El HUFFPOST ha perdido uno de mis artículos y he querido rescatarlo para el blog.
Un ajuste de cuentas con el pasado musical.
El evangelio del hardcore.
La música hardcore fue parte de mi adolescencia. Por suerte (aprendí y disfruté) y por desgracia (presencié lo peor del borreguismo y de la conformidad social). A muchos de ustedes ni les sonará. Seguramente torturaron sus mentes con alguna otra cosa. Ahora la mitad de los hardcorianos reniega de aquella embolia adolescente. La otra mitad ha cronificado la enfermedad por pereza intelectual o por nostalgia: “Si a los veinte años no eres hardcore, es que no tienes cabeza; si a los cuarenta has dejado de serlo, es que no tienes corazón”.
El hardcore era la madre del cordero del terraplanismo musical de mi época: o eras hardcoriano, o eras el otro, el extranjero, el enemigo. El fanatismo hardcore tenía unos valores prístinos y nobles. Al igual que cualquier religión que se precie, no se contentaba con encarnar La Verdad, sino que además debía hacer proselitismo: “El hardcore significa integridad y autenticidad”. Valores tan elevados como vacíos de significado, un poco como el creyente que está a favor de la vida (y en contra del aborto) por considerarla sagrada, pero aprueba alegremente la pena de muerte. No hay contradicción cuando no te planteas el valor de la coherencia.
Autenticidad significaba no venderse, ser una minoría compacta, estar unidos por una marginalidad acomodaticia e irreal. Si el sociólogo francés Pierre Bourdieu viera el panorama, se descojonaría ante un intento tan pueril de distinción disfrazado de gente de las calles. Los hardcorianos que conozco han pisado los bajos fondos de las ciudades tanto como Leonor de Borbón. En cuanto al valor de la integridad, tenía que ver con la honestidad y la lealtad. Y los hardcoretas lo eran en abstracto. Al fin y al cabo, su única praxis era sentirse hardcoretas. Es la lógica impecable del votante de un partido cuya lealtad consiste en apoyar todo lo que decida su partido.
Si no eras hardcore, se mofaban de ti por ser grunge, heavy o popero. Una tribu urbana que no quería ser prejuzgada ni etiquetada repartía etiquetas sociales sin ruborizarse. No obstante, la infausta moda del hardcore tiene una parte positiva: podemos inferir dinámicas parecidas en otros estilos musicales, aunque yo creo que en mi entorno la hegemonía de los hardcoritos se llevó la palma del integrismo. Había discusiones demencialmente narcisistas acerca de quién era realmente más hardcore o sobre si sentían realmente la música o no. Si intentabas plegarte a esta nueva secta del ruido, podías salir escaldado por tus captadores. Un amigo que llegó tarde a esta dogmática revolución del sonido se bajó un poco los pantalones (literalmente, cosas de la estética hardcore) y lo admitieron a regañadientes como un hardcoriano de segunda (sin el pedigrí del “verdadero” hardcoreta). Ya saben: integridad y autenticidad.
Simone de Beauvoir escribió que la mujer no nace, se hace. Bien, pues en el hardcore no es así.
El hardcoriano (varón, apenas hay mujeres) nace, no se hace.
Tratado sobre el hardcore.
Primero quise escribir una novela sobre el hardcore. No me vi capaz y pensé en un cuento. Luego entendí que me interesaba más la (anti)filosofía de este estilo musical (vacuo y despolitizado donde yo lo padecí, aunque no puedo hablar de cómo ha sido en otras partes del mundo); reconvertiría el cuento en un breve tratado filosófico sobre cómo el accidente puede convertirse en sustancia. No hay nada más inmutable y a la vez voluble que el hardcore: si te gustaba la banda NOFX, entonces era forzosamente un grupo de hardcore melódico. Se ajustaban las categorías a tus preferencias personales y listo. La metafísica del hardcore consiste en que el estilo no evoluciona, pero se adapta, ex-ante, a lo que dirán sus popes. Y esos popes son invisibles, o no son fáciles de ver, y nadie sabe bien quién controla la masa ni los pogos de los conciertos. ¡El hardcore encierra un misterio en su duro corazón!
Finalmente, solo he conseguido escribir un artículo muy cutre sobre el hardcore, lo cual otorga la victoria a los hardcorianos: la mediocridad es el tatuaje indeleble que tendremos quienes nos hemos socializado a través de esa música, que fue el vehículo idóneo para transmitir una vigorosa filosofía de la nada. Asimismo, el hardcore es la moral relativista perfecta: tiene una esencia, pero al igual que Groucho Marx, tiene otra si no te gusta. El hardcore es como Dios hecho verbo: “Yo soy el que soy, es decir, el hardcore no es más que hardcore, pero también es algo más que simple música, es un estilo de vida, es algo más grande que su propio Ser”.
