sábado, 10 de febrero de 2024

El ser humano anclado al Cielo

Entrevista con el filósofo Rémi Brague.

Muchos filósofos suelen imaginar la metafísica mediante la imagen del árbol del conocimiento de Descartes: la metafísica sería similar a las raíces de un árbol, algo soterrado e intangible. Otra forma de visualizar esta rama de la filosofía es tratar de encontrar a un gato negro en una habitación oscura (que quizás no está siquiera en esa habitación). El pensador francés Rémi Brague reflexiona en torno a estas cuestiones teológico-filosóficas en Las anclas en el cielo (Encuentro, 2022). Asciendan por esta conversación hasta donde puedan elevarse.

ANDRÉS LOMEÑA: Su libro es un breve recorrido por la metafísica occidental. ¿Tenemos una arquitectura psicológica basada en lo intangible? ¿No se puede escapar del pensamiento metafísico, entonces?
RÉMI BRAGUE: La imagen de un árbol invertido con las raíces en la cima no es mía, sino simplemente de Platón, de su obra Timeo. En cuanto al de las anclas en el cielo, lo tomé prestado de Rivarol, un saboyano francófono. Comencemos reconociendo esto: el pensamiento decididamente posmetafísico puede resolver algunos de los problemas que plantea la condición humana. No necesitamos la metafísica para proporcionar una descripción de la Naturaleza que permita su uso en nuestro beneficio. Me refiero a una ciencia que conduzca a una tecnología. Tampoco la necesitamos para encontrar una fórmula que permita la coexistencia pacífica de las personas en una sociedad política; todo lo que se necesita es una especie de pacto mutuo de no agresión.
Por otra parte, necesitamos la metafísica para responder a la pregunta por el ser, pregunta que es por otra parte la más fundamental, pero también la más tradicional, de las que plantea la metafísica. Sin embargo, resulta que hoy en día esta cuestión ya no se limita al reducido espacio de los seminarios universitarios. Ha roto sus diques e invadido el vasto campo de la vida cotidiana. De hecho, durante siglos, áreas cada vez más amplias de nuestra vida se han emancipado de la tutela de los instintos para quedar bajo el dominio de la libertad y la razón, lo cual es en sí mismo un bien enorme que hay que celebrar. O, mejor dicho, seguirá siendo un bien mientras la libertad y la razón no se vuelvan contra la vida, que es su fundamento esencial. No necesitamos la metafísica para regular la existencia de personas que ya están vivas. Pero ¿qué pasa con las que aún no están aquí y quién reemplazará a las que mueran?
La perpetuación de la especie humana está cada vez menos asegurada por la fuerza irracional del instinto; se confía cada vez más en la elección racional de la libertad. Por lo tanto, se necesitan razones para actuar; en resumen, para tener hijos. Para que esto sea legítimo, la vida debe ser un bien en sí misma y, por tanto, el Ser ha de valer más que la Nada, tesis que pertenece legítimamente a la metafísica.

A.L.: ¿Sigue Dios siendo el protagonista de nuestra era secular, pese al enfado de los nuevos ateos como Richard Dawkins?
R.B.: Tuve la oportunidad de burlarme amablemente de la campaña publicitaria lanzada por Dawkins y sus amigos, esos carteles en los autobuses ingleses con el lema: “Probablemente no exista Dios. Deja de preocuparte y disfruta de tu vida”. Fue cómico, pero involuntariamente cómico. Por un lado, por la representación imbécil de un Dios aguafiestas, que nos haría preocuparnos (“worrying”). Pero sobre todo la invitación: “disfruta tu vida”, porque ese es todo el problema. Por un lado, la fórmula contiene redundancias innecesarias, porque ¿qué vida podríamos disfrutar sino la nuestra propia? Y, además, ¿cómo tendríamos derecho a “infligir vida” (la fórmula es de Chateaubriand) a personas a las que no podemos pedir su opinión? Para que esto tenga sentido, debemos, en última instancia, creer en un Dios benevolente, que crea la vida, que la ama y que quiere que la tengamos para siempre. De lo contrario, dar vida a niños es simplemente condenarlos a una muerte aplazada. El ateísmo, si es lógico consigo mismo, debe detener la aventura humana en la generación actual… La verdad del ateísmo es el suicidio. Dostoievski lo vio claramente en Los Demonios (1872), con el personaje de Kirillov. Hemos trasladado el problema del nivel del individuo al de la especie, y el experimento está en marcha…

