Profesora del departamento de antropología de la Universidad de York y autora de Rendering Life Molecular: Models, Modelers, and excitable Matter, una etnografía sobre un grupo interdisciplinar de científicos que investiga sobre estructuras proteínicas.
ANDRÉS LOMEÑA: Su interlocutor Edward y usted distinguen entre cristalógrafos y biólogos moleculares. Los cristalógrafos piensan en las estructuras moleculares como entidades vivas más que como cuerpos rígidos. Usted se ha adiestrado, no obstante, como bióloga molecular. ¿Cómo se interesó en el mundo de la “representación” de las estructuras más que en el de la manipulación genética? ¿Por qué estudió las proteínas y no cualquier otra biomolécula?
NATASHA MYERS: Para empezar, me gustaría señalar que los reinos de la “manipulación” y de la “representación” convergen y es difícil desenredarlos en campos como la genética y la biología molecular, así que no veo los dominios de la “representación” y la “manipulación” como ámbitos verdaderamente distintos.
En realidad, lo que me fascina sobre el modelado de estructuras proteínicas es que añade una dimensión más profunda a nuestras historias “genocéntricas” de la vida celular; esto es, nos mueve de una obsesión unidimensional de la secuencia genética a modelos tridimensionales y animaciones tetradimensionales que reproducen de forma visible lo que me gusta llamar las “prácticas moleculares de las células”. Es evidente que hay otras biomoléculas en la célula: lípidos, azúcares, aminoácidos, ácidos ribonucleicos, etcétera. La novedad que documenta mi libro es el giro en la atención que ha habido en el siglo XXI de unas secuencias genéticas unidimensionales a modelos multidimensionales de moléculas proteicas. Esto es lo que algunos llaman un cambio de la “genómica” a la “proteómica”. Los códigos genéticos son insuficientes para predecir la forma activa de las proteínas, y por ese motivo, cada estructura proteica tiene que determinarse a mano y no con un programa de ordenador automatizado.
Rendering Life Molecular refleja los increíbles esfuerzos de los cristalógrafos de proteínas por hacer visible lo que de otro modo sería un reino imperceptible de movimientos y formas moleculares. Entiendo sus esfuerzos como parte de una práctica para “coagular” las historias que los científicos cuentan sobre “cómo las células conforman la vida”.
A.L.: Me encanta la portada del libro. Es una imagen de La vida interior de la célula. En Internet circula un GIF animado muy similar que muestra la “apariencia” de la felicidad. Me temo que es un error o una falsificación. La representación de los datos es fundamental, pero también puede ser engañosa porque esas visualizaciones pueden servir como un mero atajo para el conocimiento.
N.M.: Esta es una pregunta interesante que trato de resolver. En cierto modo, el libro sostiene que la pregunta que haces no es la pregunta correcta. De hecho, la única diferencia real entre esas dos animaciones es la forma en que se han “relatado”. Es decir, en la animación original hecha para los estudiantes universitarios de Harvard por IN VIVO Studios y desarrollada por David Bolinsky y otros, vemos un conjunto de moléculas empujando una gran estructura detrás de ellas. El narrador no identifica “la carga” transportada por las “proteínas motoras”; para nombrarlas simplemente usa el vago término de “vesículas unidas a la membrana”. La segunda versión a la que te refieres (su origen no está claro, pero parece que lo pudo crear el mismo estudio) coge la misma animación y básicamente bautiza la “vesícula unida a la membrana”, identificándola (correctamente o no) como una “bola de endorfinas”. Ahora las proteínas motoras se representan de tal manera que se ven como transportadoras de las moléculas que supuestamente nos proporcionan “felicidad”.
Tu pregunta es totalmente pertinente porque muestra el controvertido problema con el que se enfrenta el libro, a saber, que importa el modo de explicar el reino molecular y que las historias que contamos pueden cambiar. Historias diferentes producen efectos y significados diferentes. De hecho, conjuran mundos muy distintos. Como antropóloga me interesan las historias que encontramos descollantes, seductoras y significativas, así como las historias que no se han contado. Esta historia sobre la “felicidad molecular” me interesa por el modo en que atrae a las personas y cómo estas hacen circular ampliamente esta visualización.
