viernes, 24 de junio de 2011

ENTREVISTA CON LUBOMIR DOLEZEL

Esta entrevista es de 2008, cuando creía que tenía una idea clara de lo que quería estudiar. Han pasado 3 años y ahora tengo muchos menos conocimientos que antes, y las ideas mucho menos claras, pero en fin, recuperar esta entrevista siempre está bien, por si alguien quiere buscar información sobre la teoría de los mundos ficcionales.

ENTREVISTA CON LUBOMIR DOLEŽEL

Lubomír Dolezel (1922) es profesor emérito de Literatura Comparada en la Universidad de Toronto. Su obra “Heterocósmica: ficción y mundos posibles” ofrece una poderosa teoría de la ficción capaz de resarcir el estatuto de verdad de las narraciones literarias.

ANDRÉS LOMEÑA: Usted escribió que la teoría de los mundos ficcionales debe evolucionar hacia una historia de los mundos ficcionales. ¿Cómo sería esa historia y qué pensador es capaz de comenzar ese enorme desafío?
LUBOMIR DOLEZEL: Pienso que una historia (diacronía) de los mundos ficcionales puede evolucionar sólo a partir de estudios sincrónicos de los mundos ficcionales de muchas obras, muchos escritores, muchos grupos o escuelas de escritores. El sistema que media entre las estructuras de un mundo unipersonal y la historia de mundos ficcionales es la tipología de los mundos ficcionales cuya fundación ha sido ya puesta por los trabajos de Umberto Eco, Thomas Pavel, Marie-Laure Ryan, Ruth Ronen, Brian McHale, Miroslav Cervenka, yo y algunos otros. La metodología de la historia de los mundos ficcionales debería seguir la de la historia literaria general, pero su atención será específica, y creo, mucho más relevante para nuestro entendimiento de la literatura y su evolución. Solamente con estudios de mundos ficcionales individuales se revelan aspectos de las ficciones que hasta el momento han estado ocultos o rechazados, así la historia nos mostrará una literatura diferente de lo que sabemos de las historias literarias estándar (incluyendo esas historias de literaturas nacionales que se imparten en las escuelas). El objeto de esta historia consistirá en las transformaciones históricas de las estructuras de los mundos ficcionales a través de los años. Los mundos ficcionales, a pesar de su “autonomía” y “soberanía” son macroestructuras TEMÁTICAS y como tales están influenciadas por factores extraliterarios. El estudioso de la escuela de Praga, Felix Vodicka, expresó esta relación con las siguientes palabras: “La temática es precisamente la capa de la estructura literaria a través de cuya mediación las preocupaciones de la vida y los problemas actuales de una comunidad ejercitan una influencia más poderosa sobre la evolución inmanente de la estructura literaria”.
Déjeme dar una indicación de cómo podría procederse a una historia de los mundos ficcionales. En su libro sobre el crecimiento de la ficción paranormal, Nancy H. Traill describió la transformación del mundo sobrenatural en un mundo natural invisible en las historias fantásticas de Guy de Maupassant. Encontré bastante fascinante descubrir el próximo paso en la transformación del “retiro” de lo sobrenatural en el mundo invisible de Andrey Bely y en los mundos híbridos de Franz Kafka. La hibridación de mundos ficcionales pertenece a la ficción postmoderna, la cual, según McHale, construye “zonas” en las cuales un gran número de mundos posibles fragmentarios coexisten en un espacio imposible. Lo sobrenatural parece estar regresando como venganza con múltiples disfraces.
Unas pocas palabras para responder a lo último de este grupo de cuestiones: ¿Quién lo hará? Escribir una historia de los mundos ficcionales de la literatura es más que una tarea enorme. Lleva reconstruir más de tres mil años de historia de la imaginación humana expresada en palabras. De los individuos podemos esperar contribuciones monográficas. Pero una historia continua sólo puede ser escrita por grupos, por academias. Esto podría posponerse para un mundo posible en el que las personas estén dispuestas a apoyar el estudio de las artes más que a construir armas de destrucción masiva. Pero hay una tarea que puede hacerse incluso en este mundo imperfecto: enseñar a los estudiantes de literatura las bases de la semántica de los mundos ficcionales y animarlos a trabajar dentro de este marco. Me consta que cualquier estudiante que esté familiarizado y no tenga prejuicios con esta teoría de la ficción la encontrará de lo más estimulante para su trabajo. Cito una carta que acabo de recibir de un antropólogo americano que ha estado leyendo algo de mi trabajo: “Estoy empezando a leerle con admiración creciente y asombro, me doy cuenta de que la concepción de los mundos posibles lleva directamente a los temas en los que estoy interesado...” Desgraciadamente, el conocimiento de este marco teórico de mundos posibles (y ficcionales) está expandiéndose muy lentamente en Norteamérica, debido al hecho de que el curriculum académico para el estudio de la literatura es antiteórico o se enseña un batiburrillo de humanidades.

