domingo, 23 de marzo de 2014

ENTREVISTA CON JOSÉ VAN DIJCK

ENTREVISTA CON JOSÉ VAN DIJCK

ANDRÉS LOMEÑA: The culture of connectivity describe la rápida evolución del ecosistema de los medios. Con la compra de WhatsApp por el gigante Facebook, vislumbramos una nueva fase en la creciente presión hacia la participación y la conectividad. Esas plataformas de Internet promueven la desregulación neoliberal a través de sus insaciables modelos de negocio. ¿Acaso funcionan los medios sociales como una especie de esfera pública distópica?
JOSÉ VAN DIJCK: El ecosistema de los medios ligados a la conectividad está evolucionando muy rápido y apenas tenemos la oportunidad de escrutar la textura del sistema: los modelos de negocio, propiedad y gobierno o las tecnologías (ocultas o visibles) que canalizan la participación de los usuarios a través de las plataformas.
La compra de WhatsApp por una suma astronómica (diecinueve mil millones de dólares por una empresa con cincuenta y cuatro empleados) es sólo un paso más en la rápida secuencia de absorciones de Facebook (tras la compra de Instagram y la operación fallida para comprar Snapchat), lo que consolida su rol de “puerta de entrada privilegiada” en el universo de las redes. Algunas empresas de tecnología punta (Google, Facebook y Amazon) están convirtiéndose en los gatekeepers dominantes de la red, si no son ya los únicos. Este ecosistema está privatizado casi en su totalidad. Los usuarios, por su parte, se han convertido en productos de los medios sociales: el número de usuarios es una variable importante a la hora de concretar el valor económico de las plataformas en caso de que haya absorciones u ofertas públicas.
¿Nos lleva todo esto a una esfera pública distópica? Mi mayor reparo tiene que ver con la desaparición de la esfera pública en sí: si toda la comunicación en red y el tráfico social on line se controla a través de un ecosistema producido, gobernado y regulado por dos o tres empresas, ¿qué queda del “valor público”? Hay bastante preocupación por la privacidad en el contexto de los medios sociales, pero esa inquietud mantiene una esfera pública sin teorizar. En mi próximo libro, que he coescrito con Thomas Poell, el tema de los medios sociales y el valor público será algo central.

A.L.: Su argumento parece bastante cercano a la burbuja de filtros de Eli Pariser. Él también persigue nuevas definiciones para lo público y nos ha hecho recordar que el gatekeeping de Facebook, Twitter y otras redes sociales es de todo menos neutral. ¿Confluyen sus pensamientos con los de Pariser?
J.V.D.: Mi tesis es mucho más amplia que la de Pariser, pero evidentemente contiene sus preocupaciones sobre la burbuja de filtros: la información y los datos que se filtran a través de los mismos canales carecen de neutralidad. Cada plataforma se programa para insertar a los usuarios en una cierta tendencia a través de algoritmos invisibles y de modelos de negocio cambiantes. Pero más allá de los filtros individuales y de las plataformas, encontramos una lógica de los medios sociales: un conjunto de principios y mecanismos con los que se gobierna el tráfico social. Esta lógica ha pasado a formar parte de nuestro tejido social y ahora determina cómo interactuamos, qué noticias llegan a ser populares, qué información vemos y cómo nuestro comportamiento on line define lo que queremos ver en el futuro.
Todas las plataformas de medios sociales se están convirtiendo en empresas de datos y están interconectadas a través de acuerdos y sistemas de intercambio de información; esas plataformas (Facebook, Twitter, Google+, Snapchat, Vine, Instagram, WhatsApp, Reddit, etcétera) no son tanto una colección de burbujas de filtros como lo que yo he llamado un ecosistema de medios para la conectividad. El ecosistema forma un “nirvana de interoperabilidad”. Google y Facebook tienen su propia cadena vertical de plataformas y quizás sean competidores, pero ambos operan de acuerdo con una lógica similar; si una plataforma no responde a esta lógica, simplemente se sale del radar y se aleja de la órbita de los usuarios. Las plataformas sin ánimo de lucro o “públicas” (la Wikipedia es la más representativa) dependen casi enteramente de Google, Facebook o Twitter (en ese orden) para atraer tráfico a sus páginas web.

A.L.: ¿Qué autores están haciendo un buen trabajo crítico? El software toma el mando de Lev Manovich ha sido muy inspirador para mí. Desde mi punto de vista, Internet está lleno de manifiestos neoliberales más o menos velados: el manifiesto cluetrain, la retórica psicológica del fluir (flow) y la adaptabilidad a los cambios tecnológicos, la “clase creativa” y los modelos wiki adaptados a la economía de mercado, la autoorganización y un largo etcétera. ¿Tiene una propuesta concreta para redefinir la esfera pública?
J.V.D.: En primer lugar, soy una seguidora de la obra de Lev Manovich y desde luego también puedo recomendar el libro coeditado por Tarleton Gillespie Media Technologies: Essays on Communication, Materiality and Society (MIT Press, 2013). Lo que necesitamos como antídoto para los múltiples manifiestos neoliberales que ensalzan el “nuevo poder de los usuarios” es un conjunto de herramientas críticas para analizar esas plataformas y para comprender sus mecanismos invisibles. Afortunadamente, la ola tecnoutópica de gurús que elogiaban a Google, Facebook, YouTube y Twitter por ser los supuestos nuevos libertadores de la cultura, los promotores de la ciudadanía y los motores de las revoluciones democráticas ha llegado a su fin. En lugar de eso, necesitamos un pensamiento más realista, crítico y matizado sobre los social media que evalúe el estado de las instituciones públicas y privadas y cómo éstas se ven afectadas por la economía de la interconexión en red.

A.L.: Michael Hardt propuso cuatro figuras subjetivas de la crisis en la Declaración que escribió junto con Toni Negri. Una de ellas era “el mediatizado” (las otras figuras eran el endeudado, el asegurado y el representado). ¿Se puede escapar de esta idea negativa de la conectividad? Parece que la única forma de resistencia es saber decir no.
J.V.D.: La resistencia es uno de los temas más importantes en este campo: ¿cómo resisten los usuarios ante los poderosos sistemas en los que están inmersos? Yo he identificado hackers, tweakers, manifestantes, objetores legales, quitters y activistas, pero la ingenuidad metódica de las voces críticas tiene fórmulas más variadas y por eso merecen atención académica. Decir no, desgraciadamente, no es suficiente para escapar al ambiente de la conectividad (ni qué decir que la conectividad tiene cosas buenas y malas). Es crucial entender cómo funcionan las plataformas de los medios sociales, una actitud que exige bastante esfuerzo. Salirse de una red social no es una opción para muchas personas (especialmente para los más jóvenes) porque se están autoexcluyendo de la socialización. En mi libro sobre la cultura de la conectividad he dicho: “Estamos enfrentados no sólo a los obstáculos tecnoeconómicos, sino también a las normas sociales, a los imperativos ideológicos y a la lógica cultural” (Página 171). La comodidad es parte de la lógica cultural: el poder seductor de la mayoría de las plataformas radica en su uso libre y gratuito. La comodidad es el enemigo de la agudeza crítica.

A.L. Le doy las gracias por ayudarnos a construir una nueva esfera pública en la era digital. ¿Algo que añadir?
J.V.D.: El título provisional de mi nuevo libro es Los medios sociales y la transformación del espacio público. Thomas Poell y yo estamos organizando una gran conferencia en Amsterdam sobre este tema y tendremos listas varias publicaciones que aparecerán a raíz de este proyecto.

23 de marzo de 2014
Andrés Lomeña

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