jueves, 2 de mayo de 2013

ENTREVISTA A ANDREW PIPER

Mi entrevista con "Andrés Fontanero".

ENTREVISTA CON ANDREW PIPER

ANDRÉS LOMEÑA: Usted ha intentado restaurar la “materialidad del libro” y me imagino que habrá encontrado numerosos obstáculos en el camino. Es paradójico que usted se enfrente a un “déficit bibliográfico” para describir una historia satisfactoria del libro en tanto que objeto cuando en sus textos ha hablado del “superávit bibliográfico”; conozco decenas de obras sobre la historia del libro y hay cientos sobre la historia de la literatura. Sin embargo, no hay libros sobre la historia de los editores, de los traductores o de aquellos que influyeron en las obras al margen de los propios autores. ¿Cuáles han sido los hitos más importantes de su investigación?
ANDREW PIPER: Algunas personas han intentado pensar en la “materialidad” de diferentes formas. En Dreaming in Books, por ejemplo, intenté traer a un primer plano a los agentes intermediarios: los editores [publishers] (capítulo dos), los correctores [editors] (capítulo tres) e incluso los traductores (capítulo cinco) y los ilustradores (capítulo seis). El papel que tuvieron durante el periodo romántico dio forma al significado de ciertos libros; como esos actores tienen un papel distinto en cada periodo histórico, también tienen historias diferentes basadas en las diversas épocas de los libros sobre los que actúan. Mi aspiración era pensar en esos circuitos de significado, para aproximarme a la noción de Robert Darnton de “circuito de comunicación”, más que centrarme en categorías singulares como “el corrector” o “el editor”, que son históricamente variables.
En Book Was There, en cambio, estaba interesado en la historia de las interacciones físicas con los libros, una forma muy diferente de pensar en la materialidad, no como un circuito de producción, sino como una experiencia vívida de la interacción. No creo que haya una historia “del” libro en esos términos, sino más bien diferentes tipos de historias de diferentes tipos de interacciones y prácticas comunicativas.

AL: Ni siquiera un sociólogo como John Urry ha sido capaz de ayudarme a establecer relaciones entre la lectura y el espacio. No sé si usted ha trabajado en esta dirección.
AP: En el capítulo seis de Book Was There, intento delinear la historia de las relaciones espaciales que los libros construyen. No sólo nuestra relación con respecto a los libros, sino el modo en que los libros median en nuestra relación con ciertos tipos de espacios. Pienso que la mayor diferencia entre una espacialidad de la lectura digital y una bibliográfica es la noción de “catching-up”: con el geoposicionamiento, leer digitalmente es a menudo encontrar dónde está alguien en relación a otros. Por el contrario, la lectura de libros se ha tratado históricamente como un modo de perderse.

AL: Estoy bastante interesado en las Humanidades Digitales desde que descubrí Macroanalysis de Matthew Jockers. En 2013, esta disciplina sigue siendo casi inexistente en España. ¿Está usted reciclándose como teórico literario digital? ¿Qué herramientas se precisan para empezar? Jockers me dijo que él tiene predilección por R, pero no sé si es demasiado complejo. Quizás las Humanidades Digitales pertenecerán en el futuro próximo a los ingenieros informáticos.
AP: Me interesan mucho las Humanidades Digitales y el análisis computacional de la literatura. Ahora uso R con regularidad para varios proyectos y he empleado el año en aprender estadísticas y rudimentos de programación. Me interesa, pero no como algo revolucionario o nuevo, sino como un ejemplo más del modo en que las tecnologías de la lectura cambian cómo leemos. Muchos profesores de literatura no saben nada de la historia de los libros y de cómo su producción influye en los tipos de significados que extraemos de ellos. El giro hacia la “hermenéutica computacional” es para mí sólo parte del estudio de la larga historia de cómo los materiales de la lectura dan forma a la lectura. Éstos son tecnológicamente más complicados que los libros, pero el principio es el mismo. Nunca es tarde para aprender y necesitamos asegurarnos de que los estudiantes estén entrenados en este campo: necesitan ser usuarios críticos de sus herramientas informáticas, no herramientas de las herramientas, por así decirlo.