La música hardcore que recibí en forma de hostias es la diarrea mental de quienes se enorgullecen de pensar sin pensar, de follar sin nadie con quien hacerlo y de hacer música desde la rabia para justificar que no tienen por qué justificarse de nada. El hardcore, tal y como lo importaron en mi barrio, es como el dictador de Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos: alguien que se creó a sí mismo, la causa incausada.
El hardcore, a ojos de sus correligionarios, nació de su propio fuego interior y la llama aún perdura… achicharrando así a quienes hagan oídos sordos a un falocentrismo musical amplificado y lleno de distorsiones.
Hardcore lives!
sábado, 26 de marzo de 2022
martes, 31 de agosto de 2021
¡Hay que desculturizar la cultura!
Entrevista con el profesor Víctor Vich.
Tenemos nuevo ministro de cultura y parece un buen momento para reflexionar sobre cómo promover la vida cultural de los ciudadanos. Para ello hay que fomentar la gestión cultural, es decir, el diseño y aplicación de políticas culturales. No faltan elogios a la cultura ni másters de gestión cultural, aunque echamos en falta una visión crítica de los gestores culturales. Víctor Vich, autor de Desculturizar la cultura, aboga por una gestión cultural transformadora porque todo lo demás sería cultura sin fondo, barbarie disfrazada de civilización.
ANDRÉS LOMEÑA: ¿Qué entiende por desculturizar la cultura?
VÍCTOR VICH: Por desculturizar la cultura me refiero a cuatro dimensiones. En primer lugar, se trata de sacar a la cultura de su autonomía, de los meros debates culturalistas y articularla con problemáticas sociales. La cultura es estructuradora de todos los campos de la vida (económicos, laborales, etcétera). En segundo lugar, se trata de entender la cultura en su tensión interna: en su dimensión liberadora, pero también en su manera de reproducir u ocultar el poder. La cultura es una buena y una mala palabra. La poesía de César Vallejo es cultura, pero desgraciadamente también lo es el patriarcado o la violencia doméstica. La cultura no solo es un objeto, sino además una manera en la que el vínculo social ha quedado regulado. Es un también hábito. En tercer lugar, el proyecto apuesta por revelar las dimensiones culturales de problemas aparentemente no culturales. La regulación de la jornada laboral no parece un tema cultural, sino de legislación, pero lo es. El derecho al tiempo libre es para mí la primera demanda de cualquier política cultural. Desde ahí, se trata de posicionar al sector cultural como una agente de transformación social más allá de las puras lógicas del mercado.
A.L.: ¿Qué instituciones han de liderar las políticas culturales? V.V.: Hay al menos tres actores en la gestión cultural: la sociedad civil, el estado y el mercado. Una gestión exitosa es la que consigue articularlos. Las políticas culturales más interesantes son las que surgen de los intereses de la propia población y no son impuestas desde arriba.
A.L.: ¿Por qué le parece errada la postura en materia cultural de Mario Vargas Llosa? V.V.: Vargas Llosa escribió un libro titulado La civilización del espectáculo donde se queja de la cultura contemporánea, pero en sus argumentos casi no aparece la palabra capitalismo. El capitalismo (que él mismo defiende casi como un cruzado) es el sistema que fomenta los males que su visión detecta. Con los años, Vargas Llosa no solo se ha vuelto un intelectual cada vez más conservador, sino increíblemente contradictorio. Es una pena.
A.L.: ¿La cultura ayudará a arreglar otro tipo de problemas? V.V.: Seguimos sin entender el rol decisivo de la cultura para combatir los grandes problemas nacionales. Este es un punto clave: no hay reforma educativa sin políticas culturales sólidas. La escuela no es el único lugar educativo; los niños no son los únicos que necesitan educarse en este país. En la sociedad actual mercantilizada todos necesitamos reaprender y las políticas culturales son decisivas al respecto.
Tenemos nuevo ministro de cultura y parece un buen momento para reflexionar sobre cómo promover la vida cultural de los ciudadanos. Para ello hay que fomentar la gestión cultural, es decir, el diseño y aplicación de políticas culturales. No faltan elogios a la cultura ni másters de gestión cultural, aunque echamos en falta una visión crítica de los gestores culturales. Víctor Vich, autor de Desculturizar la cultura, aboga por una gestión cultural transformadora porque todo lo demás sería cultura sin fondo, barbarie disfrazada de civilización.
ANDRÉS LOMEÑA: ¿Qué entiende por desculturizar la cultura?
