jueves, 4 de abril de 2024

Nunca es (ni será) solo sexo

Entrevista con el psicoanalista inglés Darian Leader.

El sexo nunca es solo sexo: es mucho más. Las cosas siempre se complican, por mucho que se quiera aplicar un reduccionismo fisiológico a la sexualidad. Y esas complejidades proceden a menudo de nuestro subconsciente. El psicoanalista Darian Leader, autor de obras tan audaces como ¿Por qué no podemos dormir? (Sexto Piso, 2019), regresa con Nunca es solo sexo (Sexto Piso, 2024), un análisis tan sorprendente como consistente sobre lo que esconde y lo que muestra el deseo sexual. Una obra subyugante sobre las contradicciones del ser humano a la hora de establecer relaciones íntimas con el otro (o consigo mismo).

ANDRÉS LOMEÑA: Su libro lleva a cabo un psicoanálisis inverso y me gustaría preguntarle si esa idea de ver el miedo, la angustia u otros sentimientos detrás del sexo en lugar de ver sexo detrás del trauma es solo un hilo conductor de su libro o le sirve como marco general para analizar la cultura.
DARIAN LEADER: Uno de los principales resultados en el siglo XX fue que las experiencias que creían estar basadas en emociones positivas estaban en realidad más ligadas a experiencias negativas. El deseo sexual no estaba tan impulsado por una atracción brutal como por sentimientos de soledad, angustia, inseguridad o ira. Esa es la razón por la que, en ocasiones, las personas pueden sentir una necesidad urgente de sexo cuando se sienten más vulnerables. Muchos otros fenómenos sociales y culturales se entienden mejor cuando los vemos como formas de luchar contra el miedo, la ira y la angustia. Más que asumir que el sexo tiene que estar detrás de todo, necesitamos explorar lo que se esconde tras el sexo.

A.L.: ¿Somos ahora algo más autoconscientes de las estructuras psíquicas que nos gobiernan o seguimos estando ciegos cuando se trata de las profundidades de la consciencia? ¿Se pueden sublimar los deseos peligrosos e inmorales?
D.L.: Por desgracia, no creo que ahora seamos más conscientes de nuestras estructuras psíquicas de lo que éramos antes. Con nuestra educación ilustrada y liberal y una cultura supuestamente woke, podríamos haber esperado cierto progreso, pero vemos a diario el resurgimiento de la violencia y de los prejuicios, a menudo con un barniz artístico para que se vuelva aceptable. El hecho de que películas como Pobres criaturas y Oppenheimer puedan alcanzar semejante éxito cultural es testimonio de esto. La misoginia y la glorificación de la violencia es lo que la gente disfruta, y eso es lo que ven muchos de ellos cada noche en sus televisores. Llámalo sublimación si quieres, pero es decepcionante que no haya más conciencia crítica de estos problemas.

A.L.: Me he reído histéricamente cuando cuenta que en el siglo XVII no era infrecuente aplaudir durante el coito. De forma más general, el libro es un interesante viaje por la historia de las ideas. ¿De qué manera se conecta este libro con el resto de su obra?
D.L.: Me alegra que el libro te haya hecho reír. Mi obra no es tan ambiciosa como una historia de las ideas, pero esta investigación se parece a las demás en el interés por la historia y en acudir a las fuentes originales. Si hay un tema que comparten todos mis libros es quizás la tensión que hay entre lo narrativo y lo no narrativo, o entre lo que puede convertirse en una historia y lo que no. Quizás nuestras vidas psíquicas giran en torno a este dilema.

A.L.: Lo he contado a menudo, y por patético que suene, mi vida romántica y sexual en la adolescencia solo puede entenderse con ayuda del alcohol. Creo que me daba miedo no ya el sexo, sino acercarme a hablar con la otra persona.
D.L.: Bueno, está claro que hablar es una parte importante en todo esto. Cualquier acercamiento entre personas requiere alguna mediación, ya sea química (alcohol, otras drogas) o puramente vocal (hablar de fútbol, del tiempo). Cuando la gente queda, no dice “vamos a vernos”, sino “quedemos para tomar café”, como si siempre tuviera que haber algo entre ellos. Y después, cuando hablas, necesitas algo sobre lo que hablar, necesitas una moneda de cambio. Por eso los juegos de rol sexuales son tan populares, ya que solucionan ese problema.