Hay que tener presente que una animación como esta no es una “representación” directa de lo que hay en la célula, como si hubiera un microscopio y una poderosa cámara de vídeo capaz de ver esos movimientos. El argumento del libro es que todas esas imágenes son “representaciones” y que la creatividad de los científicos, sus intuiciones y su destreza con el lenguaje, las metáforas y la historia son lo que da significado a sus modelos y animaciones. En este sentido, ninguno es un error ni una falsificación, ya que todos los modelos y animaciones con los que trabajan están “construidos”. En varios capítulos del libro se observa que las prácticas de visualización en las ciencias de la vida implican creatividad por parte del científico y que quienes intentan negar la participación del científico en el modelado activo de lo que nosotros terminamos aceptando como un hecho, están cegándose a lo que en realidad pasa en los laboratorios científicos.
A.L.: Mi formación es literaria y sociológica, así que no me asustan sus palabras, pero me pregunto cuál habrá sido la reacción de la comunidad científica después de haber leído su libro. ¿Tiene miedo ante posibles ataques de científicos positivistas? La pueden tomar por una relativista e incluso por una animista de la peor clase.
N.M.: ¡Ay! He aprendido que el miedo no es un gran lugar en el que estar, máxime cuando se trata de la escritura. Nunca escribiríamos nada si tuviéramos miedo a molestar a nuestros lectores. Aunque espero que los científicos lean el libro, este ensayo está dirigido principalmente a académicos del campo de los estudios sobre la ciencia y la tecnología (STS en inglés), la historia y la antropología de la ciencia y la tecnología, y a aquellos que estén interesados por la materialidad, la objetividad y la cultura visual. Quiero que sea entretenido para los científicos, y también que sea útil a la hora de pensar sobre la pedagogía y la visualización en sus respectivos campos, pero también tengo la responsabilidad de conectar con los conceptos que desarrollan los académicos y estudiantes con quienes converso.
Los científicos pueden disfrutar el libro porque es un estudio que celebra sus esfuerzos por hacer emerger un reino tangible y maleable. El libro agradece a los científicos que hayan enseñado a antropólogos, historiadores y demás académicos nuevas ideas sobre la objetividad y la materialidad. Un aspecto importante de Rendering Life Molecular es que escucha con atención todas las formas que usan los científicos para hablar y pensar sobre las moléculas. Parte de lo que piensan, dicen y hacen sigue las pautas convencionales de la lógica mecanicista que domina las ciencias de la vida en la actualidad. En otras ocasiones, los científicos describen sus moléculas como cuerpos vívidos y astutos. He registrado tanto las historias de los científicos que cumplen el guion como aquellas que exceden las formas convencionales para mostrar que el neodarwinismo no es la lógica hegemónica; esa forma de pensar y hablar no es el único mecanismo que tienen los científicos para contar historias sobre el reino molecular. Amplifico los registros que de otro modo quedarían silenciados y vemos que los modeladores de proteínas cuentan historias sobre moléculas que desmienten la idea de un reino de la vida totalmente congelado por la mirada científica.
Los investigadores prefieren que los estudiantes o el público no oigan estas historias, pero aunque a veces sean negadas o reprobadas, están entre las que se cuentan. Mi trabajo como antropóloga consiste en documentarlo todo y dar sentido a la manera en que los científicos dicen y hacen más de lo que pueden querer decir o hacer. En este sentido, me interesa ayudar a un público más amplio a ver lo que los científicos siempre han sabido: que la práctica científica es muy distinta a lo que habíamos pensado durante mucho tiempo.
A.L.: Me sorprendió el caso de la trombina (una enzima que se forma como parte del proceso de coagulación de la sangre). Hallaron dos estructuras cristalinas diferentes para la trombina y ambas eran correctas. Esto es chocante para una mente positivista.
N.M.: No estoy de acuerdo con que esos hallazgos sean impactantes para las mentes positivistas. De hecho, si reconsideramos la “objetividad” como una práctica que intenta conservar su valor de “verdad” respecto a las formas que adoptan los objetos en sus diferentes entornos, entonces los esfuerzos por sintonizar más cuidadosamente con las múltiples formas que adquieren las moléculas en las células hacen que esos científicos sean incluso más “objetivos”. Muchos científicos con los que he trabajado reconocen que apoyándose en una tecnología de visualización estática como la cristalografía de proteínas (que modela una estructura molecular simple promediando las diversas formas que una molécula adopta dentro de un cristal dado) solamente te dará una “instantánea” de lo que todos reconocen como un objeto dinámico.
