsedad. La obra más reciente del autor, Pensar la ciencia (Atalanta, 2023), intenta invertir el sentido del debate y mostrar las inconsistencias lógicas de un cientificismo que o bien elimina el fenómeno de la consciencia o bien se empeña en anular verdades axiomáticas en nombre de una objetividad mal entendida. Kastrup explora un nuevo paradigma que no rechaza lo empírico, sino más bien todo lo contrario, si bien se trata de un empirismo con un enfoque diferente y con unas implicaciones, cuando menos, sorprendentes.

ANDRÉS LOMEÑA: Dice que la consciencia individual es algo separado de una consciencia universal. Eso me suena a una forma extraña de panteísmo.
BERNARDO KASTRUP: Añadir nombres y etiquetas no será de ayuda, así que olvídalas. Vayamos a lo básico: ¿cuál es el único hecho preteórico de la naturaleza? Se trata del hecho de la subjetividad. Antes de empezar a teorizar sobre la naturaleza de la realidad somos sujetos, y nuestras teorías se crean dentro de nuestra subjetividad. Las experiencias, con sus cualidades, tienen lugar dentro de la subjetividad. Las cantidades, por otro lado, son simples descripciones de las cualidades de la experiencia. Nosotros describimos la experiencia cualitativa de la distancia en metros, o la del tiempo en minutos, o la temperatura de un objeto en grados Celsius, el peso del equipaje en kilogramos, y así sucesivamente. El materialismo confunde la descripción con la cosa descrita, el mapa con el territorio. No necesitamos eso. La naturaleza puede estar constituida por estados experienciales, incluso si la mayoría de esos estados son externos a nuestras mentes individuales. Es decir, para que la naturaleza sea experiencial no se necesita que esté dentro de nosotros, como ocurre con mis pensamientos, que son experienciales y sin embargo están fuera de tu mente. Con el idealismo analítico, toda la naturaleza se forma mediante estados experienciales, tanto los que están ahí dentro como ahí fuera. Esos estados son excitaciones (vibraciones) de un campo espacialmente abierto de subjetividad. Igual que no hay más onda en un lago que el propio lago formando ondas, no hay más estados experienciales que los del campo de subjetividad. Tú y yo somos segmentos disociados del resto de la naturaleza a causa de esa disociación, igual que una persona que sufre un trastorno de identidad disociativo parece tener varios centros de conciencia separados o personalidades alternativas.

A.L.: Le confieso que yo soy un materialista, aunque acepto que quizás no haya entendido bien lo que el propio materialismo implica. ¿Ve posible una convergencia en el pensamiento de algunos autores occidentales materialistas y su enfoque?
B.K.: No soy quién para pensar que todos necesitamos cogernos de las manos y cantar el Kumbaya. Hay campos diferenciados de la actividad intelectual humana que a menudo son incompatibles. Otros son compatibles, pero buscan responder a diferentes preguntas. El superhombre de Nietzsche, por ejemplo, es un intento de encontrar un sentido vital en ausencia de una relación con la trascendencia. Tiene poco sentido preguntarse si es compatible con el idealismo analítico, ya que incluso aunque este idealismo abre la puerta a la trascendencia, si uno no puede sentirla, tendrá que luchar con el problema que Nietzsche afrontó. En lo que concierne a mi obra, la pregunta es: ¿cuál es la naturaleza esencial de la realidad? En otras palabras, qué es la realidad, en contraposición a cómo se comporta (a esto último responde la ciencia). Las respuestas provisionales a esas cuestiones serán verdaderas o falsas con independencia de si encajan con otros dominios de la actividad humana que buscan responder a diferentes cosas, como el arte o la economía. Dicho esto, el idealismo analítico encaja sorprendentemente bien con las doctrinas de muchas de las tradiciones espirituales del mundo, a las que Aldous Huxley llamó la filosofía perenne. Eso, desde luego, es reconfortante para mí.

A.L.: Otra idea que me confunde es su opinión sobre el panpsiquismo. Patricia Churchland se ha burlado de esta corriente filosófica al decir: “¿Un muerto es consciente? Si todo tiene consciencia, ¿por qué no la iban a tener los cadáveres?”
B.K.: El error fundamental que comete la gente cuando se pregunta si una taza de té o una cuchara es consciente es proyectar la estructura del lenguaje en el mundo, como si eso fuera la estructura ontológica del mundo. Lo que posee nombre no es necesariamente distinto de otras cosas. Tenemos nombres para todos los océanos (Atlántico, Índico, Pacífico), ¿pero dónde termina el Pacífico y dónde empieza el Índico? La respuesta es que no hay océanos; los océanos son un artefacto lingüístico del pensamiento que nosotros proyectamos sobre el mundo. Es conveniente pensar en océanos separados, pero eso es todo. ¿Dónde termina un río y empieza el mar? Si una mesa es consciente, ¿adquiere una de sus patas una vida interior consciente si la arranco de la mesa? ¿Qué ocurre si la vuelvo a colocar? ¿Si una roca en la cima de una montaña se desprende y rueda cuesta abajo, ¿su consciencia se separa de la de la montaña mientras está en el aire y luego se fusiona con la de la montaña cada vez que rebota? La respuesta a todas estas preguntas es que en la naturaleza no hay objetos: no hay mesas, ni patas de mesas, rocas, montañas, ríos u océanos. El universo inanimado es un todo integrado en un nexo causal. Nosotros lingüísticamente creamos segmentos de este todo integrado para nuestra conveniencia y luego confundimos la estructura de nuestro lenguaje con la estructura de la realidad. Solamente los seres vivos son empíricamente distinguibles de sus entornos, por lo que si me clavas una aguja en el brazo la sentiré, pero si la clavas en una pata de la silla sobre la que me siento, no la notaré. Todo lo demás (el mundo inanimado que rodea a los seres vivos) es una única cosa, no una colección de cosas. Y esa cosa es consciente, sí. Pero no tiene sentido preguntarse si la cuchara es consciente porque ya hemos dicho que no hay cuchara. Lo que llamamos así es un segmento de un todo que creamos arbitrariamente. Solo existe un todo consciente y los seres vivos conscientes que están disociados de ese todo.

A.L.: En el libro cuenta que tuvo una disputa muy agria con Michael Graziano.
B.K.: Graziano me llamó místico porque no tenía nada mejor que replicar a mi crítica de su afirmación increíblemente simplona de que la consciencia no existe. Recurre a un hombre de paja y a los ataques ad hominem cuando se queda de inmediato sin argumentos sustanciales. Simpatizo con los místicos, pero ese no es mi camino. Soy una persona que utiliza la razón y la evidencia. Tengo enormes dificultades para desacoplar mi estado de consciencia de su base analítica. Los relatos de los místicos me reconfortan porque parecen encajar bien con el idealismo analítico, pero no defiendo mi postura en base a un conocimiento espiritual. Discuto en base a la evidencia empírica, el principio de parsimonia, el poder explicativo, la consistencia interna y la coherencia general.

A.L.: Seguro que ya está pensando en otros proyectos.
B.K.: Acabo de terminar un libro, Idealismo analítico en pocas palabras, que saldrá en octubre de 2024. También estoy escribiendo uno nuevo sobre la noción jungiana de daimon y el papel que este desempeña en mi propia vida, así como su relación con la mente occidental. Durante 2024, espero escribir algún texto teórico nuevo y original para construir un modelo conceptual riguroso de disociación basado en el principio de exclusión de la Teoría de la Información Integrada. También estoy pensando en el fenómeno OVNI, dadas las recientes revelaciones que hubo. Ya veremos si eso me lleva a publicar algo.