A.L.: Gracias por actualizar las ideas de Freud y devolverle la dignidad que le han quitado muchos psicólogos actuales.
D.L.: Freud es una fuente inagotable de conocimiento, por no hablar de su compasión y humanidad, así que espero que mi libro anime a la gente a seguir leyéndolo.

sábado, 10 de febrero de 2024

El ser humano anclado al Cielo

Entrevista con el filósofo Rémi Brague.

Muchos filósofos suelen imaginar la metafísica mediante la imagen del árbol del conocimiento de Descartes: la metafísica sería similar a las raíces de un árbol, algo soterrado e intangible. Otra forma de visualizar esta rama de la filosofía es tratar de encontrar a un gato negro en una habitación oscura (que quizás no está siquiera en esa habitación). El pensador francés Rémi Brague reflexiona en torno a estas cuestiones teológico-filosóficas en Las anclas en el cielo (Encuentro, 2022). Asciendan por esta conversación hasta donde puedan elevarse.

ANDRÉS LOMEÑA: Su libro es un breve recorrido por la metafísica occidental. ¿Tenemos una arquitectura psicológica basada en lo intangible? ¿No se puede escapar del pensamiento metafísico, entonces?
RÉMI BRAGUE: La imagen de un árbol invertido con las raíces en la cima no es mía, sino simplemente de Platón, de su obra Timeo. En cuanto al de las anclas en el cielo, lo tomé prestado de Rivarol, un saboyano francófono. Comencemos reconociendo esto: el pensamiento decididamente posmetafísico puede resolver algunos de los problemas que plantea la condición humana. No necesitamos la metafísica para proporcionar una descripción de la Naturaleza que permita su uso en nuestro beneficio. Me refiero a una ciencia que conduzca a una tecnología. Tampoco la necesitamos para encontrar una fórmula que permita la coexistencia pacífica de las personas en una sociedad política; todo lo que se necesita es una especie de pacto mutuo de no agresión.
Por otra parte, necesitamos la metafísica para responder a la pregunta por el ser, pregunta que es por otra parte la más fundamental, pero también la más tradicional, de las que plantea la metafísica. Sin embargo, resulta que hoy en día esta cuestión ya no se limita al reducido espacio de los seminarios universitarios. Ha roto sus diques e invadido el vasto campo de la vida cotidiana. De hecho, durante siglos, áreas cada vez más amplias de nuestra vida se han emancipado de la tutela de los instintos para quedar bajo el dominio de la libertad y la razón, lo cual es en sí mismo un bien enorme que hay que celebrar. O, mejor dicho, seguirá siendo un bien mientras la libertad y la razón no se vuelvan contra la vida, que es su fundamento esencial. No necesitamos la metafísica para regular la existencia de personas que ya están vivas. Pero ¿qué pasa con las que aún no están aquí y quién reemplazará a las que mueran?
La perpetuación de la especie humana está cada vez menos asegurada por la fuerza irracional del instinto; se confía cada vez más en la elección racional de la libertad. Por lo tanto, se necesitan razones para actuar; en resumen, para tener hijos. Para que esto sea legítimo, la vida debe ser un bien en sí misma y, por tanto, el Ser ha de valer más que la Nada, tesis que pertenece legítimamente a la metafísica.

A.L.: ¿Sigue Dios siendo el protagonista de nuestra era secular, pese al enfado de los nuevos ateos como Richard Dawkins?
R.B.: Tuve la oportunidad de burlarme amablemente de la campaña publicitaria lanzada por Dawkins y sus amigos, esos carteles en los autobuses ingleses con el lema: “Probablemente no exista Dios. Deja de preocuparte y disfruta de tu vida”. Fue cómico, pero involuntariamente cómico. Por un lado, por la representación imbécil de un Dios aguafiestas, que nos haría preocuparnos (“worrying”). Pero sobre todo la invitación: “disfruta tu vida”, porque ese es todo el problema. Por un lado, la fórmula contiene redundancias innecesarias, porque ¿qué vida podríamos disfrutar sino la nuestra propia? Y, además, ¿cómo tendríamos derecho a “infligir vida” (la fórmula es de Chateaubriand) a personas a las que no podemos pedir su opinión? Para que esto tenga sentido, debemos, en última instancia, creer en un Dios benevolente, que crea la vida, que la ama y que quiere que la tengamos para siempre. De lo contrario, dar vida a niños es simplemente condenarlos a una muerte aplazada. El ateísmo, si es lógico consigo mismo, debe detener la aventura humana en la generación actual… La verdad del ateísmo es el suicidio. Dostoievski lo vio claramente en Los Demonios (1872), con el personaje de Kirillov. Hemos trasladado el problema del nivel del individuo al de la especie, y el experimento está en marcha…

