No he podido editar esta entrevista hasta hoy.
Me ha gustado la anécdota sobre Harold Bloom.
CHICK LIT: literatura de chicas... y feminismo. Entrevista con la autora de "Chick lit and postfeminism".
ENTREVISTA CON STEPHANIE HARZEWSKI
ANDRÉS LOMEÑA: ¿Por qué quiso estudiar el fenómeno de la literatura chick? ¿Cuántos años le ha llevado la investigación y cuántos libros tuvo que leer para establecer su canon? A propósito, Harold Bloom no disfrutaría demasiado con su corpus literario.
STEPHANIE HARZEWSKI: En cierto modo, el libro sintetiza mis experiencias como lectora de romances hasta mis treinta y cinco años. El original fue aceptado para su publicación poco antes de mi treinta y cinco cumpleaños. A riesgo de tomarme demasiado en serio a mí misma, lo considero como mi Künstlerroman [novela del artista]; creo que simbolizó la “llegada de mi madurez” como lectora y como académica poco experimentada, y como en la mayoría de las Künstlerromanen, contiene paralelismos autobiográficos con los libros analizados. Mis años en el campo de la edición en Nueva York corrieron paralelos a las profesiones mediáticas de muchas de las protagonistas de la chick lit y encontré similitudes con nuestros intentos de establecer relaciones románticas, así como para vivir en un ambiente seductor de lujos materiales, aunque también fueran superficiales por su excesiva mercantilización.
Dicho esto, el libro probablemente me llevó media década desde las primeras investigaciones a las revisiones finales del texto. Durante una cantidad significativa de ese tiempo estuve trabajando a jornada completa, alguna vez con una gran carga de trabajo, así que los periodos como estudiante becada fueron los que me permitieron centrarme en el proyecto. Leí alrededor de cien novelas chick lit. Además, las secciones del libro examinan la etiqueta “chick lit”, que se aplica en según que casos a novelas muy diferentes de la chick lit. Por ejemplo, pasa con El color púrpura de Alice Walker, así como con la huella del canon de las viejas formulas románticas.
Sí, Harold Bloom probablemente rechazaría el canon chick lit. Sin embargo, se lo perdonaría. Tengo un recuerdo muy afectuoso de él durante mis años en la edición. Pasé la Nochevieja del fin de milenio en el piso de Bloom, en Washington Square, y pulsé el timbre de sus escalones exteriores; estaba invitada a una fiesta organizada por su hijo, que era amigo del hombre con el que salía. Encontré una habitación que estaba llena exclusivamente de libros. Nada inusual en sí mismo, pero estaban escritos todos por Harold Bloom. Pensé que esa persona tenía que ser un gran fan de Bloom, pero entonces vi numerosas copias de algunos de sus títulos, puestos de dos en dos. No hubo ningún apocalipsis en el 2000 y el siglo empezó con un tiempo agradable y moderado. Esta experiencia neoyorkina (la sorpresa y el sentido de las posibilidades) fue realmente útil para entender las primeras novelas chick lit, puesto que muchas de ellas estaban situadas en Manhattan.
A.L.: Ha señalado varios factores sociales en la aparición de la chick lit: el aumento de la cohabitación, de la edad del matrimonio, del descenso de segundas nupcias, etcétera. ¿Qué es la chick lit de acuerdo con esas ideas sociológicas? ¿Novelas para mujeres solteronas y ligeramente postmodernas?
S.H.: La chick lit se ha expandido desde sus protagonistas “solteras de 30 en la ciudad” hasta abarcar a una adolescente o a una mujer de sesenta que nunca se casó o enviudó. Las únicas constantes que veo en la chick lit es que el libro termina con esperanzas (no tiene por que ser un final romántico, aunque a menudo así termina siendo, pues los romances venden). Además, los libros están escritos por y para mujeres y casi siempre la protagonista es de clase media o media-alta. Pueden tener una situación acomodada o rascarse el bolsillo, pero la obra y el estilo de vida es de clase media, con la excepción de las novelas “glitz lit” como Bergdorf Blondes y en menor grado El diablo viste de Prada, donde la protagonista es una empleada primeriza, a pesar de estar en un magazine de moda lleno de glamour.
A.L.: ¿Qué piensa de las novelas “dick lit”? En el Washington Post publicaron una lista sobre ese supuesto género emergente.