A.L. : Gracias a usted y a otros autores, la ficción no es lo opuesto de la verdad. La ficción tiene una nueva ontología. Las novelas, los cuentos y otras ficciones le deben una importante contribución a la imaginación. ¿Cómo nació su amor por la ficción?
L.D. : Su formulación de que la semántica de los mundos ficcionales ha recibido una nueva ontología resume muy bien el valor cognitivo y social de la propuesta. Nosotros resistimos la semántica mimética tradicional que mueve a todas las ficciones hacia el mundo real. La imaginación ficcional es activa, constructora más que descriptora de mundos, nunca parará de crear nuevos mundos que no son parte del mundo real, sino como satélites que orbitan a su alrededor. Aunque los lectores ingenuos leen ficciones para aprender sobre sus vidas y problemas, el lector modelo lee para expandir su vida, su existencia, su experiencia. Después de leer una obra valiosa de ficción, nuestro horizonte debería ser más amplio, deberíamos sentirnos más sabios porque hemos absorbido otro mundo a nuestro universo mental.
Mi amor por la ficción nació pronto en mi vida, durante mis estudios en Moravia. Durante los años de guerra estuve obligado a trabajar como contable para una firma alemana. Yo introducía números dentro de un gran “sistema americano” de agenda con muchas columnas, pero entre sus páginas siempre guardé recortes de obras literarias a las que yo volvía cuando el jefe no estaba mirando. Para las cárceles alemanas llevé en mi cabeza una antología de poesía vanguardista checa.
Este interés por la poesía “pura” se transformó en un interés teórico durante mis estudios en la Universidad Carlos de Praga. Mis profesores eran importantes miembros de la llamada escuela de Praga que nos transmitieron la idea de la autonomía de la literatura y el arte en general, una idea que vivió en nuestras cabezas incluso durante el tiempo en que una visión de la literatura ideológicamente dogmática fue impuesta. En mi generación de jóvenes estudiantes, la imposición totalitaria de la ideología produjo solamente el efecto opuesto: reforzó nuestra convicción de que la literatura no es un arma ideológica, sino un mundo iluminador sobre la ideología. Las creaciones tras la guerra de poetas vanguardistas checos y otros autores de ficción, escritas en conformidad con el llamado realismo socialista, nos convencieron de que la imposición de un mensaje ideológico en la obra literaria es fatídico.

A.L. : Las historias postmodernas usan viajes inter-mundos con demasiada facilidad. Usted propone inventar un nuevo juego para la literatura. ¿En qué clase de narraciones estaba pensando?
L.D. : No soy escritor ni poeta, así que no puedo facilitarle ejemplos de nueva poiesis. Como teórico literario, me asustan las predicciones sobre el futuro de la literatura. El desarrollo de la literatura (de la misma manera que el desarrollo de la música o las artes visuales) es impredecible y casi siempre sorprendente. La razón de esto es bastante simple: el nacimiento de un gran artista es un acontecimiento puramente azaroso. Un gran artista no sólo rompe las viejas reglas y sistemas, él crea nuevas reglas y sistemas por su suprema creatividad. Todo cuanto podemos hacer es esperar y ver.