A.L.: En La ley de Dios desarrolla la idea de que Dios ya no se presenta como un legislador. ¿Qué implica eso? Y en La sabiduría del mundo, lleva a cabo una historia de las visiones del cosmos. ¿Qué tipo de cosmovisión ve hegemónica?
R.B.: La Ley de Dios muestra que las reglas de la buena vida provienen de Dios, pero de Dios como creador, no como legislador. Están presentes en la razón humana, en la que Dios confía para encontrar los caminos correctos para conducir sus vidas. El cristianismo no añade nuevos mandamientos al Decálogo. Pero él tiene en cuenta nuestra incapacidad para seguirlos y nos ofrece la gracia que nos da la fuerza para hacerlo, y la misericordia cuando nos hemos desviado.
En cuanto a La sabiduría del mundo, termina con la constatación de una pérdida: el modelo resultante de la corriente dominante de la filosofía griega no ha resistido a los descubrimientos astronómicos modernos, y no se trata de ceder a ninguna nostalgia, menos aún al sueño de volver allí. Podríamos caracterizar nuestra visión del mundo actual como una mezcla de dos modelos, ambos procedentes de la Antigüedad. En cuanto al universo físico, lo describimos según las categorías del materialismo epicúreo: componentes muy pequeños (átomos, partículas, incluso “cuerdas”) cuya combinación fortuita produce necesariamente los fenómenos que vemos hoy. Podemos descubrir las leyes de este mundo y formularlas rigurosamente en lenguaje matemático, pero no lo entendemos en el sentido riguroso de este verbo. En consecuencia, en cuanto a nuestra presencia en él, nos sentimos como extraños que han aparecido por casualidad y que deben jugar con él como náufragos en un océano de absurdo sobre una balsa de significado.
El cristianismo, por su parte, sugiere tomar en serio la primera frase del Cuarto Evangelio: “en el principio (o: en principio) estaba el Logos: razón, significado”. Y enseña que podemos tener acceso a este Logos, que es también un Amor creador que nos llama a cada uno de nosotros a ser, como la persona insustituible que somos, y que le da los medios para florecer.

A.L.: Jacques Delors falleció recientemente. Él, junto a otros, ha sido importante para la construcción del proyecto europeo. Usted ha analizado las raíces romanas de Europa. ¿Alguna observación filosófica sobre el presente y futuro de la Unión Europa?
R.B.: Podemos emitir el juicio que queramos sobre la acción de Delors. Eso se lo dejo a los analistas políticos. En cualquier caso, tuvo el mérito de decir que Europa necesitaba un alma, y no sólo un mercado y unas instituciones. Lo que quiero decir con Europa no es la Unión Europea, aunque creo que el proyecto inicial era noble y digno de apoyo; en lo que se ha convertido desde entonces es otra historia. Para mí, Europa es ante todo un tipo de cultura completamente original, incluso paradójica. Si la Unión, que se enorgullece de ser europea, toma este adjetivo en un sentido más que puramente geográfico, estará diciendo la verdad. De lo contrario, se engañará a sí misma.
En cuanto al alma, ¿realmente deberíamos dársela? ¿Acaso esta alma no está ya ahí desde el principio? Está presente en lo más noble de la civilización grecorromana y en las costumbres de los pueblos que entraron en ella con las grandes migraciones del final de la Antigüedad, y especialmente en la Biblia, origen común del judaísmo y el cristianismo. Tanto la herencia griega como las religiones bíblicas llegaron a nosotros a través de lo que yo llamo la “ruta romana”.
Por tanto, no se trata de pretender introducir en la Unión Europea una nueva espiritualidad que vendría de fuera. Sería más sensato hacerle recuperar la conciencia de los tesoros intelectuales, morales y espirituales que yacen dormidos en su interior, y que además inspiraron a la mayoría de los padres fundadores. Prefiero llamar a estos principios “fuentes” que debemos aprovechar mediante esfuerzos activos, en lugar de “raíces”, que de todos modos ya están ahí y que nos inmovilizan. No tengo idea del posible futuro de la UE porque no soy clarividente, pero tengo algunas ideas sobre las condiciones que podrían permitirle tener futuro, y son justamente los “tesoros” que acabo de mencionar.

martes, 16 de enero de 2024

Idealismo analítico y consciencia universal: entrevista con el filósofo Bernardo Kastrup

El materialismo científico se ve a sí mismo como un hecho consumado. Sin embargo, el idealismo analítico de Bernardo Kastrup se ha propuesto demostrar su falsedad. La obra más reciente del autor, Pensar la ciencia (Atalanta, 2023), intenta invertir el sentido del debate y mostrar las inconsistencias lógicas de un cientificismo que o bien elimina el fenómeno de la consciencia o bien se empeña en anular verdades axiomáticas en nombre de una objetividad mal entendida. Kastrup explora un nuevo paradigma que no rechaza lo empírico, sino más bien todo lo contrario, si bien se trata de un empirismo con un enfoque diferente y con unas implicaciones, cuando menos, sorprendentes.

