jueves, 8 de agosto de 2013

ENTREVISTA CON MICHAEL FARRELL SOBRE LOS CÍRCULOS COLABORATIVOS

Desde mi punto de vista, la teoría literaria tiene mucho que aprender e importar de este sociólogo de la literatura y el arte.

ENTREVISTA CON MICHAEL FARRELL

ANDRES LOMEÑA: Buscaba un libro como Sociología de las filosofías aplicado a la literatura. Su autor, Randall Collins, recomienda encarecidamente su estudio sobre los círculos colaborativos. Se ha trabajado muy poco con las redes literarias. Iniciativas como http://www.literature-map.com/ son aún muy rudimentarias. ¿Por qué la sociología no ha desarrollado con suficiente éxito los estudios sobre las relaciones entre artistas? Estoy seguro de que podemos hacerlo mejor.
MICHAEL FARRELL: Sería muy difícil igualar el logro del mapa genealógico de los filósofos esbozado por Randall Collins con una genealogía similar de artistas. En cierta ocasión escuché a un crítico referirse a la sociología global de las filosofías como “sociología elefantiásica”. Lleva toda una vida académica trazar las redes de los movimientos filosóficos mundiales a lo largo del tiempo y luego explicar los procesos sociales que contribuyeron a los episodios de auténtica creatividad. Cualquiera que intente un proyecto parecido en el ámbito artístico contaría con cierta ventaja porque los historiadores del arte han empleado su tiempo en identificar a los artistas más influyentes dentro de un determinado movimiento artístico y han descrito sus influencias a través de generaciones. Estoy seguro de que se podría bosquejar una genealogía de los artistas. Desde luego, el primer ensayo de esa genealogía sería bastante controvertido, pero al final se podría lograr un consenso.
Sin embargo, no me interesan tanto esos macromovimientos como las interacciones sociales que ocurren en el nivel micro. Eso no quiere decir que no me interese la influencia, sino que mi foco de atención se da en el nivel de influencia a través de la interacción directa dentro de un círculo. En mi libro sobre los círculos colaborativos presenté casos en los que un círculo de amigos dentro de un campo desarrolló una visión compartida que dio forma a sus trabajos durante gran parte de sus vidas. Los impresionistas franceses son prototípicos en este sentido. Otros ejemplos incluyen a Freud y su primer círculo de colaboradores y a los “poetas fugitivos”. Sus trabajos creativos alrededor de una visión compartida a menudo ocurren dentro de una relación colaborativa, ya sea trabajando en un proyecto compartido o haciéndolo en proyectos paralelos. Incluso cuando trabajan solos, a menudo tienen al otro en mente, imaginando cómo sus amigos responderían a una obra en pleno desarrollo. Ésta es una de las formas de influencia, pero no del modo “B” obtiene una idea de “A”; es más bien que A y B desarrollan ideas que ninguno habría tenido sin esa interacción.
En todas las disciplinas, las personas perfilan ideas que no compartirían con colegas, particularmente aquellas que pueden ser enjuiciadas o rechazadas, pero cuando se crea una relación colaborativa y de confianza con un colega, se empiezan a compartir esas ideas y pueden descubrirse soluciones verdaderamente creativas a los problemas. A menudo, las primeras soluciones pueden ser vistas como desviaciones por los gatekeepers de ese campo: los amigos son muy conscientes de las sanciones potencialmente negativas de hacer pública esa solución. Sin embargo, cuando interactúan, al igual que los delincuentes sopesando un acto arriesgado de vandalismo, pueden desafiar a alguien para intentar algo nuevo. Cuando incrementan sus desafíos, pueden atravesar las fronteras del campo e introducirse en ideas inesperadas e innovadoras que “funcionan”. Por ejemplo, Wilbur y Orville Wright. Sus experimentos y discusiones sin fin les llevaron a descubrir algo nuevo, una solución o un conjunto de soluciones que nadie más en su campo había siquiera imaginado. Este tipo de influencia es diferente del que ocurre cuando alguien toma prestada una idea de otro. La colaboración a menudo genera ambigüedad sobre quién influencia a quién o a quién pertenece la idea.
En la genealogía de los filósofos, Collins se centra sobre todo en las relaciones entre maestros y discípulos. Hasta hace poco, he estado menos interesado en ese tipo de relaciones y más preocupado por las relaciones entre iguales dentro de una disciplina. Los tipos de círculos que me interesan están a menudo formados por iguales en un punto crucial de sus carreras, después de que hayan adquirido las habilidades y la tradición de su campo, o lo que es lo mismo, el capital cultural, pero antes de que hayan establecido una identidad dentro de ese campo. Durante esa fase, cuando la persona creativa es aún principiante, es cuando parece más abierta al proceso de dar y recibir, lo que llamo “intimidad instrumental”, y eso es lo que facilita la creatividad. Quizás los artistas tienen mucho que ganar y poco que perder trabajando juntos con una visión compartida. En todo caso, en mi investigación más reciente me he fijado en las dinámicas de las relaciones entre pupilos y maestros, donde un maestro establecido influye a alguien de la siguiente generación.