A.L. : ¿A qué escuela pertenece y con qué otras siente alguna afinidad?
L.D. : Mis colegas en la República Checa me cuentan entre la tercera generación de la escuela de Praga. De hecho, ésas son mis raíces teóricas. Pero soy más bien un seguidor herético de los “clásicos” de esa escuela, especialmente desde que caí bajo el hechizo de la filosofía analítica. Lo que conservo con firmeza como herencia de la escuela de Praga son dos postulados: a) el estudio de la literatura es una iniciativa cognitiva guiada por los principios generales de una epistemología racional, controlada y rigurosa; b) la literatura es una actividad estética, sus hermanas son la música, las artes visuales, el ballet y el cine. Cuando la función estética y el valor de la literatura se olvidan, la literatura llega a ser un discurso más entre otros discursos. Afortunadamente, esta desestetización de la literatura es mayoritariamente el trabajo de críticos literarios o periodistas culturales o gacetilleros ideológicos. Si los escritores y poetas expresaran sus opiniones sobre poesía, la mayoría seguiría la vieja idea wordsworthiana: “La finalidad de la poesía es producir emoción en coexistencia con la preponderancia del placer”.
Hace algunos años el editor de “Nueva historia literaria” invitó a unos pocos estudiosos no demasiado reputados pero sí publicados, incluyéndome a mí, para contribuir en un número especial llamado “Académicos sin escuela”. Creo, sin embargo, que él tenía en mente las escuelas tradicionales, grupos de pensadores que quedan juntos regularmente, trabajan juntos, publican manifiestos para desarrollar y publicitar una visión común de la literatura, una metodología propia, un sistema teórico común, etcétera. Este tipo de escuela está probablemente obsoleta. Las nuevas escuelas son internacionales e interdisciplinares, no quedan regularmente, la comunicación se da con frecuencia por e-mail... En este sentido, la semántica de los mundos posibles es una escuela e incluye especialistas de muchas disciplinas, desde la lingüística a la cosmología. La existencia de esta escuela está testimoniada por publicaciones en grupo ocasionales, como el volumen del “Nobel Symposium 65”, publicado por Sture Allen.
Otra escuela a la cual yo debo lealtad es la escuela semiótica. Por cierto, entre los eventos más importantes de mi carrera académica está mi participación en el “Nobel Symposium 65” en Estocolmo y en el congreso de la Asociación Semiótica Española en Murcia. Transcurrió entre académicos y científicos de muchas especialidades y de muchos países del mundo, y yo me sentí como en casa.

A.L. : Los años salvajes de la teoría nos dieron múltiples interpretaciones de la literatura y la vida. Cuando leo trabajos intelectuales como el suyo sólo puedo pensar que algunas personas ponen todo su amor e ideas en capturar la extraña belleza de la condición humana. Gracias por sus escritos.
L.D. : He trabajado la mayor parte de mi vida creativa fuera de mi país nativo. Los sentimientos de “exilio” a veces son de una melancolía aplastante. Pero encontré los suficientes amigos y mentes gemelas como para sentirme en el exilio sólo en momentos de depresión. Por otro lado, mi vida y enseñanza en Norteamérica y Europa Occidental me dieron la oportunidad de seguir el desarrollo de mis campos de interés, algo que mis amigos asentados en Checoslovaquia no pudieron hacer desde la invasión soviética. Algunos de mis mejores lectores han sido académicos españoles. Estoy muy agradecido porque fue gracias a su atención hacia mis trabajos el que fuera traducido al español y de esta manera mis ideas tienen una mayor oportunidad de ser conocidas allí. Establecer contacto contigo, en Barcelona, me da una gran satisfacción. Esto expande mi territorio en España, así que ahora incluye una bonita ciudad, un excitante centro de cultura y aprendizaje.

ANDRÉS LOMEÑA CANTOS
23 DE MARZO DE 2008

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