A.L.: En La ley de Dios desarrolla la idea de que Dios ya no se presenta como un legislador. ¿Qué implica eso? Y en La sabiduría del mundo, lleva a cabo una historia de las visiones del cosmos. ¿Qué tipo de cosmovisión ve hegemónica?
R.B.: La Ley de Dios muestra que las reglas de la buena vida provienen de Dios, pero de Dios como creador, no como legislador. Están presentes en la razón humana, en la que Dios confía para encontrar los caminos correctos para conducir sus vidas. El cristianismo no añade nuevos mandamientos al Decálogo. Pero él tiene en cuenta nuestra incapacidad para seguirlos y nos ofrece la gracia que nos da la fuerza para hacerlo, y la misericordia cuando nos hemos desviado.
En cuanto a La sabiduría del mundo, termina con la constatación de una pérdida: el modelo resultante de la corriente dominante de la filosofía griega no ha resistido a los descubrimientos astronómicos modernos, y no se trata de ceder a ninguna nostalgia, menos aún al sueño de volver allí. Podríamos caracterizar nuestra visión del mundo actual como una mezcla de dos modelos, ambos procedentes de la Antigüedad. En cuanto al universo físico, lo describimos según las categorías del materialismo epicúreo: componentes muy pequeños (átomos, partículas, incluso “cuerdas”) cuya combinación fortuita produce necesariamente los fenómenos que vemos hoy. Podemos descubrir las leyes de este mundo y formularlas rigurosamente en lenguaje matemático, pero no lo entendemos en el sentido riguroso de este verbo. En consecuencia, en cuanto a nuestra presencia en él, nos sentimos como extraños que han aparecido por casualidad y que deben jugar con él como náufragos en un océano de absurdo sobre una balsa de significado.
El cristianismo, por su parte, sugiere tomar en serio la primera frase del Cuarto Evangelio: “en el principio (o: en principio) estaba el Logos: razón, significado”. Y enseña que podemos tener acceso a este Logos, que es también un Amor creador que nos llama a cada uno de nosotros a ser, como la persona insustituible que somos, y que le da los medios para florecer.

A.L.: Jacques Delors falleció recientemente. Él, junto a otros, ha sido importante para la construcción del proyecto europeo. Usted ha analizado las raíces romanas de Europa. ¿Alguna observación filosófica sobre el presente y futuro de la Unión Europa?
R.B.: Podemos emitir el juicio que queramos sobre la acción de Delors. Eso se lo dejo a los analistas políticos. En cualquier caso, tuvo el mérito de decir que Europa necesitaba un alma, y no sólo un mercado y unas instituciones. Lo que quiero decir con Europa no es la Unión Europea, aunque creo que el proyecto inicial era noble y digno de apoyo; en lo que se ha convertido desde entonces es otra historia. Para mí, Europa es ante todo un tipo de cultura completamente original, incluso paradójica. Si la Unión, que se enorgullece de ser europea, toma este adjetivo en un sentido más que puramente geográfico, estará diciendo la verdad. De lo contrario, se engañará a sí misma.
En cuanto al alma, ¿realmente deberíamos dársela? ¿Acaso esta alma no está ya ahí desde el principio? Está presente en lo más noble de la civilización grecorromana y en las costumbres de los pueblos que entraron en ella con las grandes migraciones del final de la Antigüedad, y especialmente en la Biblia, origen común del judaísmo y el cristianismo. Tanto la herencia griega como las religiones bíblicas llegaron a nosotros a través de lo que yo llamo la “ruta romana”.
Por tanto, no se trata de pretender introducir en la Unión Europea una nueva espiritualidad que vendría de fuera. Sería más sensato hacerle recuperar la conciencia de los tesoros intelectuales, morales y espirituales que yacen dormidos en su interior, y que además inspiraron a la mayoría de los padres fundadores. Prefiero llamar a estos principios “fuentes” que debemos aprovechar mediante esfuerzos activos, en lugar de “raíces”, que de todos modos ya están ahí y que nos inmovilizan. No tengo idea del posible futuro de la UE porque no soy clarividente, pero tengo algunas ideas sobre las condiciones que podrían permitirle tener futuro, y son justamente los “tesoros” que acabo de mencionar.