VÍCTOR VICH: Por desculturizar la cultura me refiero a cuatro dimensiones. En primer lugar, se trata de sacar a la cultura de su autonomía, de los meros debates culturalistas y articularla con problemáticas sociales. La cultura es estructuradora de todos los campos de la vida (económicos, laborales, etcétera). En segundo lugar, se trata de entender la cultura en su tensión interna: en su dimensión liberadora, pero también en su manera de reproducir u ocultar el poder. La cultura es una buena y una mala palabra. La poesía de César Vallejo es cultura, pero desgraciadamente también lo es el patriarcado o la violencia doméstica. La cultura no solo es un objeto, sino además una manera en la que el vínculo social ha quedado regulado. Es un también hábito. En tercer lugar, el proyecto apuesta por revelar las dimensiones culturales de problemas aparentemente no culturales. La regulación de la jornada laboral no parece un tema cultural, sino de legislación, pero lo es. El derecho al tiempo libre es para mí la primera demanda de cualquier política cultural. Desde ahí, se trata de posicionar al sector cultural como una agente de transformación social más allá de las puras lógicas del mercado.
A.L.: ¿Qué instituciones han de liderar las políticas culturales? V.V.: Hay al menos tres actores en la gestión cultural: la sociedad civil, el estado y el mercado. Una gestión exitosa es la que consigue articularlos. Las políticas culturales más interesantes son las que surgen de los intereses de la propia población y no son impuestas desde arriba.
A.L.: ¿Por qué le parece errada la postura en materia cultural de Mario Vargas Llosa? V.V.: Vargas Llosa escribió un libro titulado La civilización del espectáculo donde se queja de la cultura contemporánea, pero en sus argumentos casi no aparece la palabra capitalismo. El capitalismo (que él mismo defiende casi como un cruzado) es el sistema que fomenta los males que su visión detecta. Con los años, Vargas Llosa no solo se ha vuelto un intelectual cada vez más conservador, sino increíblemente contradictorio. Es una pena.
A.L.: ¿La cultura ayudará a arreglar otro tipo de problemas? V.V.: Seguimos sin entender el rol decisivo de la cultura para combatir los grandes problemas nacionales. Este es un punto clave: no hay reforma educativa sin políticas culturales sólidas. La escuela no es el único lugar educativo; los niños no son los únicos que necesitan educarse en este país. En la sociedad actual mercantilizada todos necesitamos reaprender y las políticas culturales son decisivas al respecto.
martes, 25 de febrero de 2020
ENTREVISTA A MARIO BUNGE
Entrevisté al filósofo argentino Mario Bunge a finales de 2006. Ahora leo sobre su fallecimiento (1919-2020). He recuperado la entrevista, que por algún motivo se perdió en el ciberespacio.
ENTREVISTA A MARIO BUNGE
ANDRÉS LOMEÑA: En su opinión, ¿Qué es lo más perjudicial de la postmodernidad y quiénes la han alentado?
MARIO BUNGE: El irracionalismo, o sea, el rechazo a la razón y, con ello, el rechazo a lo característicamente humano. El postmodernismo nació en Francia hace unas tres o cuatro décadas. Sus figuras más influyentes fueron Derrida, Barthes y Foucault.
A.L.: Califica el psicoanálisis como una pseudociencia. ¿Qué opinión le merece el conductismo?
M.B.: El psicoanálisis es una pseudociencia porque en más de un siglo de existencia no se ha montado un solo laboratorio psicoanalítico para poner a prueba las fantasías de Freud y sus adláteres. El conductismo, aunque científico, es muy limitado, ya que no se ocupa de la mente. Por este motivo ha muerto hace tiempo. La psicología viva es la neurociencia cognitiva y afectiva.
A.L.: Si no podemos fiarnos de Richard Dawkins en materia evolutiva, ¿A quién hacemos caso?
M.B.: A los trabajos de investigación que publican las revistas científicas, tales como Nature y Science, las que no publican las homilías de Dawkins, quien se limita a divulgar, en periódicos no especializados, la biología evolutiva de su invención.
A.L.: En la polémica entre Jürgen Habermas y Peter Sloterdijk sobre la eugenesia, ¿Por quién se decanta?
M.B.: Nunca oí hablar de Sloterdijk. No todas las celebridades europeas logran atravesar el Atlántico.
A.L.: ¿Usted considera resuelta la dicotomía cuerpo-mente?
M.B.: En efecto. Ya desde Hipócrates se sabe que los procesos mentales son cerebrales: que no existe el alma inmaterial e inmortal, invención de teólogos recogida por filósofos que no están al día con la psicología biológica.
A.L.: Por último, ¿Qué visión tiene del presente o qué consejo nos da para el futuro?
M.B.: Andamos muy mal porque estamos asesinando a la naturaleza y porque no practicamos la democracia. Creo que hay que tomar medidas drásticas para salvar la naturaleza y construir sociedades que no se basen en la explotación de las personas y naciones débiles.
ENTREVISTA A MARIO BUNGE
ANDRÉS LOMEÑA: En su opinión, ¿Qué es lo más perjudicial de la postmodernidad y quiénes la han alentado?
MARIO BUNGE: El irracionalismo, o sea, el rechazo a la razón y, con ello, el rechazo a lo característicamente humano. El postmodernismo nació en Francia hace unas tres o cuatro décadas. Sus figuras más influyentes fueron Derrida, Barthes y Foucault.
