A ver si ésta es la última. La de verdad. Hay que dar un paso al frente.
ENTREVISTA CON TED UNDERWOOD
ANDRÉS LOMEÑA: Patrick Svensson menciona en un artículo la tipología de las Humanidades Digitales de Tara McPherson: humanidades computacionales, humanidades sobre blogs y humanidades multimodales. ¿Cuál es su campo específico y qué le motivó al estudio de las humanidades digitales?
TED UNDERWOOD: Mi aprendizaje fue como historiador de la literatura en los años noventa, pero ya en esos años estaba claro que las grandes bases de datos digitales estaban abriendo la posibilidad de nuevos enfoques en la historia literaria. Aprendí de mucha gente como Mark Olsen, que dirigió el proyecto ARTFL en los años noventa. Publiqué un artículo que usaba la frecuencia de palabras como una parte de un argumento histórico más amplio en Studies in Romanticism en 1995.
En ese momento, sin embargo, los académicos mainstream de literatura (en Estados Unidos, al menos) no estaban realmente interesados en los análisis cuantitativos. Tenemos una tradición muy larga de sospecha respecto de la cuantificación, así que no hice que los estudios digitales fueran algo central en mi “identidad académica”; era un riesgo y no creía que pudiera asumirlo. Mi primer libro es una combinación tradicional de historia social, historia literaria e historia de la ciencia.
Varias cosas cambiaron en la siguiente década, lo que facilitó este tipo de investigaciones. El universo de datos disponibles se expandió y los informáticos desarrollaron nuevas técnicas de análisis. Pero aún más importante: la nueva centralidad de Internet como medio de comunicación hizo que los teóricos de la literatura fueran menos reacios a los estudios digitales. No había una frontera clara entre “escritura” y “cuantificación” porque la escritura misma era cada vez más digital. Esas fronteras difusas ayudaron a la creación de varios proyectos que habían estado ahí, pero que nunca habían sido centrales para las humanidades. Diría que las Humanidades Digitales son un paraguas para varios de esos proyectos: incluyen a académicos que se interesan en los ordenadores como un medio de comunicación, o que historizan la tecnología informática misma, así como a académicos como yo mismo que están interesados en los métodos computacionales de análisis.
En concreto, mi reingreso en este tipo de investigación fue alrededor de 2008 y dependió de John Unsworth, que era entonces decano del GSLIS de Illinois. Él me animó a darle otra oportunidad a los métodos computacionales después de que llevara diez años sin usarlos.
A.L.: Las Humanidades Digitales están en plena ebullición: Literary studies in the Digital Age (http://dlsanthology.commons.mla.org/), las Humanidades Digitales postcoloniales (http://dhpoco.org/), la biblioteca digital HadthiTrust (www.hathitrust.org), el ADN del libro (http://www.booklamp.org/) o Culturomics (http://www.culturomics.org/). Usted ha estudiado los periodos literarios y me gustaría preguntarle por esos periodos en la propia historia literaria. ¿Se está produciendo una revolución teórica gracias a las Humanidades Digitales? El entusiasmo que despierta esta disciplina me recuerda a las promesas iniciales de los estudios culturales. Jonathan Culler me contó que quizás viviríamos algo así como un neo-postestructuralismo. ¿Cómo ha cambiado la teoría literaria contemporánea y de qué forma afecta a la academia?
T.U.: Los teóricos de la literatura se sienten muy cómodos con una narrativa de la disciplina que enfatiza la sucesión de metodologías o teorías. Así es como tradicionalmente contamos nuestra historia, pero no estoy seguro de que ésa sea en realidad una buena explicación de lo que está pasando ahora.
Una de las premisas tácitas del modelo “secuencial” es que estamos abordando una evolución interna de un campo único y delimitado llamado “estudios literarios” o “humanidades”. Imaginamos que un acercamiento teórico reemplaza a otro “dentro” de un campo definido de estudio.
No creo que eso sea lo que estamos viendo ahora. En su lugar, estamos asistiendo a una difuminación o pérdida de las fronteras disciplinarias y quizás incluso de la frontera entre “las humanidades” y las ciencias “sociales” o “informáticas”. No está claro que cualquiera de las metodologías antiguas estén siendo descartadas o desplazadas, pero los temas disponibles para los estudiosos de la literatura se están expandiendo. Las fronteras entre los estudios literarios y la teoría de los medios, por ejemplo, se están disolviendo. Y cuando hay proyectos que me interesan sobremanera (modelos computacionales en la teoría literaria), es muy difícil decir en qué disciplina se encuadran esos proyectos. Se han hecho trabajos muy buenos en literatura ahora por autores que están en departamentos de historia, sociología o informática. Me parece que esos límites del discurso que conocemos como “teoría literaria” se han vuelto discutibles.