La historia sobre la publicación simultánea de dos estructuras cristalográficas distintas de la misma molécula (la trombina) ha proporcionado un buen ejemplo a los investigadores. Los dos modelos se aceptan como “correctos”. Uniendo ambos modelos, y pensando en que cada modelo podría ser una de las muchas expresiones de un ensamblaje molecular, los investigadores pueden afirmar que el modelado molecular requiere una tecnología de visualización dinámica que mantenga el ritmo del rápido despliegue y repliegue de las formas proteicas que están en curso en una célula en cualquier momento.
A.L.: Su libro rechaza el llamado dogma central de la biología molecular (la unidireccionalidad en la transmisión de la información contenida en los genes de una célula) y esa posición ha de tener consecuencias para el determinismo y el neodarwinismo.
N.M.: Una de las ideas subyacentes del libro es la manera en que la biología estructural y los modeladores de proteínas han articulado una crítica a los modelos genocéntricos, en concreto al pensamiento neodarwinista que ha entronizado a los genes como los principales actores en todas las historias sobre la vida. Lo que aprendí de las historias que me contaron los modeladores de proteínas es que el dogma central fracasa precisamente porque la estructura activa de las proteínas no puede ser directamente predicha por el ADN.
El dogma central, que establece que la información en la célula se mueve del ADN al ARN y a la proteína, implica que los genes controlan todo el proceso de la vida. Esta “información” no se transmite directamente. Las proteínas se pliegan de maneras impredecibles. Las historias que me cuentan sugieren que las proteínas “saben cómo plegarse”, que tienen como una especie de astuta capacidad de acción, una vida que desafía la lógica mecanicista en la que el neodarwinismo hunde sus raíces. He desarrollado algunos de estos pensamientos tanto en el libro como en un artículo sobre Darwin y la ecología evolucionista, que se encuadra dentro de mi nueva investigación sobre la sensibilidad de las plantas. Los lectores que tengan curiosidad pueden leer el texto que coescribí con la historiadora Carla Hustak aquí:
https://www.academia.edu/2392196/Involutionary_Momentum_Affective_Ecologies_and_the_Sciences_of_Plant_Insect_Encounters_with_Carla_Hustak
A.L.: Alguien debería adentrarse en la física teórica para representar el zoo de las partículas. Parece el siguiente paso para avanzar en la antropología de las ciencias duras. Ya que ha comentado su trabajo sobre la sensibilidad de las plantas, ¿qué nos puede decir sobre él?
N.M.: Un zoo molecular sería una gran idea para un proyecto artístico. En cierto modo, veo el Banco de Datos de Proteínas como una especie de zoo, una colección de una gran cantidad de formas y estructuras moleculares.
Mi nuevo trabajo trata sobre la sensibilidad y la ecología de las plantas. He estado pensando en la sensibilidad de las plantas y en su “sintiencia” durante veinte años. Me enamoré de las plantas a finales de los noventa, cuando estaba aprendiendo como botánica; a través de mi trabajo como artista experimenté con la danza para acercarme a sus movimientos, gestos y acciones. Ahora que trabajo como antropóloga, me interesa lo que científicos como Stefano Mancuso (y muchos otros en el campo del comportamiento vegetal) piensan sobre las sensaciones de las plantas, cómo llevan a cabo experimentos y cómo hablan sobre sus descubrimientos. También estoy trabajando con artistas que están interesados en implementar conceptos científicos sobre la sensibilidad de las plantas en sus instalaciones. Los artistas son especialmente interesantes porque sus historias no están tan constreñidas por la lógica mecanicista como en el caso de los científicos. Mi nueva investigación sobre este asunto puede encontrarse en el artículo Conversations on Plant Sensing: Notes from the Field, que documenta los desafíos de encontrar un lenguaje compartido para hablar sobre el fenómeno de las señales, sensaciones y sintiencia de las plantas:
https://www.academia.edu/16543355/Conversations_on_Plant_Sensing_Notes_from_the_field
Este verano espero escribir el primer borrador de un libro sobre cómo los botánicos y los artistas de plantas armonizan con el rico reino sensorial de la vida vegetal. Más allá de eso, estoy trabajando en un proyecto a largo plazo sobre la ecología de las plantas. Trato de encontrar métodos antropológicos para establecer una conversación con la ecología y el arte. Estoy trabajando con un viejo roble negro que crece en la sabana de un placentero parque de Toronto de cuatrocientos acres conocido como High Park. Colaboro con conservacionistas, naturalistas, artistas y entusiastas de la naturaleza en general, para aprender cómo contar historias ancestrales del encuentro “naturcultural” que ha tomado forma en este lugar a través de asociaciones íntimas milenarias entre las plantas y las personas. Me interesa documentar las “ecologías afectivas” que toman forma entre las criaturas que viven allí, incluyendo a las personas que activamente cuidan la tierra y se preocupan por su futuro.