AL: El macroanálisis cuantitativo y la lectura distante me parecen un cambio radical para la sociología de la literatura. ¿Quiénes son los pioneros de esta pequeña revolución teórica?
AP: La lectura computacional tiene diferentes genealogías si nos vamos a la idea de “concordancia” del periodo medieval o más recientemente a los años setenta con un montón de estudios sobre la atribución de la autoría. Eso ha sido así desde siempre, pero sólo ahora parece que está ganando empuje en la disciplina. Un efecto más de Google, diría yo. Franco Moretti fue muy bueno en señalar que los cambios de escala eran importantes para nuevos tipos de análisis literario, pero no me agrada la división binaria entre lectura distante y atenta que estableció. Como todas las dicotomías, son polémicas y están simplificadas. Contradice un gran rango de escalas de lectura: la lectura “distante” puede ser muy atenta en su atención a ciertas palabras, mientras que la lectura atenta puede ser muy expansiva y moverse a través de un gran número de textos y periodos. Yo prefiero la “lectura escalar”, donde necesitamos confrontar la relación que hay entre una escala textual y los tipos de conocimientos que podemos obtener de esa escala. Ésa es la mayor conclusión que extraigo de la lectura computacional.

AL: No sé si está implicado en el proyecto http://www.culturomics.org o qué piensa de él. Me gustaría saber si los académicos están trabajando de forma separada o comparten impresiones e investigaciones. En resumidas cuentas, quisiera saber qué opina del futuro de los estudios literarios.
AP: Aunque soy pesimista sobre el futuro de la raza humana, en general soy optimista sobre el futuro del pensamiento literario. Nuestra disciplina está cambiando, pero eso no es algo malo, sólo es un cambio. Muchas personas se sienten amenazadas porque esto erosiona su autoridad. Cada vez que alguna persona se resiste, necesitas preguntarte: ¿Qué tienen ellos que perder? La respuesta es: si eres profesor titular de universidad, mucho. La lectura computacional no va a borrar la lectura de libros o los estudios literarios tal y como los conocimos. Tampoco pasará con la literatura. El arte de la narración es parte de la condición humana, así que mientras haya humanos (leer más arriba), habrá literatura y personas cuya función es buscar sentidos. Leer computacionalmente es sólo añadir otra dimensión al pensamiento sobre el lenguaje y la naturaleza de la narración. Eso es algo bueno.

AL: Para terminar, dígame si http://literarytopologies.org terminará siendo un libro, sobre todo después de que usted haya redefinido lo que es un libro y de que haya marcado el camino de transición desde las bibliografías convencionales a las nuevas topologías literarias.
AP: Espero que algo de eso se refunda en un libro. Aún creo fervientemente en el valor intelectual de los libros y en el valor cognitivo de la lectura de libros no digitales por todas las razones que esgrimí en Book Was There. Espero que haya editores que publiquen libros en un futuro. El tiempo lo dirá. Pero como escribo en mi libro: “Cuando estemos sobrepasados por los ordenadores, del mismo modo en que estábamos sobrepasados por los libros, necesitamos recordar que lo que nos hace únicos como especie es nuestra habilidad para comunicarnos de formas complejas a través de las palabras y también nuestra habilidad para extender (o dicho de manera más artesanal, para tejer) diferentes modos de comunicación a otros y así otorgar a esas mismas palabras un significado más profundo. Muchos están buscando una poción mágica de convergencia (un único aparato que pueda realizar todas las tareas, como el control remoto universal); algunos de nosotros deberíamos estar continuamente alerta ante las nuevas especies comunicativas. Podemos menospreciar los libros de vez en cuando, pero deberíamos estar seguros de no permitir que el ordenador se convierta en el nuevo libro. El medio universal, como la biblioteca universal, es un sueño que provoca más daños que beneficios.

Andrés Lomeña
2 de mayo de 2013

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