martes, 18 de febrero de 2014

ENTREVISTA CON MARY-JANE RUBENSTEIN

¿Vivimos en un universo o en un multiverso?

Entrevista interesantísima con la autora de "Worlds without end: The many lives of the multiverse".

ENTREVISTA CON MARY-JANE RUBENSTEIN

ANDRÉS LOMEÑA: Leí sobre la idea del multiverso cuando tenía catorce años, gracias a un juego de rol basado en las novelas de Michael Moorcock (el dominio www.multiverse.org aún le pertenece). Después busqué algo más específico, como Fictions of the cosmos de Frédérique Aït-Touati, Heterocosmica de Lubomir Dolezel y On literary worlds de Eric Hayot. Al final, encontré su magnífica obra, este delicioso magnum opus. ¿Cuál fue su mayor motivación para investigar un concepto tan complejo e incomensurable como el del multiverso?
MARY-JANE RUBENSTEIN: Es un honor que me menciones junto a esos autores. Aunque es cierto que tengo un perfil mucho más fuerte en literatura que en ciencias naturales, llegué a la investigación del multiverso a través de la física popular antes que por la teoría literaria. El proyecto empezó hace cinco años, cuando leía todo lo que caía en mis manos sobre la “energía oscura”, una presión cósmica negativa que está forzando una expansión acelerada del universo, causando que las galaxias del cielo nocturno se separen entre sí y de nosotros. Me sorprendió el lenguaje que se usa para describir esta sustancia; aparte de que se la denomine “oscura” y que se la caracterice como una “energía”, los físicos que la estudian dicen que esta fuerza es “misteriosa”, “espeluznante”, “inesperada”, “amenazadora” e incluso “demoníaca”.
Empecé a preguntarme por aquello que consideraban tan perturbador, esto es, por qué los científicos habían esperado de manera tan mayoritaria que el universo no se alejara de sí mismo, y en el proceso de hurgar en las ecuaciones de Einstein y en las observaciones de Hubble, empecé a destapar una larga historia filosófica y teológica de la cosmología. Aunque esta historia ofrece incontables modelos del universo, muchos de los cuales son verdaderamente ajenos y diferentes entre sí, cada uno de los modelos nos asegura que el universo es eterno o reciclable, es decir, que todo lo que existe o permanece donde está o regresa a la fuente original para ser recreado. No tenemos ningún precedente de un universo que exceda la capacidad de su fuerza creativa, así que para volver al campo literario, el descubrimiento de la energía oscura nos muestra una crisis de la narrativa: no sabemos bien cómo contar esta historia o qué hacer con ella.
Por una serie de motivos (matemáticos, filosóficos y hasta teológicos), el descubrimiento de la energía oscura en 1998 provocó una explosión de las cosmologías del multiverso entre los físicos cuánticos y los cosmólogos. Aunque algunas hipótesis ya se habían propuesto varias décadas antes, los escenarios de universos múltiples recibieron una atención renovada tras la constatación de que este universo se estaba desenrollando en un mar de “nada” en constante expansión. Estaba impresionada no sólo por las especulaciones sobre el multiverso, sino por su incompatibilidad con aquella constatación de una nada en expansión, así que me dispuse a relacionar esas dos visiones para resolver cómo se desarrolló cada una de ellas y por qué, y si algo similar se había propuesto en el milenio de especulación cósmica que produjo la ciencia moderna.
Investigar este libro cambió por completo mi forma de pensar y también mi percepción de lo que era capaz de hacer. Sinceramente, veo mi obra más como un principio que como una especie de culminación; espero seguir reflexionando durante los próximos años y trabajar en el espacio que el libro trata de explorar.