A.L.: Simplificando en exceso, usted afirma que existen grupos de tres, cuatro o cinco personas que mantienen contacto durante diez o quince años y que pueden darse hasta siete fases en las dinámicas internas de esos grupos, aunque no todas tienen que estar presentes. Su esbozo de una gramática del trabajo creativo y de las amistades me hacen preguntarme si su teoría de los círculos es su gran aportación a la sociología.
M.F.: No puedo pensar en mi libro sobre los círculos colaborativos como mi obra más lograda, más que nada por lo que comenté en el último capítulo del libro: siento que sólo soy capaz de rasgar la superficie de esos grupos. Pienso que juegan un papel importante en el desarrollo de las personas dentro de un amplio rango de campos y quise fijar la atención en ellos, así como explorar los procesos que ocurren dentro de los mismos y que conducen hacia la creatividad. Al igual que un novato construye su identidad dentro de un campo, esos círculos forman una suerte de “caparazón”, una capa protectora y estimulante que contribuye al desarrollo de los miembros, tanto a los adultos como a los no iniciados. Como muchos de los primeros cartógrafos de una nueva área, estoy seguro de que dejé mucho espacio para las correcciones. Quizás vislumbré algo como sirenas y dragones: roles informales que no son comunes a todos los círculos. Estoy seguro de que me perdí cosas importantes que tuvieron lugar en el interior de esos círculos. No obstante, espero haber rascado lo suficiente para que otros vean este tipo de grupos de amistad, y para que observen cómo se forman, se desarrollan y se desintegran con el tiempo. Y espero que el libro estimule a dibujar otros tipos de círculos y a describir los procesos que contribuyen al trabajo creativo.

A.L.: ¿Estamos más cerca de entender cómo funciona la influencia y las relaciones sociales? Harold Bloom, a pesar de su Anatomía de la influencia, ha errado por completo a la hora de revelar los mecanismos del cambio intelectual.
M.F.: Creo que la influencia es un proceso con varias caras que lleva mucho tiempo descifrar. Hay diferentes tipos de influencia, la de largo y la de corto alcance, la emocional y la cognitiva, la que se admite y la que es inconsciente o se niega. Hay influencia de modelos, algunos ya fallecidos, e influencia de profesores a través de la educación y de la sugestión directa. Como soy alguien que ha intentado enseñar durante mucho tiempo, creo que necesitamos comprender cuál es el momento en el que las personas están más abiertas a la influencia. ¿Cuándo se escucha de verdad lo que se nos dice o cuándo vemos lo que otros miran? ¿Qué tuvo que pasar para que Darwin leyera la teoría sobre el crecimiento de la población de Malthus y que esto le ayudara a gestar su teoría de la selección natural? ¿Fueron solo los años de investigación sobre el problema de los cambios en las especies? Su trabajo le allanó el camino para que reconociera la relevancia de la teoría de Malthus. Pero recuerda la famosa anécdota de Mark Twain con su padre: “Cuando era un chico de catorce años, mi padre era tan ignorante que apenas soportaba estar junto a él. Pero cuando tuve 21, estaba asombrado de cuánto había aprendido el viejo hombre en siete años”. ¿Qué procesos se dieron para que tuviera lugar esa apertura? ¿Importa la fase de desarrollo del círculo en el que estás inmerso? ¿Importa la fase emocional y cognitiva del receptor? Hay mucho que aprender sobre la influencia.