ANDRÉS LOMEÑA: Dice que la consciencia individual es algo separado de una consciencia universal. Eso me suena a una forma extraña de panteísmo.
BERNARDO KASTRUP: Añadir nombres y etiquetas no será de ayuda, así que olvídalas. Vayamos a lo básico: ¿cuál es el único hecho preteórico de la naturaleza? Se trata del hecho de la subjetividad. Antes de empezar a teorizar sobre la naturaleza de la realidad somos sujetos, y nuestras teorías se crean dentro de nuestra subjetividad. Las experiencias, con sus cualidades, tienen lugar dentro de la subjetividad. Las cantidades, por otro lado, son simples descripciones de las cualidades de la experiencia. Nosotros describimos la experiencia cualitativa de la distancia en metros, o la del tiempo en minutos, o la temperatura de un objeto en grados Celsius, el peso del equipaje en kilogramos, y así sucesivamente. El materialismo confunde la descripción con la cosa descrita, el mapa con el territorio. No necesitamos eso. La naturaleza puede estar constituida por estados experienciales, incluso si la mayoría de esos estados son externos a nuestras mentes individuales. Es decir, para que la naturaleza sea experiencial no se necesita que esté dentro de nosotros, como ocurre con mis pensamientos, que son experienciales y sin embargo están fuera de tu mente. Con el idealismo analítico, toda la naturaleza se forma mediante estados experienciales, tanto los que están ahí dentro como ahí fuera. Esos estados son excitaciones (vibraciones) de un campo espacialmente abierto de subjetividad. Igual que no hay más onda en un lago que el propio lago formando ondas, no hay más estados experienciales que los del campo de subjetividad. Tú y yo somos segmentos disociados del resto de la naturaleza a causa de esa disociación, igual que una persona que sufre un trastorno de identidad disociativo parece tener varios centros de conciencia separados o personalidades alternativas.

A.L.: Le confieso que yo soy un materialista, aunque acepto que quizás no haya entendido bien lo que el propio materialismo implica. ¿Ve posible una convergencia en el pensamiento de algunos autores occidentales materialistas y su enfoque?
B.K.: No soy quién para pensar que todos necesitamos cogernos de las manos y cantar el Kumbaya. Hay campos diferenciados de la actividad intelectual humana que a menudo son incompatibles. Otros son compatibles, pero buscan responder a diferentes preguntas. El superhombre de Nietzsche, por ejemplo, es un intento de encontrar un sentido vital en ausencia de una relación con la trascendencia. Tiene poco sentido preguntarse si es compatible con el idealismo analítico, ya que incluso aunque este idealismo abre la puerta a la trascendencia, si uno no puede sentirla, tendrá que luchar con el problema que Nietzsche afrontó. En lo que concierne a mi obra, la pregunta es: ¿cuál es la naturaleza esencial de la realidad? En otras palabras, qué es la realidad, en contraposición a cómo se comporta (a esto último responde la ciencia). Las respuestas provisionales a esas cuestiones serán verdaderas o falsas con independencia de si encajan con otros dominios de la actividad humana que buscan responder a diferentes cosas, como el arte o la economía. Dicho esto, el idealismo analítico encaja sorprendentemente bien con las doctrinas de muchas de las tradiciones espirituales del mundo, a las que Aldous Huxley llamó la filosofía perenne. Eso, desde luego, es reconfortante para mí.