También me interesa saber qué pueden enseñarnos las plantas sobre cómo vivir bien en este planeta. He acuñado el término “plantoceno” como un antídoto al concepto antropocéntrico del antropoceno, con la esperanza de que podamos aspirar a salir de las relaciones extractivas y de explotación con la naturaleza que están acelerando rápidamente nuestro declive. El plantoceno aspira a una era en la que las personas aprendan de una vez por todas a colaborar con las plantas. Puedes echar un vistazo a mi nuevo artículo, que considera la fotosíntesis como una palabra clave que todos deberíamos aprender cuando intentemos luchar contra el futuro apocalíptico que nos promete el pensamiento del antropoceno: http://www.culanth.org/fieldsights/790-photosynthesis
8 de abril de 2016
Andrés Lomeña
viernes, 8 de abril de 2016
viernes, 5 de febrero de 2016
ENTREVISTA CON JOHN GRIBBIN
Astrofísico y divulgador científico, autor de En busca del multiverso y de una biografía sobre la revolución cuántica de Erwin Schrödinger.
ANDRÉS LOMEÑA: Hay una larga lista de universos posibles, desde los modelos de Friedmann-Lemaître hasta los universos isla de Kant, pasando por Thomas Wright, Einstein, Wallace (el biólogo), Lord Kelvin o Gödel y su idea de los viajes en el tiempo. ¿Qué modelo de universo considera más plausible? Yo desconfío de los muchos mundos de Hugh Everett.
JOHN GRIBBIN: No estoy a favor de la versión de Everett porque implica “duplicación”. Prefiero la versión de Schrödinger, que señaló a principios de los años cincuenta que no hay “colapso de la función de onda” y que todas las versiones de los agentes de la realidad existen. Por ejemplo, en el famoso experimento mental del gato no hay un único gato que luego se divide en dos (uno muerto y uno vivo), sino que siempre hay dos universos, en uno de los cuales el gato muere mientras que en el otro vive. David Deutsch y Julian Barbour son teóricos más modernos con ideas similares.
A.L.: Hablamos de universos paralelos de forma un tanto confusa. Los llamados universos burbuja no serían “dimensiones ocultas”, sino porciones de un macrouniverso. ¿Es así?
J.G.: He discutido las posibles versiones de otros universos en mi libro En busca del multiverso. Al igual que tú, no creo que los trozos del universo que están separados de nosotros por el espacio sean diferentes universos. Creo en las alternativas de la física cuántica como otros universos reales. De manera más especulativa, la idea del “paisaje cósmico” sostiene que todas las soluciones posibles a la teoría de cuerdas (la teoría M) existirían en algún superespacio multidimensional. Esto nos lleva a la idea de la cosmología antrópica, que dice que vivimos en el tipo de universo que vemos a nuestro alrededor porque las formas de vida como la nuestra solamente pueden existir en un universo como este.
A.L.: Los universos burbuja podrían tener diferentes leyes físicas. ¿Qué pasaría si colisionan varios universos?
J.G.: Estos universos burbuja se expanden como las burbujas de una botella de champán cuando la abres. Si las burbujas colisionan, dejan una marca con forma de anillo en la radiación cósmica de fondo. Los astrónomos buscan activamente alguna evidencia de ese efecto.
A.L.: ¿Nos ayuda el descubrimiento de nuevas partículas al entendimiento del universo?
J.G.: Los físicos disfrutan cuando surge algo inesperado. Si el modelo estándar está equivocado, esto significa más trabajo y más cosas que descubrir. Lo más aburrido es que se cumplan las predicciones.
A.L.: ¿De qué trata su libro 13.8?
J.G.: 13.8 trata sobre la edad del universo. La clave está en que las estrellas más antiguas del universo son algo más jóvenes que el propio universo, una evidencia clara de que la ciencia funciona.