martes, 16 de enero de 2024

Idealismo analítico y consciencia universal: entrevista con el filósofo Bernardo Kastrup

El materialismo científico se ve a sí mismo como un hecho consumado. Sin embargo, el idealismo analítico de Bernardo Kastrup se ha propuesto demostrar su falsedad. La obra más reciente del autor, Pensar la ciencia (Atalanta, 2023), intenta invertir el sentido del debate y mostrar las inconsistencias lógicas de un cientificismo que o bien elimina el fenómeno de la consciencia o bien se empeña en anular verdades axiomáticas en nombre de una objetividad mal entendida. Kastrup explora un nuevo paradigma que no rechaza lo empírico, sino más bien todo lo contrario, si bien se trata de un empirismo con un enfoque diferente y con unas implicaciones, cuando menos, sorprendentes.

ANDRÉS LOMEÑA: Dice que la consciencia individual es algo separado de una consciencia universal. Eso me suena a una forma extraña de panteísmo.
BERNARDO KASTRUP: Añadir nombres y etiquetas no será de ayuda, así que olvídalas. Vayamos a lo básico: ¿cuál es el único hecho preteórico de la naturaleza? Se trata del hecho de la subjetividad. Antes de empezar a teorizar sobre la naturaleza de la realidad somos sujetos, y nuestras teorías se crean dentro de nuestra subjetividad. Las experiencias, con sus cualidades, tienen lugar dentro de la subjetividad. Las cantidades, por otro lado, son simples descripciones de las cualidades de la experiencia. Nosotros describimos la experiencia cualitativa de la distancia en metros, o la del tiempo en minutos, o la temperatura de un objeto en grados Celsius, el peso del equipaje en kilogramos, y así sucesivamente. El materialismo confunde la descripción con la cosa descrita, el mapa con el territorio. No necesitamos eso. La naturaleza puede estar constituida por estados experienciales, incluso si la mayoría de esos estados son externos a nuestras mentes individuales. Es decir, para que la naturaleza sea experiencial no se necesita que esté dentro de nosotros, como ocurre con mis pensamientos, que son experienciales y sin embargo están fuera de tu mente. Con el idealismo analítico, toda la naturaleza se forma mediante estados experienciales, tanto los que están ahí dentro como ahí fuera. Esos estados son excitaciones (vibraciones) de un campo espacialmente abierto de subjetividad. Igual que no hay más onda en un lago que el propio lago formando ondas, no hay más estados experienciales que los del campo de subjetividad. Tú y yo somos segmentos disociados del resto de la naturaleza a causa de esa disociación, igual que una persona que sufre un trastorno de identidad disociativo parece tener varios centros de conciencia separados o personalidades alternativas.

A.L.: Le confieso que yo soy un materialista, aunque acepto que quizás no haya entendido bien lo que el propio materialismo implica. ¿Ve posible una convergencia en el pensamiento de algunos autores occidentales materialistas y su enfoque?
B.K.: No soy quién para pensar que todos necesitamos cogernos de las manos y cantar el Kumbaya. Hay campos diferenciados de la actividad intelectual humana que a menudo son incompatibles. Otros son compatibles, pero buscan responder a diferentes preguntas. El superhombre de Nietzsche, por ejemplo, es un intento de encontrar un sentido vital en ausencia de una relación con la trascendencia. Tiene poco sentido preguntarse si es compatible con el idealismo analítico, ya que incluso aunque este idealismo abre la puerta a la trascendencia, si uno no puede sentirla, tendrá que luchar con el problema que Nietzsche afrontó. En lo que concierne a mi obra, la pregunta es: ¿cuál es la naturaleza esencial de la realidad? En otras palabras, qué es la realidad, en contraposición a cómo se comporta (a esto último responde la ciencia). Las respuestas provisionales a esas cuestiones serán verdaderas o falsas con independencia de si encajan con otros dominios de la actividad humana que buscan responder a diferentes cosas, como el arte o la economía. Dicho esto, el idealismo analítico encaja sorprendentemente bien con las doctrinas de muchas de las tradiciones espirituales del mundo, a las que Aldous Huxley llamó la filosofía perenne. Eso, desde luego, es reconfortante para mí.