A.L.: Otra idea que me confunde es su opinión sobre el panpsiquismo. Patricia Churchland se ha burlado de esta corriente filosófica al decir: “¿Un muerto es consciente? Si todo tiene consciencia, ¿por qué no la iban a tener los cadáveres?”
B.K.: El error fundamental que comete la gente cuando se pregunta si una taza de té o una cuchara es consciente es proyectar la estructura del lenguaje en el mundo, como si eso fuera la estructura ontológica del mundo. Lo que posee nombre no es necesariamente distinto de otras cosas. Tenemos nombres para todos los océanos (Atlántico, Índico, Pacífico), ¿pero dónde termina el Pacífico y dónde empieza el Índico? La respuesta es que no hay océanos; los océanos son un artefacto lingüístico del pensamiento que nosotros proyectamos sobre el mundo. Es conveniente pensar en océanos separados, pero eso es todo. ¿Dónde termina un río y empieza el mar? Si una mesa es consciente, ¿adquiere una de sus patas una vida interior consciente si la arranco de la mesa? ¿Qué ocurre si la vuelvo a colocar? ¿Si una roca en la cima de una montaña se desprende y rueda cuesta abajo, ¿su consciencia se separa de la de la montaña mientras está en el aire y luego se fusiona con la de la montaña cada vez que rebota? La respuesta a todas estas preguntas es que en la naturaleza no hay objetos: no hay mesas, ni patas de mesas, rocas, montañas, ríos u océanos. El universo inanimado es un todo integrado en un nexo causal. Nosotros lingüísticamente creamos segmentos de este todo integrado para nuestra conveniencia y luego confundimos la estructura de nuestro lenguaje con la estructura de la realidad. Solamente los seres vivos son empíricamente distinguibles de sus entornos, por lo que si me clavas una aguja en el brazo la sentiré, pero si la clavas en una pata de la silla sobre la que me siento, no la notaré. Todo lo demás (el mundo inanimado que rodea a los seres vivos) es una única cosa, no una colección de cosas. Y esa cosa es consciente, sí. Pero no tiene sentido preguntarse si la cuchara es consciente porque ya hemos dicho que no hay cuchara. Lo que llamamos así es un segmento de un todo que creamos arbitrariamente. Solo existe un todo consciente y los seres vivos conscientes que están disociados de ese todo.

A.L.: En el libro cuenta que tuvo una disputa muy agria con Michael Graziano.
B.K.: Graziano me llamó místico porque no tenía nada mejor que replicar a mi crítica de su afirmación increíblemente simplona de que la consciencia no existe. Recurre a un hombre de paja y a los ataques ad hominem cuando se queda de inmediato sin argumentos sustanciales. Simpatizo con los místicos, pero ese no es mi camino. Soy una persona que utiliza la razón y la evidencia. Tengo enormes dificultades para desacoplar mi estado de consciencia de su base analítica. Los relatos de los místicos me reconfortan porque parecen encajar bien con el idealismo analítico, pero no defiendo mi postura en base a un conocimiento espiritual. Discuto en base a la evidencia empírica, el principio de parsimonia, el poder explicativo, la consistencia interna y la coherencia general.

A.L.: Seguro que ya está pensando en otros proyectos.
B.K.: Acabo de terminar un libro, Idealismo analítico en pocas palabras, que saldrá en octubre de 2024. También estoy escribiendo uno nuevo sobre la noción jungiana de daimon y el papel que este desempeña en mi propia vida, así como su relación con la mente occidental. Durante 2024, espero escribir algún texto teórico nuevo y original para construir un modelo conceptual riguroso de disociación basado en el principio de exclusión de la Teoría de la Información Integrada. También estoy pensando en el fenómeno OVNI, dadas las recientes revelaciones que hubo. Ya veremos si eso me lleva a publicar algo.

lunes, 3 de abril de 2023

Plan de 10 puntos de Maria Ressa, Premio Nobel de la Paz 2021, para abordar la crisis de información

Apelamos a todos los gobiernos democráticos respetuosos con los derechos a:

1. Exigir a las empresas tecnológicas que lleven a cabo evaluaciones independientes sobre su impacto en los derechos humanos, que tendrán que hacerse públicas, así como demandar transparencia en todos los aspectos de su negocio (desde la moderación de los contenidos hasta el impacto de los algoritmos en el procesado de datos, pasando por las políticas de integridad).
2. Proteger el derecho a la intimidad de los ciudadanos mediante leyes robustas de protección de datos.
3. Condenar públicamente los abusos contra la libertad de prensa y contra los periodistas en general, y comprometerse a financiar y asistir a medios de comunicación independientes y a periodistas sometidos a ataques.

