miércoles, 29 de junio de 2011

ENTREVISTA A JOHN GUILLORY

ANDRÉS LOMEÑA: Si entendí bien su libro, Capital Cultural: El problema del canon literario, sostiene que no hay una conexión directa entre el “canon” (las grandes obras de la literatura) y las “exclusiones sociales” (racismo, sexismo, etc) porque hay luchas políticas específicas dentro del mundo universitario.
JOHN GUILORRY: Sí, el argumento básico del libro es que la crítica del canon está basada en una idea errónea de la relación entre el currículo literario (el “canon”) y la sociedad (la cual se caracteriza por la relación entre grupos dominantes y subordinados). La idea de la crítica del canon fue que éste “representaba” a los grupos sociales dominantes y de este modo podía suponerse que lo no canónico, las obras excluidas del canon, representaban grupos sociales oprimidos o subordinados. Mi investigación demostró que una presunción así era falsa, y que estaba basada en la confusión entre la representación política y la noción de representación en el ámbito cultural (identificada con la “identidad” del autor, ya sea como mujer, persona de color, etcétera).
En realidad, el mecanismo de exclusión operaba a través del propio sistema educativo, por lo que podría decirse que “mediaba” entre el currículo y el mundo social. La escuela determina el acceso al currículo y el conocimiento o habilidades que contiene ese currículo; en el caso de la literatura, habilidades lingüísticas, como el acceso a lenguas prestigiosas (griego o latín) o el acceso al inglés estándar, la habilidad para hablar de manera no dialectal y correcta, o la habilidad para escribir. Esas habilidades funcionan como un filtro en la distribución de acceso a las profesiones, estratos sociales altos, etcétera.

AL: Supongo que su libro es una especie de reacción a El canon occidental de Harold Bloom. ¿Cree que ha cambiado algo en estos años?
JG: El canon occidental se publicó después de Capital Cultural, pero Bloom seguía otra obra publicada en los ochenta, The Closing of the American Mind, de Allan Bloom, y otras críticas del debate sobre el canon lanzadas desde sectores conservadores. Quise construir una crítica del canon desde una posición progresista, basada en la obra del sociólogo Pierre Bourdieu, que escribió muchos estudios sobre la distribución del “capital cultural” en el sistema escolar francés.
Mi capítulo sobre Paul de Man se preocupaba de la manera en que la “teoría” (un conjunto de personalidades continentales, la mayoría de ellos franceses) había llegado a ser una especie de “canon” para los estudios literarios norteamericanos. Mi pregunta era por qué este conjunto de obras se organizó de manera similar al canon de los textos, una especie de Biblia para los estudios literarios. La respuesta tenía que ver con el declive del currículo literario como algo socialmente significativo. Con el nacimiento de las clases que siguen el modelo de empresa, este currículo había perdido su capital cultural, o cedido este valor a campos técnicos y de dirección de la universidad estadounidense. En ese contexto, la teoría podría presentarse a sí misma como una mímesis inconsciente del modo de discurso tecnoburocrático, lo que explicaría el fetiche en las obras de Paul de Man por el “rigor”.
En este momento, quince años después de Capital Cultural, todavía estoy razonablemente convencido de las líneas principales del argumento, aunque diría que éste afectó muy levemente el desarrollo de los estudios literarios en Estados Unidos. Las ideas básicas sobre mi crítica al canon permanecen intactas, y todavía explican la manera en que los teóricos de la literatura ven el significado político y social de lo que hacen. La lección (mejor explicada en el libro) es que es muy difícil saber cómo la “mediación” funciona en el mundo social, y que para los académicos es mucho más fácil que vean esa relación con lo social como algo inmediato. En otras palabras, todavía no comprendemos demasiado bien cómo el contexto institucional de la escuela altera el significado y efecto de las obras que enseñamos en el aula.

AL: ¿Cuál es el estado de la teoría literaria actual en su país?
JG: Tal y como yo lo veo, la situación de los estudios literarios en EEUU es completamente incierta y sin una dirección definitiva. Un sector del profesorado continúa indagando en preguntas que plantearon los grandes teóricos en los sesenta y setenta, aunque ahora la teoría se haya identificado con una nueva generación de pensadores continentales, como Agamben y Rancière. Muchos otros académicos tienen más o menos relegada la teoría y trabajan en proyectos de investigación archivísticos e incluso positivistas (enmarcados normalmente por categorías como raza, género, sexualidad, etcétera). No obstante, también son estudios fuertemente historicistas en lo metodológico. La política de la profesión permanece en ambos campos, aunque las metodologías se han dividido.

AL: ¿Cuál es la contribución de Franco Moretti en este debate sobre el capital cultural?
JG: Franco Moretti, desde mi punto de vista, representa un nuevo campo de investigación de lo más fascinante, que se centra, como sabes, no en las obras canónicas sino en las grandes obras “no leídas”, la ingente literatura menor de los últimos siglos, la cual es ya demasiado abundante para ser leída. Moretti está intentando desarrollar técnicas de análisis computacional, lo que mostraría características interesantes de género y concentraciones temáticas en las obras (principalmente en las novelas). Él llama a esta técnica “lectura distante” para distinguirla de la lectura atenta que caracterizó a la Nueva Crítica y a los modelos teóricos que le sucedieron, que eran muy textualistas. Pienso que Moretti exagera el uso de la lectura distante para así subrayar la obsolescencia de la lectura atenta, cuando lo más interesante sería relacionar ambos tipos de lectura.

AL: ¿Qué nos recomendaría como lectura?
JG: Admiro el libro de Pascale Casanova, La república mundial de las letras, que despliega el método de Bourdieu de una forma interesante, aunque comparto algunas de mis reservas expresadas sobre la tesis “Francocéntrica” [se refiere a Franco Moretti].

AL: Muchas gracias por sus palabras.
JG: Generalmente pienso que queda mucho por explotar en los estudios literarios. Ningún nuevo paradigma ha nacido en las dos últimas décadas, y lo que ahora estoy viendo es una reelaboración de los métodos y temas principales desarrollados en la época que va de los sesenta a los ochenta. No es una buena situación, especialmente con el clima de opinión que prevalece en EEUU ahora mismo, donde el Gobierno y la población en general tienden a ser suspicaces sobre la necesidad de las humanidades, y tratan de recortar sus presupuestos o acabar con ellos siempre que sea posible.
Más preocupante aún es el hecho de que muchos departamentos de idiomas están siendo cerrados para ahorrar dinero (si en realidad pierden dinero es otra cuestión), aunque esto no ha pasado todavía con los departamentos de inglés. La disciplina está muy necesitada de una buena explicación sobre lo que posibilitó que se concibiera en décadas recientes.

30 de junio de 2011
Andrés Lomeña

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