Los investigadores literarios son muy reacios a enmarcar el tema de esa forma. Es extraño, estamos más cómodos con un debate que supone un “juego de suma-cero” que con las posibilidades de expansión que tiene nuestra disciplina.
A.L.: Leí Contra las Humanidades Digitales de Richard Marche y El lado oscuro de las Humanidades Digitales. No salgo de mi asombro al contemplar el gran número de detractores que tiene la disciplina en tan poco tiempo. ¿Qué está pasando en las facultades de humanidades? Veo las HD como parte del problema y como parte de la solución. Se os acusa de ser una estructura tecnocrática; quizás haya llegado el momento de repolitizar el campo de estudio.
T.U.: Siempre hay una batalla por el poder y la autoridad en la academia. Eso nunca se acaba. Si esa batalla tiene mucho peso intelectual es otra cuestión.
Como ya he dicho antes, nos gustan las narrativas que adoptan la forma de conflicto de “suma cero” entre las metodologías en competición. Estoy seguro de que se escribirá mucho a favor o en contra de las Humanidades Digitales, como si se tratara de un movimiento coherente.
Personalmente, no creo que las HD constituyan un proyecto intelectual coherente. Como ya dije antes, las veo como un término que se usa en un montón de empresas intelectuales diferentes, con diferentes orígenes. Aunque es cierto que hay varias personas ondeando banderas “a favor” o “en contra” de las HD como si fueran un “todo”, no estoy seguro de que esas banderas tengan mucho sentido.
En cuanto a la cuestión de la repolitización: estas acusaciones se han vuelto muy frecuentes en las humanidades. En realidad, todos mis colegas tienen fuertes opiniones políticas: los veo en mítines y colaboramos en campañas políticas. En serio, no conozco a ningún humanista que sea “apolítico”. Me temo que cuando algunos acusan a una disciplina de estar “poco politizada” lo que de verdad pasa es que esas personas no están prestando atención a las cadenas de opinión política. Ante esa queja, sólo me sale encogerme de hombros. Hay muchas versiones del activismo de izquierda; me gustaría imaginar que todos nos complementamos, pero no todos lo sienten así.
A.L.: A ver si nos queda claro: ni big data ni lo contrario. ¿Datos sostenidos en el tiempo, entonces? Tampoco hay que decidirse por la lectura atenta o la distante. ¿Lectura media, pues?
T.U.: No tengo opiniones normativas en este asunto. Lo de “big data” induce a error porque los humanistas, los comerciantes, los científicos sociales y los informáticos se refieren a cuatro o cinco cosas totalmente distintas y yo no estoy contra ninguna de ellas.
Me encanta la tradicional lectura atenta. La practico mucho. Una vez más, me remito a mi observación de que los humanistas construyen demasiado a menudo batallas imaginarias de suma cero con las diversas metodologías. Si las personas quieren hacer lectura distante, a mí me parece bien. Si quieren centrarse en la lectura atenta, también me parece bien. Es un mundo grande: hay espacio para los distintos métodos.
A.L.: ¿Franco Moretti es el gran pionero de esta disciplina?
T.U.: No lo creo, aunque tengo un enorme respeto por Moretti, y creo que es un crítico brillante, y que la lectura distante es un concepto maravilloso que yo he tomado prestado. La obra de Mark Olsen en los noventa anticipó todo lo que Moretti y Matt Jockers han realizado recientemente. Voy a ser algo provocativo aquí y diré que es bastante posible que los pioneros más importantes de la lectura distante no sean los críticos literarios, sino los informáticos. Las fronteras disciplinarias que hemos trazado alrededor de este proyecto son imaginarias.
A.L.: Usted sostiene que el “contraste histórico” hizo que el estudio de la literatura se emancipara de la historia. Esto ha dejado algunos puntos ciegos en la historia literaria. ¿Cuáles son las lagunas de conocimiento más sangrantes en el campo literario?
T.U.: Amigo, ésa es una gran pregunta. Me lo tomaré como una invitación para resumir mi próximo libro, Por qué importaban los periodos literarios. Creo que una de las lagunas de los estudios literarios es que no nos damos cuenta de cuánto prestigio ha dependido de las historias de ruptura y discontinuidad (periodos, movimientos, “intervenciones”, giros catastróficos en la historia cultural, etcétera). La autoridad de nuestra disciplina ha descansado en esas narrativas de ruptura durante más de un siglo; es una historia bien conocida. Sin embargo, nos confundimos constantemente al verlo como algo subversivo. Después de todo, “ruptura” y “fragmentación” suena subversivo, ¿no? La popularidad de Michel Foucault en los estudios literarios ha dependido hasta cierto punto de esa laguna, aunque me apresuro a decir que Foucault fue un escritor genuinamente innovador.