A.L.: Califica el psicoanálisis como una pseudociencia. ¿Qué opinión le merece el conductismo?
M.B.: El psicoanálisis es una pseudociencia porque en más de un siglo de existencia no se ha montado un solo laboratorio psicoanalítico para poner a prueba las fantasías de Freud y sus adláteres. El conductismo, aunque científico, es muy limitado, ya que no se ocupa de la mente. Por este motivo ha muerto hace tiempo. La psicología viva es la neurociencia cognitiva y afectiva.
A.L.: Si no podemos fiarnos de Richard Dawkins en materia evolutiva, ¿A quién hacemos caso?
M.B.: A los trabajos de investigación que publican las revistas científicas, tales como Nature y Science, las que no publican las homilías de Dawkins, quien se limita a divulgar, en periódicos no especializados, la biología evolutiva de su invención.
A.L.: En la polémica entre Jürgen Habermas y Peter Sloterdijk sobre la eugenesia, ¿Por quién se decanta?
M.B.: Nunca oí hablar de Sloterdijk. No todas las celebridades europeas logran atravesar el Atlántico.
A.L.: ¿Usted considera resuelta la dicotomía cuerpo-mente?
M.B.: En efecto. Ya desde Hipócrates se sabe que los procesos mentales son cerebrales: que no existe el alma inmaterial e inmortal, invención de teólogos recogida por filósofos que no están al día con la psicología biológica.
A.L.: Por último, ¿Qué visión tiene del presente o qué consejo nos da para el futuro?
M.B.: Andamos muy mal porque estamos asesinando a la naturaleza y porque no practicamos la democracia. Creo que hay que tomar medidas drásticas para salvar la naturaleza y construir sociedades que no se basen en la explotación de las personas y naciones débiles.
domingo, 3 de marzo de 2019
ENVIDIA COCHINA de LAS RANAS DEL NACIMIENTO
Recupero esta canción, todo un himno en Coín durante los años noventa.
jueves, 28 de junio de 2018
RESCOLDOS MENTALES
lunes, 14 de mayo de 2018
ENTREVISTA CON CARLO ROVELLI
Físico italiano, autor de La realidad no es lo que parece (2015),
Siete breves lecciones de física (2016) o El orden del tiempo (2018)
ANDRÉS LOMEÑA: En El orden del tiempo explica maravillosamente bien cómo el tiempo pasa más deprisa en la montaña que a nivel del mar. Y lo mismo ocurre con la velocidad: el tiempo pasa más deprisa si estás quieto que si estás en movimiento. Me gustaría preguntarle por el orden del tiempo en las partículas elementales.
CARLO ROVELLI: Si dos partículas se sitúan próximas la una a la otra, “el tiempo pasa igual” para ellas. Pero no es así cuando se mueven. Por ejemplo, los muones tienen una vida muy corta, pero los que se producen por los rayos cósmicos en la parte superior de la atmósfera bajan a La Tierra muy rápido, tan rápido que el tiempo va más lento para estas partículas. Gracias a esto viven más y sobreviven todo el vuelo.
A.L.: El tiempo de Planck es el tiempo más breve que podemos medir, una especie de átomo del tiempo. He leído que una investigación reciente replantea esta cuestión.
C.R.: Ha habido especulaciones sobre los intervalos mínimos de espacio y tiempo y estos podrían ser mayores de lo que en general se esperaba. Algunas personas creían que eso podría llevar a que se produjeran agujeros negros diminutos en el acelerador de partículas del CERN. Hasta ahora, la naturaleza ha dicho no a esas especulaciones porque no ha aparecido ningún agujero negro.
A.L.: Describe el tiempo como un conjunto de estructuras o estratos. ¿Están la materia oscura y la energía oscura relacionadas de alguna forma con la comprensión del tiempo?
C.R.: No veo una relación directa con la energía oscura. De hecho, creo que esta no es tan misteriosa como se suele decir. La materia oscura, en cambio, es algo misterioso y nosotros estamos investigando una posible relación entre la gravedad cuántica y la materia oscura, pero de momento esto no es más que una especulación alocada.
A.L.: ¿Cuál es su opinión sobre el multiverso?
C.R.: Por el momento no veo ninguna evidencia interesante para creer en una pluralidad de universos. Si llegan pruebas, las tendré en cuenta. Los multi-universos son un intento de explicar unas cuantas observaciones que contendrían muchísimos mundos; la buena ciencia explica muchas observaciones con pocos elementos.
A.L.: Su libro es un homenaje muy conmovedor a los físicos Wheeler y DeWitt. Esta no pretende ser una pregunta, sino una simple alabanza a sus hermosas palabras.
C.R.: ¡Gracias! Ellos han sido mis héroes intelectuales y también me llegan al corazón.
A.L.: ¿Cuál de sus libros recomendaría a los alumnos de instituto? ¿Y a los de universidad?