Instamos a la Unión Europea a:

4. Ser ambiciosa a la hora de hacer cumplir las Leyes sobre Servicios y Mercados Digitales para que esas leyes signifiquen algo más que simple “papeleo” para las empresas y para que estas se vean obligadas a aplicar cambios en sus modelos de negocio, como el de poner fin a la amplificación algorítmica que amenaza a derechos fundamentales y esparce la desinformación y el odio, incluidos los casos en que los riesgos tienen su origen más allá de las fronteras de la UE.
5. Proponer urgentemente una legislación que prohíba una publicidad de vigilancia, reconociendo que dicha práctica resulta fundamentalmente incompatible con los derechos humanos.
6. Hacer cumplir adecuadamente la Regulación sobre la Protección de Datos Generales para que los derechos sobre los datos de las personas sean finalmente una realidad.
7. Incluir potentes salvaguardas para la seguridad de los periodistas, la sostenibilidad de los medios de comunicación y las garantías democráticas en el espacio digital en la redacción de la próxima Ley Europea de Libertad de los Medios de Comunicación.
8. Proteger la libertad de los medios de comunicación cortando de raíz la corriente de desinformación. Ello implica que no deberían existir exenciones especiales ni trajes a medida para ninguna organización ni individuo en ninguna legislación relativa a tecnología o medios de comunicación. Con los flujos de información globalizados, ello supondría entregar un cheque en blanco a los gobiernos y los actores no estatales que producen desinformación a escala industrial para dañar las democracias y polarizar las sociedades en todo el mundo.
9. Plantar cara a la extraordinaria maquinaria de los lobbies, a las campañas de astroturfing [técnica publicitaria usada en redes sociales para crear una corriente de opinión falsa] y a la existencia de puertas giratorias entre grandes empresas tecnológicas e instituciones de gobierno europeo.

Llamamos a la ONU a:

10. Designar a un enviado especial del Secretario General de Naciones Unidas concentrado en la Seguridad de los Periodistas (SESJ), que desafíe el statu quo y, finalmente, eleve el precio de atentar contra los periodistas.

sábado, 26 de marzo de 2022

Los hardcorianos

El HUFFPOST ha perdido uno de mis artículos y he querido rescatarlo para el blog.

Un ajuste de cuentas con el pasado musical.

El evangelio del hardcore.

La música hardcore fue parte de mi adolescencia. Por suerte (aprendí y disfruté) y por desgracia (presencié lo peor del borreguismo y de la conformidad social). A muchos de ustedes ni les sonará. Seguramente torturaron sus mentes con alguna otra cosa. Ahora la mitad de los hardcorianos reniega de aquella embolia adolescente. La otra mitad ha cronificado la enfermedad por pereza intelectual o por nostalgia: “Si a los veinte años no eres hardcore, es que no tienes cabeza; si a los cuarenta has dejado de serlo, es que no tienes corazón”.

El hardcore era la madre del cordero del terraplanismo musical de mi época: o eras hardcoriano, o eras el otro, el extranjero, el enemigo. El fanatismo hardcore tenía unos valores prístinos y nobles. Al igual que cualquier religión que se precie, no se contentaba con encarnar La Verdad, sino que además debía hacer proselitismo: “El hardcore significa integridad y autenticidad”. Valores tan elevados como vacíos de significado, un poco como el creyente que está a favor de la vida (y en contra del aborto) por considerarla sagrada, pero aprueba alegremente la pena de muerte. No hay contradicción cuando no te planteas el valor de la coherencia.

Autenticidad significaba no venderse, ser una minoría compacta, estar unidos por una marginalidad acomodaticia e irreal. Si el sociólogo francés Pierre Bourdieu viera el panorama, se descojonaría ante un intento tan pueril de distinción disfrazado de gente de las calles. Los hardcorianos que conozco han pisado los bajos fondos de las ciudades tanto como Leonor de Borbón. En cuanto al valor de la integridad, tenía que ver con la honestidad y la lealtad. Y los hardcoretas lo eran en abstracto. Al fin y al cabo, su única praxis era sentirse hardcoretas. Es la lógica impecable del votante de un partido cuya lealtad consiste en apoyar todo lo que decida su partido.