A.L.: Ha analizado a autores muertos como J. R. R. Tolkien o C. S. Lewis porque era mucho más sencillo obtener información de ellos. ¿Cómo estudiar algo tan complejo como el presente? En su libro investigaba las relaciones de amistad a través de la correspondencia de algunos autores. Ahora tenemos libros tan valiosos (o tan triviales) como Aquí y ahora, las cartas entre Paul Auster y J. M. Coetzee.
M.F.: Hay dificultades metodológicas con la investigación histórica sobre las relaciones interpersonales. Tuve que leer cartas, revistas y entrevistas publicadas. La ventaja de este método es que puedes “observar” los cambios que ocurren en muchos grupos en el transcurso de sus vidas. Algunas veces esto significa décadas, como pasó cuando seguí las fases de las relaciones entre Elizabeth Cady Stanton, Susan B. Anthony y los círculos que frecuentaban. Después, con esos datos, tienes que comparar casos en busca de patrones en las estructuras grupales y en sus interacciones durante diferentes periodos de la vida de esos círculos.
Si intentas reunir esos datos de grupos actuales, estás limitado por la cantidad de tiempo que lleva el proceso de encontrar algo de interés que desarrollar. Y si intentas obtener datos retrospectivos de un grupo contemporáneo, tienes que preocuparte de la memoria y también de la tendencia de las personas a negar la influencia y a ampliar sus mitos personales sobre la originalidad.
Con los grupos históricos, a menudo es difícil encontrar datos sobre grupos que fracasaron a la hora de desarrollar círculos colaborativos. Los biógrafos rara vez escriben sobre grupos que fracasan en una visión compartida. En mi libro incluí un caso que no funcionó, pero muchos lectores no notaron que se trataba de un caso fallido porque los miembros habían tenido carreras ilustres. El círculo incluía a Henry James, H.G. Wells, Steven Crane, Joseph Conrad y Ford Madox Ford. Los miembros formaron un círculo social y algunos intentaron trabajar juntos. Mientras que Conrad y Ford tuvieron éxito, el grupo entendido como un todo nunca desarrolló una visión compartida y el intento de construir relaciones de confianza terminó en frustración. La fricción entre Wells y James terminó por explotar: Wells publicaba ataques humillantes sobre la obra de James. Las diferencias culturales, de edad y de las fases de sus carreras socavaron cualquier intento de trabajar en grupo. Éste fue un caso que falló y no cuajó en un círculo colaborativo, pero sólo hay unos pocos casos con datos extensos disponibles. Así, hay límites a la construcción de teorías a través del estudio histórico de casos.