A.L.: No intento ser pretencioso ni adulador cuando digo que nadie había intentado algo semejante desde Alexandre Koyré. ¿Qué deberíamos aprender de la multiplicidad de cosmologías? Su proyecto intelectual pasa por establecer una continuidad entre la filosofía griega (atomistas y estoicos, entre otros) y la física cuántica, ¿no es así?
M.J.R.: En efecto, es un proyecto ambicioso y a veces me siento un poco abrumada, pero empecé con lo que parecía una pregunta modesta: ¿Cómo llega a ser una hipótesis científica respetable la idea de un número infinito de universos? El esfuerzo para responderla me llevó a la vasta historia de la cosmología, una disciplina que, desde el principio, ha estado en la difícil encrucijada de la observación, la especulación y la narrativa. Creo que lo que podemos aprender de los escenarios de los universos múltiples es que la separación de las disciplinas académicas, aunque han sido útiles para las investigaciones científicas, evitan que formulemos grandes preguntas con rigor y complejidad, como de dónde venimos, hacia dónde vamos y qué significa el ser. Esto ocurre en la supuesta oposición entre ciencia y religión, que es dolorosamente inútil, por no decir poco interesante, y que produce un “vacío teórico” en la Academia mucho más amplio que en la cosmología.
Por tanto, sí, parte del esfuerzo es contextualizar las cosmologías contemporáneas del multiverso dentro de la historia de las ideas, una historia que incluye no sólo a los estoicos y los atomistas (quienes, por cierto, parecen haber estado influenciados por los cosmólogos budistas, así como por las escuelas rivales de la antigua Grecia), sino también a los cristianos y anticristianos de todo tipo. Un esfuerzo mayor es, sin embargo, reformular la mal llamada conversación entre ciencia, filosofía y religión. Más que preguntar si podemos ubicar a un Dios-Padre fuera del universo (una pregunta que sería totalmente infructuosa), estoy intentando reunir esas disciplinas por su esfuerzo compartido para comprender qué es ese universo.

A.L.: Nunca pensé que hubiera una conexión entre posiciones no teístas y la existencia de muchos mundos. Para mí es algo contraintuitivo. En la filosofía analítica, la posibilidad de muchos mundos se relaciona con la teología y la existencia de un Dios. Esa nueva metafísica me confunde (hablo de David Lewis y de Plantinga, principalmente). Así que yo veo los mundos posibles como un portal para la trascendencia y el concepto de Dios. Por otra parte, Stalnaker es mucho más tibio y John Searle afirmó que la semántica de los mundos posibles es lo peor que le ha pasado a la filosofía desde la prueba ontológica. ¿Qué piensa de la teoría de los mundos posibles en la filosofía?
M.J.R.: Comprendo tu desconcierto. No es fácil ver cómo un número infinito de universos es más creíble (o menos creíble) que un Dios infinito, sobre todo cuando llegamos a un extraño punto muerto una y otra vez. Los filósofos atomistas produjeron una cosmología de un “multiverso” completamente desarrollado en el siglo V antes de Cristo, precisamente para reaccionar contra la afirmación de que este mundo se había diseñado para beneficio de la humanidad. Tal y como explica Lucrecio, si hay un número infinito de mundos, y si somos conscientes de todos los parámetros posibles, entonces veremos nuestro mundo como un mero accidente y no como un diseño. Así, nos libraríamos de nuestras cadenas para viajar “más allá de las altas murallas” de nuestro limitado mundo y vislumbrar el universo como un todo. Sustituye mundo por universo y universo por multiverso y verás que funciona la misma operación en la cosmología contemporánea: si hay un número infinito de universos con todos los valores posibles de los parámetros fundamentales, entonces no hay necesidad de creer en un Dios-creador y asegurarnos de que nuestro universo es adecuado para la vida: la vida sólo sería algo que ocurre de vez en cuando y vivimos en una de esas ocasiones excepcionales.
No estoy segura, en cambio, de que un número infinito de universos sea una propuesta algo menos metafísica que la de un Dios infinito. Teniendo en cuenta que los físicos hablan de esos nuevos universos desde hace muy poco, el multiverso sólo resulta más interesante que Dios si partes de un concepto extremadamente poco interesante de Dios (una sustancia antropomórfica, desmaterializada y autocausada fuera del universo que proporciona el primer impulso cósmico y que deja lo demás a los procesos naturales). Además, no hay razón alguna para que una postura teísta no pueda colar a “Dios” dentro del multiverso y decir que Él creó un número infinito de mundos. En resumen, pienso que Dios y el multiverso llegan a un punto muerto cuando tanto Dios como los “otros mundos” se estancan en explicaciones infinitas bastante superfluas sobre la existencia de este mundo. Así ninguna perspectiva parece convincente del todo.