Si no eras hardcore, se mofaban de ti por ser grunge, heavy o popero. Una tribu urbana que no quería ser prejuzgada ni etiquetada repartía etiquetas sociales sin ruborizarse. No obstante, la infausta moda del hardcore tiene una parte positiva: podemos inferir dinámicas parecidas en otros estilos musicales, aunque yo creo que en mi entorno la hegemonía de los hardcoritos se llevó la palma del integrismo. Había discusiones demencialmente narcisistas acerca de quién era realmente más hardcore o sobre si sentían realmente la música o no. Si intentabas plegarte a esta nueva secta del ruido, podías salir escaldado por tus captadores. Un amigo que llegó tarde a esta dogmática revolución del sonido se bajó un poco los pantalones (literalmente, cosas de la estética hardcore) y lo admitieron a regañadientes como un hardcoriano de segunda (sin el pedigrí del “verdadero” hardcoreta). Ya saben: integridad y autenticidad.

Simone de Beauvoir escribió que la mujer no nace, se hace. Bien, pues en el hardcore no es así. El hardcoriano (varón, apenas hay mujeres) nace, no se hace.

Tratado sobre el hardcore.

Primero quise escribir una novela sobre el hardcore. No me vi capaz y pensé en un cuento. Luego entendí que me interesaba más la (anti)filosofía de este estilo musical (vacuo y despolitizado donde yo lo padecí, aunque no puedo hablar de cómo ha sido en otras partes del mundo); reconvertiría el cuento en un breve tratado filosófico sobre cómo el accidente puede convertirse en sustancia. No hay nada más inmutable y a la vez voluble que el hardcore: si te gustaba la banda NOFX, entonces era forzosamente un grupo de hardcore melódico. Se ajustaban las categorías a tus preferencias personales y listo. La metafísica del hardcore consiste en que el estilo no evoluciona, pero se adapta, ex-ante, a lo que dirán sus popes. Y esos popes son invisibles, o no son fáciles de ver, y nadie sabe bien quién controla la masa ni los pogos de los conciertos. ¡El hardcore encierra un misterio en su duro corazón!

Finalmente, solo he conseguido escribir un artículo muy cutre sobre el hardcore, lo cual otorga la victoria a los hardcorianos: la mediocridad es el tatuaje indeleble que tendremos quienes nos hemos socializado a través de esa música, que fue el vehículo idóneo para transmitir una vigorosa filosofía de la nada. Asimismo, el hardcore es la moral relativista perfecta: tiene una esencia, pero al igual que Groucho Marx, tiene otra si no te gusta. El hardcore es como Dios hecho verbo: “Yo soy el que soy, es decir, el hardcore no es más que hardcore, pero también es algo más que simple música, es un estilo de vida, es algo más grande que su propio Ser”.

La música hardcore que recibí en forma de hostias es la diarrea mental de quienes se enorgullecen de pensar sin pensar, de follar sin nadie con quien hacerlo y de hacer música desde la rabia para justificar que no tienen por qué justificarse de nada. El hardcore, tal y como lo importaron en mi barrio, es como el dictador de Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos: alguien que se creó a sí mismo, la causa incausada.

El hardcore, a ojos de sus correligionarios, nació de su propio fuego interior y la llama aún perdura… achicharrando así a quienes hagan oídos sordos a un falocentrismo musical amplificado y lleno de distorsiones.

Hardcore lives!

martes, 31 de agosto de 2021

¡Hay que desculturizar la cultura!

Entrevista con el profesor Víctor Vich.

Tenemos nuevo ministro de cultura y parece un buen momento para reflexionar sobre cómo promover la vida cultural de los ciudadanos. Para ello hay que fomentar la gestión cultural, es decir, el diseño y aplicación de políticas culturales. No faltan elogios a la cultura ni másters de gestión cultural, aunque echamos en falta una visión crítica de los gestores culturales. Víctor Vich, autor de Desculturizar la cultura, aboga por una gestión cultural transformadora porque todo lo demás sería cultura sin fondo, barbarie disfrazada de civilización.

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Qué entiende por desculturizar la cultura?
VÍCTOR VICH: Por desculturizar la cultura me refiero a cuatro dimensiones. En primer lugar, se trata de sacar a la cultura de su autonomía, de los meros debates culturalistas y articularla con problemáticas sociales. La cultura es estructuradora de todos los campos de la vida (económicos, laborales, etcétera). En segundo lugar, se trata de entender la cultura en su tensión interna: en su dimensión liberadora, pero también en su manera de reproducir u ocultar el poder. La cultura es una buena y una mala palabra. La poesía de César Vallejo es cultura, pero desgraciadamente también lo es el patriarcado o la violencia doméstica. La cultura no solo es un objeto, sino además una manera en la que el vínculo social ha quedado regulado. Es un también hábito. En tercer lugar, el proyecto apuesta por revelar las dimensiones culturales de problemas aparentemente no culturales. La regulación de la jornada laboral no parece un tema cultural, sino de legislación, pero lo es. El derecho al tiempo libre es para mí la primera demanda de cualquier política cultural. Desde ahí, se trata de posicionar al sector cultural como una agente de transformación social más allá de las puras lógicas del mercado.