C.R.: Para estudiantes de instituto, recomendaría sin dudarlo Siete breves lecciones de física. Algunos centros italianos ya lo han elegido como lectura recomendada, e incluso como lectura obligatoria. A los estudiantes de universidad les sugeriría Anaximandro de Mileto: el nacimiento del pensamiento científico. Es un libro extraño, pero me encanta.
A.L.: Gracias por su tiempo. ¿Qué piensa escribir ahora?
C.R.: No tengo previsto publicar ningún libro nuevo porque he vuelto a la investigación científica a tiempo completo. Estoy trabajando en los agujeros negros, tratando de comprender lo que, de acuerdo con la gravedad cuántica, ocurre en el centro de estos fenómenos.
Andrés Lomeña
14 de mayo de 2018
Siete breves lecciones de física (2016) o El orden del tiempo (2018)
ANDRÉS LOMEÑA: En El orden del tiempo explica maravillosamente bien cómo el tiempo pasa más deprisa en la montaña que a nivel del mar. Y lo mismo ocurre con la velocidad: el tiempo pasa más deprisa si estás quieto que si estás en movimiento. Me gustaría preguntarle por el orden del tiempo en las partículas elementales.
CARLO ROVELLI: Si dos partículas se sitúan próximas la una a la otra, “el tiempo pasa igual” para ellas. Pero no es así cuando se mueven. Por ejemplo, los muones tienen una vida muy corta, pero los que se producen por los rayos cósmicos en la parte superior de la atmósfera bajan a La Tierra muy rápido, tan rápido que el tiempo va más lento para estas partículas. Gracias a esto viven más y sobreviven todo el vuelo.
A.L.: El tiempo de Planck es el tiempo más breve que podemos medir, una especie de átomo del tiempo. He leído que una investigación reciente replantea esta cuestión.
C.R.: Ha habido especulaciones sobre los intervalos mínimos de espacio y tiempo y estos podrían ser mayores de lo que en general se esperaba. Algunas personas creían que eso podría llevar a que se produjeran agujeros negros diminutos en el acelerador de partículas del CERN. Hasta ahora, la naturaleza ha dicho no a esas especulaciones porque no ha aparecido ningún agujero negro.
A.L.: Describe el tiempo como un conjunto de estructuras o estratos. ¿Están la materia oscura y la energía oscura relacionadas de alguna forma con la comprensión del tiempo?
C.R.: No veo una relación directa con la energía oscura. De hecho, creo que esta no es tan misteriosa como se suele decir. La materia oscura, en cambio, es algo misterioso y nosotros estamos investigando una posible relación entre la gravedad cuántica y la materia oscura, pero de momento esto no es más que una especulación alocada.
A.L.: ¿Cuál es su opinión sobre el multiverso?
C.R.: Por el momento no veo ninguna evidencia interesante para creer en una pluralidad de universos. Si llegan pruebas, las tendré en cuenta. Los multi-universos son un intento de explicar unas cuantas observaciones que contendrían muchísimos mundos; la buena ciencia explica muchas observaciones con pocos elementos.
A.L.: Su libro es un homenaje muy conmovedor a los físicos Wheeler y DeWitt. Esta no pretende ser una pregunta, sino una simple alabanza a sus hermosas palabras.
C.R.: ¡Gracias! Ellos han sido mis héroes intelectuales y también me llegan al corazón.
A.L.: ¿Cuál de sus libros recomendaría a los alumnos de instituto? ¿Y a los de universidad?
C.R.: Para estudiantes de instituto, recomendaría sin dudarlo Siete breves lecciones de física. Algunos centros italianos ya lo han elegido como lectura recomendada, e incluso como lectura obligatoria. A los estudiantes de universidad les sugeriría Anaximandro de Mileto: el nacimiento del pensamiento científico. Es un libro extraño, pero me encanta.
A.L.: Gracias por su tiempo. ¿Qué piensa escribir ahora?
C.R.: No tengo previsto publicar ningún libro nuevo porque he vuelto a la investigación científica a tiempo completo. Estoy trabajando en los agujeros negros, tratando de comprender lo que, de acuerdo con la gravedad cuántica, ocurre en el centro de estos fenómenos.
Andrés Lomeña
14 de mayo de 2018
sábado, 12 de mayo de 2018
ENTREVISTA CON DAVID ALWORTH
ANDRÉS LOMEÑA: Ha explorado el “mundo palpable” y ha descubierto que los lugares literarios aún son terra incognita. ¿Cómo se ha acercado a los sitios de la literatura como espacios para los encuentros sociales? Y sobre todo, ¿cómo deberíamos revisitar la historia literaria para comprender los lugares de las novelas y de otras ficciones?