A.L.: ¿Quién tuvo la visión más clarividente de los universos múltiples? Quizás se pueda describir la historia de la cosmología como una simple dialéctica, movimientos pendulares que van de las ideas de Platón a Aristóteles, de Descartes a Kant, del científico Brian Greene a otros científicos...
M.J.R.: No, no creo que podamos hablar de una dialéctica; hay muchos modos de configurar lo Único y todo tipo de maneras de dar forma a lo Múltiple, aunque esos ascensos y caídas dependen de los diferentes contextos sociopolíticos que los producen y proscriben. Mi multiplicidad cósmica favorita es probablemente la de Nicolás de Cusa y Giordano Bruno, que parecen ser la misma a simple vista, pero llevó al primero a ser nombrado Cardenal de la Iglesia Católica y al segundo a ser quemado en la hoguera. Una razón de que sus destinos fueran tan distintos es simplemente histórica: Cusa escribió un siglo antes de la reforma protestante y Bruno en su despertar tumultuoso. Pero hay otra razón que es un pequeño detalle teológico que marcó la diferencia: para Cusa, el universo es ilimitado y está lleno de un número “ilimitado” de mundos. Para Bruno, el universo es infinito, y está lleno de un número “infinito” de mundos. Cusa evitó llamar al universo infinito para marcar la distinción ontológica de Dios. Bruno insiste en llamar infinito al universo para equipararlo al flujo inmanente de Dios. Para Cusa, por tanto, Dios está “en” el universo, pero también lo trasciende. Para Bruno, Dios “es” el universo; concretamente, el universo llega a ser para Bruno la segunda persona de la Trinidad: la “palabra” de Dios no toma cuerpo en el mundo material, sino que es ese mundo material. Creo que ahora se ve lo que quiero decir cuando afirmo que hay formas más interesantes de pensar en Dios que la de una Causa autocausada que ilumina el Big Bang.

A.L.: En su libro habla del multiverso de los multiversos. ¿Es ese multiverso definitivo una negociación o acuerdo entre ciencia, filosofía y religión?
M.J.R.: No es un acuerdo. Creo que si alguna vez llegamos a la Verdad del Multiverso habremos desaprovechado la lección de esas cosmologías asombrosamente distintas que reflejan las normas y valores de los contextos específicos que las producen. No creo que lleguemos nunca a algo así como un multiverso sin perspectiva, uno que simplemente refleje “cómo son las cosas”. No obstante, creo que las cosmologías del multiverso nos enseñan lo que la mecánica cuántica nos ha enseñado durante un siglo (y lo que Nietzsche nos enseñó antes): que los objetos del mundo e incluso los propios mundos se forman mediante contextos conceptuales, materiales, experimentales y narrativos. Existe una verdadera producción de “mundos”.
Desde una visión perspectivista, cuanto más coherentes sean las cosmologías del multiverso, mejor, porque cada una de ellas sirve como un producto y un reflejo de historias específicas y acontecimientos particulares, permitiéndonos ver nuestro mundo con mayor claridad y diversidad, desde una nube de perspectivas distintas. Por este motivo necesitamos una conversación disciplinaria mejor articulada, no para que los humanistas y científicos sociales cuenten a los científicos naturales cuál de los modelos es el adecuado, sino para que podamos ver lo que esas cosmologías nos enseñan sobre el mundo en el que vivimos.

18 de febrero de 2014

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