S.H.: En mi mente, Nick Hornby es el único miembro del subgénero de la dick lit. La mayoría de las novelas de la lista del Post que mencionas son autores muertos, muchos de los cuales no fueron contemporáneos de Hornby. A primera vista se puede pensar que El viejo y el mar de Hemingway podría ser dick lit, pero contiene simbolismos y metáforas sostenidas de una forma que Hornby no usa. Hornby escribe obras contemporáneas y acerca de periodos breves en un sentido que Hemingway trasciende. A pesar de que Alta Fidelidad vendió millones de copias, el subgénero de la dick lit nunca despegó porque quizás los hombres, al menos los estadounidenses, como las ventas indican, prefieren leer biografía e historia antes que novelas. Los hombres podrían aprender de las mujeres leyendo chick lit, pero no parece una estrategia nada probable. Ser pillado con una novela así, especialmente dadas las portadas chillonas claramente dirigidas a un público femenino, sería embarazoso para ellos. Estudiar la chick lit podría servir, en teoría, como un imán de chicas, pero eso sería demasiado molesto. La competencia en novelas como Jane Eyre y Orgullo y prejuicio parece suficiente.
A.L.: ¿Es la “frátira” una amenaza real o sólo un juego sexista de escritores mediocres?
S.H.: En la actualidad, la frátira no tiene las ventas para erigirse como una amenaza verdadera. Un riesgo más sustancial sería mediante la forma de la novela gráfica o gracias a un medio visualmente orientado. La frátira es, no obstante, sociológicamente interesante porque puede ser una reacción violenta contra los recientes estudios sobre bestsellers, con títulos como Why There Are No Good Men Left: The Romantic Plight of the New Single Woman (2002), Manning Up: How the Rise of Women Has Turned Men Into Boys (2001) y Mismatch: The Growing Gulf Between Women and Men (2003). En conjunto, esos libros recrean una imagen de la crisis de identidad masculina. La frátira parece una reacción misógina al hecho de que los hombres en Estados Unidos han sido duramente golpeados por la recesión en términos de desempleo. Las mujeres adquieren títulos superiores en un porcentaje que ni siquiera la segunda ola del feminismo había previsto. Por ejemplo, la mayoría de los premios de doctorado otorgados en los últimos años han recaído en mujeres; las mujeres superan en cantidad a los hombres en diversos estudios y se ha escrito mucho sobre el “desajuste de las licenciaturas” (la disparidad creciente entre los licenciados y su género).
A.L.: Qué me dice de la chick lit en otros países. En España parece que no tiene tanta fuerza.
S.H.: Puedo leer español, pero las novelas chik lit que leí eran en inglés. Este tipo de libros ha llegado a otros países, como por ejemplo la indonesia sastrawangi (“literatura fragante”). Por desgracia, no he tenido la oportunidad de visitar España, así que sólo puedo especular por qué la chick lit es menos popular en España que en Reino Unido o Estados Unidos. Gran parte de la chick lit que he leído retrata a protagonistas independientes y solteros con pocas menciones a sus familias, o en muchos casos con una madre de la que avergonzarse. España podría otorgar más valor a la familia biológica y las relaciones con los mayores, frente a la “familia urbana” de los amigos, como vemos en El Diario de Bridget Jones. Teniendo en cuenta el veintipico por ciento de paro que hay en tu país, el énfasis de algunos personajes en el diseño de la ropa y los accesorios o en bebidas caras puede ser bastante irritante. La chick lit nunca ha ido bien en Francia porque la protagonista se percibe como demasiado abierta y nada misteriosa; allí, airear los infortunios románticos no es algo guay, sino de desesperadas.
A.L.: ¿Hay alguna obra maestra en este género? ¿Cuál es su novela chick lit favorita?
S.H.: Hasta la fecha no he visto ninguna obra maestra literaria dentro del canon de la chick lit, aunque pienso que Bergdorf Blondes es un ejemplo excelente de etnografía y novela satírica de las costumbres. Mi novela favorita sería See Jane Date, de Melissa Senate, el debut de las series Red Dress Ink de Harlequin, que fue llevado a la pantalla. Este título es chick lit clásica, más que El Diario de Bridget Jones, ya que la ironía y la reflexividad de este libro (junto a Orgullo y Prejuicio de Jane Austen) no es algo típico del género. La versión del libro de Sexo en Nueva York no es verdadera literatura chick lit porque hay más realismo que romance y muestra la supervivencia de la cultura que mejor se adapta, mientras que la chick lit termina con mensajes de afirmación y esperanza. La honestidad y la vulnerabilidad de Jane y el realismo de los intentos de esta “protagonista corriente” para “quedar” en Nueva York ofrece un retrato bien dibujado de humanidad y autenticidad.
21 de agosto de 2013
Andrés Lomeña
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