DAVID ALWORTH: Tengo la sensación de que las localizaciones son un rasgo muy poco explorado en la ficción literaria y en las novelas en particular. Hay muchos libros excelentes sobre personajes, como el de los académicos Deidre Lynch, John Frow y Alex Woloch, pero la discusión sobre los lugares narrativos es difusa y dispersa. Creo que necesitamos una teoría de los lugares que sea comparable a la que se ha desarrollado para los personajes literarios. Idealmente, esa teoría se aplicaría a un amplio espectro de ficciones, desde los principios al presente. Yo empecé con las ficciones estadounidenses de posguerra, ya que esos relatos nacieron en un contexto donde el “lugar” era un término crucial para la producción cultural y literaria. De este modo, me di cuenta de que la historia de la novela es también la historia de la especificación de los lugares: el proceso de definir y delimitar un sitio particular y su sociabilidad. ¿Podríamos haber llegado, por ejemplo, al realismo literario sin lugares como las islas, los barcos, los interiores domésticos, las ciudades y las mansiones? Quizás, pero sería un tipo de realismo muy diferente que podría haberse leído más como ciencia-ficción o fantasía.
A.L.: Su investigación se acerca al realismo especulativo de Grant Hamilton o a la teoría del actor-red de Latour. Me consta que Eileen Joy trabaja en un libro titulado Weird reading. ¿Qué está sucediendo en el campo literario y cuál es su contribución?
D.A.: Mencionas a algunos de los académicos que me han ayudado a pensar en este tema. Quisiera contribuir a este asunto con la idea de que la literatura (y la novela realista en particular) encierra una sociología en sí misma: el esfuerzo por desentrañar el misterio y la complejidad de la vida colectiva, una explicación literaria del flujo fronterizo y transitorio entre personas, cosas y sistemas. En la literatura hay un tratado de las relaciones y la sociabilidad tan robusto como el tratado de la conciencia humana y las cosas materiales que vemos en las novelas de, pongamos por caso, Henry James. Hay un motivo por el cual Erving Goffman trató las novelas como algo más que un tipo de registro social, y es que adaptó las ideas sobre las interacciones sociales de Kenneth Burke, que a su vez adaptó esas ideas de los prefacios de James. La novela, o lo que yo entiendo como novela, es un recurso sociológico de primer orden que nunca puede reducirse a un mero informe sobre la sociedad que la produjo o sobre las mistificaciones ideológicas de la sociedad.
A.L.: Mi lectura atenta es pobre porque solo consigo ver en algunas ficciones la alienación de los personajes en su entorno. Supongo que no puedo escapar del todo al análisis marxista en forma de inconsciente político que propone Fredric Jameson, algo que usted ha intentado superar. ¿Lo ha conseguido?
D.A.: Es difícil rebatir a Jameson y casi imposible estar en desacuerdo con Marx. Ambos pensadores siguen siendo fundamentales para mí. Sin embargo, combato sus abstracciones: sociedad, estructura, clase. No es que yo reniegue de la existencia y la fuerza de esas abstracciones, pero me pregunto si esos conceptos son precisos para el presente. ¿Se sostiene la idea marxista de clase? ¿El concepto de sociedad de Jameson (que toma de Marx y de Durkheim) aún explica la experiencia real de un actor social en la era digital? La respuesta, como sugeriría cualquier pensador dialéctico, es sí y no. Habitamos un mundo social con circunstancias más o menos apremiantes muy dispares a las de finales del siglo XIX, por más que el proceso de modernización y la acumulación del capital que tanto Marx como Jameson discutieron sigan condicionando la producción, la circulación y el consumo de cultura.
A.L.: Los espacios que analiza son supermercados, vertederos, ruinas, psiquiátricos y carreteras. No sé si la razón del olvido de los lugares en las novelas se debe a la dificultad de reducir las acciones a unos pocos sitios representativos. Después de todo, la maleabilidad de la novela implica que se puede saltar de un espacio a otro. ¿Cuál es su explicación?
D.A.: Bajtin caracterizó la novela como un género “plástico” en sí mismo, lo que quiere decir que es una forma infinitamente flexible y fluida. No es ninguna sorpresa que haya sobrevivido en el presente, a pesar de todas las fuerzas culturales desplegadas contra ella. Mi intuición es que la novela continuará existiendo mucho tiempo, probablemente como una forma artística algo obsoleta; no obstante, tal y como advirtió Walter Benjamin, la obsolescencia tiene un gran poder analítico. Seguiremos aprendiendo con las novelas cómo es la vida social en ciertos lugares, más que nada porque la vida social siempre es específica de los sitios o está muy localizada ambientalmente, como cualquier otra forma de vida (tal y como te diría un biólogo). La ciencia-ficción, la fantasía, la literatura de terror y otros ejemplos de la llamada literatura de género no son menos útiles que las novelas de Virginia Woolf o James Joyce para comprender los vínculos sociales.