A.L.: ¿Qué instituciones han de liderar las políticas culturales? V.V.: Hay al menos tres actores en la gestión cultural: la sociedad civil, el estado y el mercado. Una gestión exitosa es la que consigue articularlos. Las políticas culturales más interesantes son las que surgen de los intereses de la propia población y no son impuestas desde arriba.

A.L.: ¿Por qué le parece errada la postura en materia cultural de Mario Vargas Llosa? V.V.: Vargas Llosa escribió un libro titulado La civilización del espectáculo donde se queja de la cultura contemporánea, pero en sus argumentos casi no aparece la palabra capitalismo. El capitalismo (que él mismo defiende casi como un cruzado) es el sistema que fomenta los males que su visión detecta. Con los años, Vargas Llosa no solo se ha vuelto un intelectual cada vez más conservador, sino increíblemente contradictorio. Es una pena.

A.L.: ¿La cultura ayudará a arreglar otro tipo de problemas? V.V.: Seguimos sin entender el rol decisivo de la cultura para combatir los grandes problemas nacionales. Este es un punto clave: no hay reforma educativa sin políticas culturales sólidas. La escuela no es el único lugar educativo; los niños no son los únicos que necesitan educarse en este país. En la sociedad actual mercantilizada todos necesitamos reaprender y las políticas culturales son decisivas al respecto.

martes, 25 de febrero de 2020

ENTREVISTA A MARIO BUNGE

Entrevisté al filósofo argentino Mario Bunge a finales de 2006. Ahora leo sobre su fallecimiento (1919-2020). He recuperado la entrevista, que por algún motivo se perdió en el ciberespacio.

ENTREVISTA A MARIO BUNGE

ANDRÉS LOMEÑA: En su opinión, ¿Qué es lo más perjudicial de la postmodernidad y quiénes la han alentado?
MARIO BUNGE: El irracionalismo, o sea, el rechazo a la razón y, con ello, el rechazo a lo característicamente humano. El postmodernismo nació en Francia hace unas tres o cuatro décadas. Sus figuras más influyentes fueron Derrida, Barthes y Foucault.

A.L.: Califica el psicoanálisis como una pseudociencia. ¿Qué opinión le merece el conductismo?
M.B.: El psicoanálisis es una pseudociencia porque en más de un siglo de existencia no se ha montado un solo laboratorio psicoanalítico para poner a prueba las fantasías de Freud y sus adláteres. El conductismo, aunque científico, es muy limitado, ya que no se ocupa de la mente. Por este motivo ha muerto hace tiempo. La psicología viva es la neurociencia cognitiva y afectiva.

A.L.: Si no podemos fiarnos de Richard Dawkins en materia evolutiva, ¿A quién hacemos caso?
M.B.: A los trabajos de investigación que publican las revistas científicas, tales como Nature y Science, las que no publican las homilías de Dawkins, quien se limita a divulgar, en periódicos no especializados, la biología evolutiva de su invención.

A.L.: En la polémica entre Jürgen Habermas y Peter Sloterdijk sobre la eugenesia, ¿Por quién se decanta?
M.B.: Nunca oí hablar de Sloterdijk. No todas las celebridades europeas logran atravesar el Atlántico.

A.L.: ¿Usted considera resuelta la dicotomía cuerpo-mente?
M.B.: En efecto. Ya desde Hipócrates se sabe que los procesos mentales son cerebrales: que no existe el alma inmaterial e inmortal, invención de teólogos recogida por filósofos que no están al día con la psicología biológica.

A.L.: Por último, ¿Qué visión tiene del presente o qué consejo nos da para el futuro?
M.B.: Andamos muy mal porque estamos asesinando a la naturaleza y porque no practicamos la democracia. Creo que hay que tomar medidas drásticas para salvar la naturaleza y construir sociedades que no se basen en la explotación de las personas y naciones débiles.

domingo, 3 de marzo de 2019

ENVIDIA COCHINA de LAS RANAS DEL NACIMIENTO

Recupero esta canción, todo un himno en Coín durante los años noventa.