A.L.: ¿Hay paralelismos entre su obra y el libro de James English The economy of prestige?
M.F.: He echado un ojo al libro de English en Internet y parece muy interesante. Voy a comprar un ejemplar, pero no me queda claro por qué ves paralelismos entre su obra y la mía. Parece que el libro trata sobre la teoría de la consagración de Bourdieu, el proceso por el cual los responsables de un logro creativo son aprobados por los gatekeepers culturales y hacen que sean parte del canon de una disciplina. Mi interés se ha centrado en los procesos que preceden a esa consagración.
Concretamente, me interesan los círculos interpersonales que rodean a una persona cuando lleva a cabo su obra creativa más importante. Sé que hay autores que escriben sobre la creatividad, como por ejemplo Mihaly Csikszentmihalyi, que sostiene que para que el proceso creativo sea completo, el autor tiene que haber sido reconocido por los gatekeepers de su ámbito. Creo que lleva razón. La creatividad es un trabajo que viola las prácticas tradicionales de un determinado ámbito, ya sea en la metodología empleada o en el contenido. Cuando un trabajo creativo termina siendo reconocido como una innovación y deviene en una práctica aceptada en su campo, el ciclo que define la creatividad se completa y el trabajo innovador cambia la tradición de su entorno. Sin embargo, el final del ciclo no me interesa tanto como el otro final, cuando el producto creativo ve la luz. El reconocimiento y la consagración son fases importantes, pero para mí son menos importantes o interesantes que los intercambios que sus círculos tienen y su impacto en el proceso creativo.
No estoy de acuerdo con quienes piensan que el trabajo creativo se hace por estatus, por dinero o por premios. Estoy seguro de que las personas están motivadas por esas recompensas extrínsecas, pero la casi totalidad de los autores que he estudiado crean aquello que les motiva, les gratifica o les obsesiona. Las recompensas son intrínsecas. Si lo hacen motivados por el dinero, hay formas mucho más fáciles de hacerlo que mediante obras artísticas. Van Gogh es un caso interesante. A pesar de los esfuerzos de su hermano Theo, jamás vendió un cuadro en su vida. Nadie duda de su creatividad o de que su trabajo fuera un hito en su campo. El esfuerzo de la mujer de Theo, Johanna van Gogh-Bonger, que llevó al reconocimiento de la obra de Van Gogh dentro de su disciplina, no es tan interesante como el proceso social y psicológico que desplegó en su círculo y que le hizo tener esa visión acerca de las innovaciones específicas que incorporó a su obra.
De este modo, aunque los estudios de James English sobre los premios me parecen muy sugerentes, mi cometido es otro, salvo quizás en una cosa. En muchas ocasiones, esos premios se otorgan a un miembro de un círculo que ha ganado popularidad, cuya obra se basa en una visión que salió de la interacción de un círculo colaborativo. Aunque los colaboradores de esa persona pueden haber jugado un papel fundamental en dar forma a esa visión creativa, sólo un miembro se suele llevar el premio. Cuando eso ocurre, los premios socavan la confianza y la intimidad instrumental que conlleva la creatividad y se desvirtúa el proceso de ese trabajo. En cierto sentido, el círculo es el “compositor”, mientras que el ganador del premio es el “músico” que toca la canción. En un mundo justo, todos recibirían algún tipo de reconocimiento.

A.L.: En su libro menciona que ha tenido tres círculos colaborativos. Me imagino que en uno de ellos está Gary Alan Fine, pero sólo estoy haciendo suposiciones. ¿Qué puede contarnos al respecto?
M.F.: Desearía ser un miembro de un círculo colaborativo que incluyera a Gary Alan Fine, pero nos conocimos después de que escribiera el libro sobre los círculos de colaboración y nuestra comunicación ha sido más profesional que colaborativa. Por supuesto, su obra me ha influido, especialmente su teoría de las “idioculturas”, con la que últimamente estoy más familiarizado. Fine es uno de los microsociólogos más originales e influyentes de su generación.
Mis círculos colaborativos han sido de dos tipos: círculos entre iguales y círculos que incluyen a un maestro. En la universidad, fui parte de un círculo en el que Theodore Mills era el maestro. Mi primera colaboración con pares se produjo con Stanley Rosenberg, independizándome así de mi experiencia anterior con un maestro. Las dinámicas del círculo en el que estábamos Stan y yo se parecen a aquellos círculos colaborativos sobre los que he escrito. Un segundo círculo colaborativo incluye a Madeline Schmitt y Gloria Heinemann, donde también había muchas características de los círculos de iguales sobre los que he escrito. En el tercer círculo, yo era el maestro.
He aprendido mucho sobre las dinámicas de colaboración en esos círculos y esa experiencia me ayudó a empatizar con la experiencia de los miembros de los círculos que había estudiado. Sin embargo, no fue la experiencia lo que me llevó a estudiar los círculos colaborativos. Me interesé por los círculos tras veinticinco años de experiencia observando y participando en grupos autoanalíticos. Son grupos en que los miembros estudian las dinámicas de sus propios grupos y escriben análisis de los roles y procesos que observan. Esta forma de estudio de los grupos se originó en Harvard en la década de los sesenta. Es un tipo especial de grupo que nos permite estudiar algunas de las formas más sutiles de interacción. Me fascinaban las regularidades de esos grupos, los procesos implicados y los efectos que se producían en los participantes. Después de licenciarme, recibí una beca de la fundación Ford y continué haciendo investigaciones en Harvard mientras conversaba con Robert Freed Bales, un verdadero maestro durante al menos dos generaciones de microsociólogos.
Recomiendo como lecturas el citado libro de Collins y el que trata sobre las cadenas de rituales de interacción. También recomiendo el nuevo libro de Gary Alan Fine, Tiny Publics. Estos dos últimos libros representan la fundación de una nueva posición dentro del campo de la microsociología. También recomendaría el artículo de Ugo Corte “A Refinement of Collaborative Circles Theory: Resource Mobilization and Innovation in an Emerging Sport” y el de John Parker y Edward Hackett, “Hot Spots and Hot Moments in Scientific Collaborations and Social Movements”. Los dos hacen un uso excelente de las teorías de la colaboración mediante círculos: Corte en un análisis etnográfico sobre las innovaciones de los ciclistas en la modalidad BMX y Parker y Hackett en un análisis etnográfico de los círculos interdisciplinarios de colaboradores científicos.