A.L.: Pienso en las camas de Oblomov y En busca del tiempo perdido, o en la bañera de El cuarto de baño de Jean-Philippe Toussaint. Encuentro lugares que representan una extraña búsqueda de la inmovilidad. Por el contrario, hay lugares como las carreteras donde el movimiento es el motor del artefacto literario. ¿Qué sitios cree que faltan por analizar? Imagino que no pudo abarcar todos los lugares fértiles para el estudio literario.
D.A.: Nunca intenté abarcarlo todo en Site Reading. Esa completitud es una fantasía. En lugar de eso, intenté ofrecer un paradigma productivo para repensar la ficción narrativa en prosa en relación con la vida social y los lugares situados en el espacio y el tiempo. La esperanza que albergo es que mi análisis sea útil para otros académicos. La ambición de completitud se convierte así en algo más que una fantasía: se vuelve una aspiración colectiva. ¿Qué pasaría si leemos las novelas como intentos de entender la vida social en lugares específicos, es decir, como explicaciones microsociológicas de experiencias individuales en la colectividad? No sé la respuesta. Todo lo que sé es que la colectividad se manifiesta en localizaciones materiales, al igual que la subjetividad, la conciencia y la individualidad se manifiestan a través de personas completamente corporeizadas. Deberíamos prestar atención a cualquier tipo de lugar con la misma intensidad con la que hemos observado a las personas y las cosas.
A.L.: No bromeo al decirle que esperaba con ansiedad un libro sobre las portadas de libros… y usted lo ha escrito, aunque aún no se ha publicado. ¿Nos puede anticipar algo?
D.A.: El libro sobre las portadas de libros aún está en desarrollo. Me alegra mucho que quieras adelantar algo sobre él, pues eso hace que me sienta alguien de provecho, así que gracias. Es un proyecto colaborativo con el diseñador Peter Mendelsund. Él está elaborando todas las imágenes y diseños mientras que yo me encargo de la escritura. Es un experimento transmediático, una verdadera colaboración. Nuestro objetivo es entender mejor si las portadas de libros se pueden entender como arte o simplemente como publicidad. Nosotros creemos que son artísticas, pero reconocemos que las portadas de libros se sitúan en los confines de la literatura y de este modo conforman un espacio limítrofe entre el texto y el mundo, así que no es arte en el sentido tradicional del término. Pero, ¿acaso seguimos pensando que el arte es un espacio privilegiado y separado de su entorno mediático y cultural?
Andrés Lomeña
12 de mayo de 2018
DAVID ALWORTH: Tengo la sensación de que las localizaciones son un rasgo muy poco explorado en la ficción literaria y en las novelas en particular. Hay muchos libros excelentes sobre personajes, como el de los académicos Deidre Lynch, John Frow y Alex Woloch, pero la discusión sobre los lugares narrativos es difusa y dispersa. Creo que necesitamos una teoría de los lugares que sea comparable a la que se ha desarrollado para los personajes literarios. Idealmente, esa teoría se aplicaría a un amplio espectro de ficciones, desde los principios al presente. Yo empecé con las ficciones estadounidenses de posguerra, ya que esos relatos nacieron en un contexto donde el “lugar” era un término crucial para la producción cultural y literaria. De este modo, me di cuenta de que la historia de la novela es también la historia de la especificación de los lugares: el proceso de definir y delimitar un sitio particular y su sociabilidad. ¿Podríamos haber llegado, por ejemplo, al realismo literario sin lugares como las islas, los barcos, los interiores domésticos, las ciudades y las mansiones? Quizás, pero sería un tipo de realismo muy diferente que podría haberse leído más como ciencia-ficción o fantasía.
A.L.: Su investigación se acerca al realismo especulativo de Grant Hamilton o a la teoría del actor-red de Latour. Me consta que Eileen Joy trabaja en un libro titulado Weird reading. ¿Qué está sucediendo en el campo literario y cuál es su contribución?
D.A.: Mencionas a algunos de los académicos que me han ayudado a pensar en este tema. Quisiera contribuir a este asunto con la idea de que la literatura (y la novela realista en particular) encierra una sociología en sí misma: el esfuerzo por desentrañar el misterio y la complejidad de la vida colectiva, una explicación literaria del flujo fronterizo y transitorio entre personas, cosas y sistemas. En la literatura hay un tratado de las relaciones y la sociabilidad tan robusto como el tratado de la conciencia humana y las cosas materiales que vemos en las novelas de, pongamos por caso, Henry James. Hay un motivo por el cual Erving Goffman trató las novelas como algo más que un tipo de registro social, y es que adaptó las ideas sobre las interacciones sociales de Kenneth Burke, que a su vez adaptó esas ideas de los prefacios de James. La novela, o lo que yo entiendo como novela, es un recurso sociológico de primer orden que nunca puede reducirse a un mero informe sobre la sociedad que la produjo o sobre las mistificaciones ideológicas de la sociedad.