Más allá de esa ceguera en nuestro entendimiento, pienso que hay muchos aspectos de la historia literaria que no hemos visto aún porque no aplicamos la escala de lectura adecuada donde se hacen visibles los interrogantes. Ésa es, desde luego, la promesa de la lectura distante y creo que es una promesa real: pienso que estamos empezando a ver un fenómeno que previamente no habíamos podido describir.
A.L.: ¿Está de acuerdo con Eric Hayot en su artículo Contra la periodización?
T.U.: Creo que Hayot acierta al observar que los desafíos intelectuales de la periodización han persistido durante mucho tiempo. También acierta al decir que los desafíos puramente intelectuales casi no han tenido efectos en la institución.
No obstante, no coincido plenamente con la intención normativa de su argumento. Mi libro pretende comprender por qué la periodización ha tenido tanto poder institucional y por qué ahora puede perder ese poder. Yo no ofrezco un análisis sintomático de la institución y tampoco sugiero que necesitemos o bien reformar los periodos literarios o bien desecharlos. Creo que tendríamos que relajar la concepción que tenemos de la disciplina, pero probablemente necesites leer el último capítulo del libro para entender de qué manera se relaciona eso con la periodización.
A.L.: En España las HD son como un campo de estudio nonato. ¿Qué nos recomendaría? ¿Cuánto le llevó aprender a usar las herramientas digitales?
T.U.: No puedo aconsejar sobre toda esta cultura: sería tremendamente arrogante por mi parte. Por cierto, hubo un día internacional centrado en las humanidades digitales en España y Portugal: http://www.globaloutlookdh.org/dia-de-las-humanidades-digitales-2013-en-espanol-y-portugues/ Algunas de las instituciones implicadas estaban en Latinoamérica (México y Brasil) o en Portugal más que en España, pero espero que sean posibles ciertos avances en tu país. Estoy convencido de que hay personas en España que saben mucho de programación. Es una cuestión de conectar disciplinas o de unir diferentes partes de una universidad.
Personalmente, empecé con algún conocimiento en programación en los ochenta. Estaba muy oxidado en 2009 cuando empecé a hacer investigación digital de forma seria. Me había saltado varias décadas de la historia de la informática aprendiendo historia literaria, así que gasté un año sabático aprendiendo nuevas tecnologías y disciplinas. Fue divertido porque eran temas nuevos y porque necesitaba la información para abordar algunas cosas que quería hacer. Aprender a programar es, en mi opinión, un buen lugar para empezar, pero hay muchas otras cosas. Hay muchas otras disciplinas que tienen relevancia en las humanidades. El “aprendizaje automático”, por ejemplo, o la lingüística computacional. Creo que los que están interesados en los métodos computacionales para las humanidades necesitarán gastar algún tiempo explorando esas disciplinas. La biblioteca y la ciencia de la información es importante también.
A.L.: ¿Tiene alguna idea de cuánta gente está haciendo Humanidades Digitales? Sería como un juego de metahumanidades digitales. Por cierto, ¿tanta euforia no podría llevar a una burbuja de las HD?
T.U.: Me parece que la gente de la UCL ha hecho algunos intentos para calcular el campo de estudio y contar el número de personas a nivel mundial: http://blogs.ucl.ac.uk/dh/2012/01/20/infographic-quantifying-digital-humanities/
Sobre la burbuja de las HD: es muy posible. Las humanidades se seguirán moviendo hacia nuevos espacios. Siempre lo hacen. La verdad es que no pienso en mí mismo como alguien que pertenece a una subdisciplina llamada Humanidades Digitales. Me veo más bien como sentado a horcajadas sobre las disciplinas de la historia literaria y la informática (especialmente en los campos de minería de datos y aprendizaje automático). La informática por sí sola no va a ninguna parte, pero creo que estará con nosotros durante un tiempo.
A.L.: ¿Con qué nos sorprenderá en el futuro?
T.U.: Quiero trazar la historia del género literario usando métodos digitales y a la vez hacer que esos métodos avancen un poco.
A.L.: Para concluir, recomiende alguna novela para romper esa imagen de analista cuantitativo literario.
T.U.: Por desgracia, mis opiniones estéticas más efusivas se dan en el género de ciencia-ficción, lo cual puede que no rompa esa imagen de analista cuantitativo. Me encanta Ursula Le Guin, Gene Wolfe, China Miéville y Kim Stanley Robinson. El libro de Gene Wolf La quinta cabeza de Cerbero es una obra maestra injustamente subestimada con resonancias postcoloniales, aunque no sé si se ha traducido. La trilogía de Marte de Robinson está traducida y es una historia profundamente humana.
28 de junio de 2013
Andrés Lomeña
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