A.L.: Me pregunto si el nepotismo juega algún papel dentro de su teoría. Me faltan manos para contar los ejemplos de familiares (Kingsley Amis y Martin Amis, sin ir más lejos) que han entrado en el canon literario y no sé cuánto hay de talento, cuánto de círculo colaborativo y cuánto de clientelismo y otras malas prácticas.
M.F.: No sabría darte una respuesta completa. Los vínculos familiares, sanguíneos o nupciales, están muy presentes en los círculos colaborativos. Esos vínculos son lo que me llevan a ver los círculos como algo cercano a los grupos de amistad. Estas ataduras son mucho más densas y profundas que cuando se trata de colaboraciones ocasionales entre escritores, científicos o artistas. Creo que se diferencian por unos vínculos fuertes que contribuyen a la intimidad instrumental de la que ya he hablado.

A.L.: Ha llegado el momento de cerrar este círculo con algunas palabras finales.
M.F.: En la actualidad estoy investigando sobre lo que denomino primera y segunda generación de los círculos. Ambas generan obras creativas inesperadas y desviadas de sus tradiciones. Cuando luchan por reconocimiento y legitimidad, los miembros de una primera generación forjan una nueva posición en el espacio cultural de una disciplina, una de las cinco o seis posiciones con las que Collins caracteriza cualquier campo en un momento dado. Los círculos de segunda generación son aquellos que se forman en un campo después de que el círculo de primera generación haya cristalizado en una nueva posición. Los círculos de segunda generación luchan por alinearse como “a favor” o “en contra” de la posición adoptada por el primer círculo. Es decir, o bien aceptan la “idiocultura” del círculo de primera generación e intentar construir algo sobre ella, o bien se rebelan contra esos valores. Es frecuente que en el círculo de segunda generación haya un maestro que es un miembro del círculo de la primera generación. La investigación sobre los impresionistas y los postimpresionistas proporciona numerosos ejemplos de las interacciones entre esos círculos intergeneracionales.
Lo que ahora estoy estudiando son las diferencias en las estructuras y en las dinámicas de esos dos tipos de círculos. En esta obra también estoy observando atentamente cómo los miembros del círculo y los gatekeepers intervienen en el desarrollo y en las dinámicas de los círculos colaborativos. Con gatekeepers me refiero aquí a los que toman las decisiones en las academias, así como a los críticos, vendedores y propietarios de obras de arte que median entre los creadores y el mercado. Una vez más, me estoy centrando en los artistas, en parte porque hay muchos datos sobre ellos y en parte porque me siento como en casa con el trabajo creativo que realizan. Creo que las interacciones que se producen entre los dos círculos generacionales tienen lugar en muchas otras disciplinas y lo que estoy aprendiendo sobre los círculos de primera y segunda generación será pertinente para otros ámbitos.

Andrés Lomeña
9 de agosto de 2013

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