A.L.: Otra idea que me confunde es su opinión sobre el panpsiquismo. Patricia Churchland se ha burlado de esta corriente filosófica al decir: “¿Un muerto es consciente? Si todo tiene consciencia, ¿por qué no la iban a tener los cadáveres?”
B.K.: El error fundamental que comete la gente cuando se pregunta si una taza de té o una cuchara es consciente es proyectar la estructura del lenguaje en el mundo, como si eso fuera la estructura ontológica del mundo. Lo que posee nombre no es necesariamente distinto de otras cosas. Tenemos nombres para todos los océanos (Atlántico, Índico, Pacífico), ¿pero dónde termina el Pacífico y dónde empieza el Índico? La respuesta es que no hay océanos; los océanos son un artefacto lingüístico del pensamiento que nosotros proyectamos sobre el mundo. Es conveniente pensar en océanos separados, pero eso es todo. ¿Dónde termina un río y empieza el mar? Si una mesa es consciente, ¿adquiere una de sus patas una vida interior consciente si la arranco de la mesa? ¿Qué ocurre si la vuelvo a colocar? ¿Si una roca en la cima de una montaña se desprende y rueda cuesta abajo, ¿su consciencia se separa de la de la montaña mientras está en el aire y luego se fusiona con la de la montaña cada vez que rebota? La respuesta a todas estas preguntas es que en la naturaleza no hay objetos: no hay mesas, ni patas de mesas, rocas, montañas, ríos u océanos. El universo inanimado es un todo integrado en un nexo causal. Nosotros lingüísticamente creamos segmentos de este todo integrado para nuestra conveniencia y luego confundimos la estructura de nuestro lenguaje con la estructura de la realidad. Solamente los seres vivos son empíricamente distinguibles de sus entornos, por lo que si me clavas una aguja en el brazo la sentiré, pero si la clavas en una pata de la silla sobre la que me siento, no la notaré. Todo lo demás (el mundo inanimado que rodea a los seres vivos) es una única cosa, no una colección de cosas. Y esa cosa es consciente, sí. Pero no tiene sentido preguntarse si la cuchara es consciente porque ya hemos dicho que no hay cuchara. Lo que llamamos así es un segmento de un todo que creamos arbitrariamente. Solo existe un todo consciente y los seres vivos conscientes que están disociados de ese todo.

A.L.: En el libro cuenta que tuvo una disputa muy agria con Michael Graziano.
B.K.: Graziano me llamó místico porque no tenía nada mejor que replicar a mi crítica de su afirmación increíblemente simplona de que la consciencia no existe. Recurre a un hombre de paja y a los ataques ad hominem cuando se queda de inmediato sin argumentos sustanciales. Simpatizo con los místicos, pero ese no es mi camino. Soy una persona que utiliza la razón y la evidencia. Tengo enormes dificultades para desacoplar mi estado de consciencia de su base analítica. Los relatos de los místicos me reconfortan porque parecen encajar bien con el idealismo analítico, pero no defiendo mi postura en base a un conocimiento espiritual. Discuto en base a la evidencia empírica, el principio de parsimonia, el poder explicativo, la consistencia interna y la coherencia general.

A.L.: Seguro que ya está pensando en otros proyectos.
B.K.: Acabo de terminar un libro, Idealismo analítico en pocas palabras, que saldrá en octubre de 2024. También estoy escribiendo uno nuevo sobre la noción jungiana de daimon y el papel que este desempeña en mi propia vida, así como su relación con la mente occidental. Durante 2024, espero escribir algún texto teórico nuevo y original para construir un modelo conceptual riguroso de disociación basado en el principio de exclusión de la Teoría de la Información Integrada. También estoy pensando en el fenómeno OVNI, dadas las recientes revelaciones que hubo. Ya veremos si eso me lleva a publicar algo.