miércoles, 5 de junio de 2013

ENTREVISTA DE DOUGLAS RUSHKOFF

"Digifrenia", "fractalnoia" y otros efectos nocivos de los mass media.

ENTREVISTA CON DOUGLAS RUSHKOFF

ANDRÉS LOMEÑA: Ha recibido, entre muchos otros, los premios Marshall McLuhan y Neil Postman. Siento cierta vergüenza porque mis profesores de periodismo nunca me hablaron de su obra cuando yo era estudiante. ¿Se siente como la última gran figura de la “ecología de los medios” y de la escuela de Toronto?
DOUGLAS RUHKOFF: No mucho. Los ecologistas de los medios son muy tardíos. Para ser exactos, ellos dieron conmigo después de que yo publicara mi libro Media Virus. Me preguntaron por McLuchan y cuánta influencia había tenido en mi obra. Tuve que admitir que no le había leído. Entonces empecé a ser invitado a los comités. Yo era el optimista digital, mientras que Neil Postman era el pesimista digital. Así llegamos a ser amigos.
Tus profesores no te hablaron de mí porque en realidad yo no era uno de ellos. Hice teatro en la universidad. No obtuve mi doctorado hasta el pasado verano y lo hice por pura diversión. No soy un académico, así que la mayoría de los académicos ven mi obra como algo poco riguroso, pero tiene la rigurosidad de la conexión real con el mundo, los medios de comunicación y la cultura. Eso se acerca mucho al modo de trabajo de McLuhan: escribe primero, pon las notas al pie a continuación. Así que en ese sentido soy un continuador.

A.L.: ¿Qué piensa de Clay Shirky, Chris Anderson y otros pensadores “tecnoutópicos”? ¿Qué me dice de Nicholas Carr y Mark Bauerlein, o de cualquiera que cree que nuestros cerebros están sufriendo ciertos cambios como consecuencia de las nuevas tecnologías?
D.R.: Me gustan Clay, Chris, Nicholas y Mark. Pienso que se les ve como pro o antitecnología, lo cual es una trampa. No sé hasta qué punto son ellos los responsables o en qué medida es la forma en que a los periodistas les gusta cubrir las cosas... siempre polarizadas. Si escribes artículos donde dices cosas como “Google nos hace tontos”, vas a ser visto como un opositor a la tecnología. Prefiero no criticar tanto las tecnologías como la forma en que las usamos. No me saca de quicio la bandeja de entrada de mi correo electrónico; me sacan de mis casillas las personas al otro lado de esos emails porque esperan que responda inmediatamente, como si ellos me estuvieran llamando al teléfono.

A.L.: No quiero perder la oportunidad de preguntarle por Morozov. El grupo de sociología al que pertenezco suele debatir acaloradamente sobre él.
D.R.: Mi opinión sobre él cambió cuando me vi en el lado equivocado en una de sus críticas. Me da la sensación de que está un poco desesperado por recibir atención e intenta captarla atacando a las personas. Sé cómo funciona esto y estoy seguro de que yo lo hice en el pasado. Solía escribir artículos explicando que un ciberexperto era mala persona por aquello en lo que creía... Eso es lo que en Internet se conoce como un “troll”. Consigues atención atacando a cualquiera que sea popular. El caso de Morozov es una vergüenza porque creo que es una de las personas más brillantes a la hora de reflexionar sobre las relaciones entre la red, la democracia y la acción social. Es muy difícil (básicamente imposible) enfrentarse a él.

A.L.: ¿Es El shock del presente su obra maestra? Supongo que es una especie de homenaje crítico a El shock del futuro de Alvin Toffler.
D.R.: Sí, es mi magnum opus. Al menos es lo mejor de lo que soy capaz. Creo que siempre será considerado mi mejor libro (no quiero decir que no vaya a escribir otros, pero éste dice probablemente todo cuanto tenía que decir). No es tanto una crítica o un elogio a El shock del futuro como su sucesor. El futuro fue hace diez minutos. Estamos en una fase diferente, con un desafío temporal distinto. Estamos viviendo de muchas maneras dentro del futuro que Toffler describió. No es algo que se aproxime a nosotros, es algo en lo que estamos inmersos. Y eso es muy distinto. Además, ya no estamos volcados hacia el futuro. Estamos aquí, en el presente. No hay futuro. Sólo existe el ahora. Eso es diferente.

A.L.: En El shock del presente ha descrito cinco importantes efectos narcóticos de los medios de masas: el colapso narrativo, la “digifrenia”, el pasarse de rosca [overwinding], la “fractalnoia” y el apocalipsis. Siempre cabe preguntar: ¿Qué deberíamos hacer? ¿Abrazar el movimiento a favor de la lentitud?
D.R.: Desacelerar es una buena estrategia. Es una gran idea para imponerse un ritmo en el mundo, pero no es apropiado en todas las circunstancias. A veces quieres hacer las cosas deprisa. Una pregunta más importante es cómo permitir que tu propio sentido del tiempo dicte las cosas, antes de que un reloj dicte todo lo que haces. Hay que conectarse al ritmo natural de las personas, e incluso al día y a la noche, o a la luna, más que a los números de algún reloj. Hay muchos relojes dentro de la persona, muchos ritmos que ignoramos por nuestra cuenta y riesgo.
Esto es muy fácil. Mira al cielo ocasionalmente. Recuerda que el tiempo no es algo genérico. No te conformes con tus tecnologías; haz que tus tecnologías se acomoden a ti. Los humanos son lo que está en juego, no nuestros microprocesadores.

A.L.: ¿Alguna recomendación que no debamos pasar por alto?
D.R.: Honradamente, sugeriría hacer algo como yoga o taichí. Cualquier cosa que estimule un poco el acto de escuchar los ritmos internos de uno mismo. Pienso que aprender a programar (o, al menos, entender de verdad un dispositivo digital) es también una idea realmente buena. Hace que esas máquinas parezcan menos “sabelotodo”. También animaría a las personas a no estar siempre “en línea”. Aléjate de tus cacharros. No vivas en un estado de miedo permanente a sufrir “desconexiones”. No es divertido.

5 de junio de 2013
Andrés Lomeña

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