A.L.: Mi lectura atenta es pobre porque solo consigo ver en algunas ficciones la alienación de los personajes en su entorno. Supongo que no puedo escapar del todo al análisis marxista en forma de inconsciente político que propone Fredric Jameson, algo que usted ha intentado superar. ¿Lo ha conseguido?
D.A.: Es difícil rebatir a Jameson y casi imposible estar en desacuerdo con Marx. Ambos pensadores siguen siendo fundamentales para mí. Sin embargo, combato sus abstracciones: sociedad, estructura, clase. No es que yo reniegue de la existencia y la fuerza de esas abstracciones, pero me pregunto si esos conceptos son precisos para el presente. ¿Se sostiene la idea marxista de clase? ¿El concepto de sociedad de Jameson (que toma de Marx y de Durkheim) aún explica la experiencia real de un actor social en la era digital? La respuesta, como sugeriría cualquier pensador dialéctico, es sí y no. Habitamos un mundo social con circunstancias más o menos apremiantes muy dispares a las de finales del siglo XIX, por más que el proceso de modernización y la acumulación del capital que tanto Marx como Jameson discutieron sigan condicionando la producción, la circulación y el consumo de cultura.
A.L.: Los espacios que analiza son supermercados, vertederos, ruinas, psiquiátricos y carreteras. No sé si la razón del olvido de los lugares en las novelas se debe a la dificultad de reducir las acciones a unos pocos sitios representativos. Después de todo, la maleabilidad de la novela implica que se puede saltar de un espacio a otro. ¿Cuál es su explicación?
D.A.: Bajtin caracterizó la novela como un género “plástico” en sí mismo, lo que quiere decir que es una forma infinitamente flexible y fluida. No es ninguna sorpresa que haya sobrevivido en el presente, a pesar de todas las fuerzas culturales desplegadas contra ella. Mi intuición es que la novela continuará existiendo mucho tiempo, probablemente como una forma artística algo obsoleta; no obstante, tal y como advirtió Walter Benjamin, la obsolescencia tiene un gran poder analítico. Seguiremos aprendiendo con las novelas cómo es la vida social en ciertos lugares, más que nada porque la vida social siempre es específica de los sitios o está muy localizada ambientalmente, como cualquier otra forma de vida (tal y como te diría un biólogo). La ciencia-ficción, la fantasía, la literatura de terror y otros ejemplos de la llamada literatura de género no son menos útiles que las novelas de Virginia Woolf o James Joyce para comprender los vínculos sociales.
A.L.: Pienso en las camas de Oblomov y En busca del tiempo perdido, o en la bañera de El cuarto de baño de Jean-Philippe Toussaint. Encuentro lugares que representan una extraña búsqueda de la inmovilidad. Por el contrario, hay lugares como las carreteras donde el movimiento es el motor del artefacto literario. ¿Qué sitios cree que faltan por analizar? Imagino que no pudo abarcar todos los lugares fértiles para el estudio literario.
D.A.: Nunca intenté abarcarlo todo en Site Reading. Esa completitud es una fantasía. En lugar de eso, intenté ofrecer un paradigma productivo para repensar la ficción narrativa en prosa en relación con la vida social y los lugares situados en el espacio y el tiempo. La esperanza que albergo es que mi análisis sea útil para otros académicos. La ambición de completitud se convierte así en algo más que una fantasía: se vuelve una aspiración colectiva. ¿Qué pasaría si leemos las novelas como intentos de entender la vida social en lugares específicos, es decir, como explicaciones microsociológicas de experiencias individuales en la colectividad? No sé la respuesta. Todo lo que sé es que la colectividad se manifiesta en localizaciones materiales, al igual que la subjetividad, la conciencia y la individualidad se manifiestan a través de personas completamente corporeizadas. Deberíamos prestar atención a cualquier tipo de lugar con la misma intensidad con la que hemos observado a las personas y las cosas.
A.L.: No bromeo al decirle que esperaba con ansiedad un libro sobre las portadas de libros… y usted lo ha escrito, aunque aún no se ha publicado. ¿Nos puede anticipar algo?
D.A.: El libro sobre las portadas de libros aún está en desarrollo. Me alegra mucho que quieras adelantar algo sobre él, pues eso hace que me sienta alguien de provecho, así que gracias. Es un proyecto colaborativo con el diseñador Peter Mendelsund. Él está elaborando todas las imágenes y diseños mientras que yo me encargo de la escritura. Es un experimento transmediático, una verdadera colaboración. Nuestro objetivo es entender mejor si las portadas de libros se pueden entender como arte o simplemente como publicidad. Nosotros creemos que son artísticas, pero reconocemos que las portadas de libros se sitúan en los confines de la literatura y de este modo conforman un espacio limítrofe entre el texto y el mundo, así que no es arte en el sentido tradicional del término. Pero, ¿acaso seguimos pensando que el arte es un espacio privilegiado y separado de su entorno mediático y cultural?
Andrés Lomeña
12 de mayo de 2018
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