5 de febrero de 2016
Andrés Lomeña
ANDRÉS LOMEÑA: Hay una larga lista de universos posibles, desde los modelos de Friedmann-Lemaître hasta los universos isla de Kant, pasando por Thomas Wright, Einstein, Wallace (el biólogo), Lord Kelvin o Gödel y su idea de los viajes en el tiempo. ¿Qué modelo de universo considera más plausible? Yo desconfío de los muchos mundos de Hugh Everett.
JOHN GRIBBIN: No estoy a favor de la versión de Everett porque implica “duplicación”. Prefiero la versión de Schrödinger, que señaló a principios de los años cincuenta que no hay “colapso de la función de onda” y que todas las versiones de los agentes de la realidad existen. Por ejemplo, en el famoso experimento mental del gato no hay un único gato que luego se divide en dos (uno muerto y uno vivo), sino que siempre hay dos universos, en uno de los cuales el gato muere mientras que en el otro vive. David Deutsch y Julian Barbour son teóricos más modernos con ideas similares.
A.L.: Hablamos de universos paralelos de forma un tanto confusa. Los llamados universos burbuja no serían “dimensiones ocultas”, sino porciones de un macrouniverso. ¿Es así?
J.G.: He discutido las posibles versiones de otros universos en mi libro En busca del multiverso. Al igual que tú, no creo que los trozos del universo que están separados de nosotros por el espacio sean diferentes universos. Creo en las alternativas de la física cuántica como otros universos reales. De manera más especulativa, la idea del “paisaje cósmico” sostiene que todas las soluciones posibles a la teoría de cuerdas (la teoría M) existirían en algún superespacio multidimensional. Esto nos lleva a la idea de la cosmología antrópica, que dice que vivimos en el tipo de universo que vemos a nuestro alrededor porque las formas de vida como la nuestra solamente pueden existir en un universo como este.
A.L.: Los universos burbuja podrían tener diferentes leyes físicas. ¿Qué pasaría si colisionan varios universos?
J.G.: Estos universos burbuja se expanden como las burbujas de una botella de champán cuando la abres. Si las burbujas colisionan, dejan una marca con forma de anillo en la radiación cósmica de fondo. Los astrónomos buscan activamente alguna evidencia de ese efecto.
A.L.: ¿Nos ayuda el descubrimiento de nuevas partículas al entendimiento del universo?
J.G.: Los físicos disfrutan cuando surge algo inesperado. Si el modelo estándar está equivocado, esto significa más trabajo y más cosas que descubrir. Lo más aburrido es que se cumplan las predicciones.
A.L.: ¿De qué trata su libro 13.8?
J.G.: 13.8 trata sobre la edad del universo. La clave está en que las estrellas más antiguas del universo son algo más jóvenes que el propio universo, una evidencia clara de que la ciencia funciona.
5 de febrero de 2016
Andrés Lomeña
domingo, 17 de enero de 2016
ENTREVISTA CON DEIDRE SHAUNA LYNCH
De la sinopsis de LOVING LITERATURE:
Una de las mayores acusaciones que se le hacen a los críticos de la literatura es que en realidad no "aman" los libros. Es fácil refutar una afirmación así, pero hay una pregunta fundamental que queda sin responderse: ¿Acaso deberían?
ENTREVISTA CON DEIDRE SHAUNA LYNCH
ANDRÉS LOMEÑA: Su libro Loving literature es una historia que se remonta a los estudios literarios de los siglos XVIII y XIX. ¿Cuál fue su primer amor, o su amor a primera vista, para escribir esta obra?
DEIDRE SHAUNA LYNCH: Loving Literature tiene múltiples orígenes, pero muchos tienen que ver con mi trabajo en clase. Por ejemplo, suelo impartir una asignatura sobre Jane Austen, cuya obra, especialmente en el último siglo, ha provocado tanto entusiasmo que la palabra “janeita” se acuñó para nombrar a la más entusiasta de las devotas de una autora canónica a la vez que popular. En mi primera clase sobre Austen siempre digo a los estudiantes que uno de nuestros proyectos será explorar la relación entre “estudiar a los autores” y “amar a los autores”; además, los prevengo contra la presunción de que esas dos tareas no puedan ser actividades complementarias o contra la idea de que haciendo lo primero estás acabando con lo segundo.
Al mismo tiempo, doy clases de literatura sobre una etapa anterior a que Austen publicara sus novelas, algo que el público general vio durante mucho tiempo como el más desapasionado de los siglos, una especie de terra incognita. La literatura del siglo XVIII, tal y como admitiría la mayoría de los especialistas de ese periodo, puede ser difícil de vender a los estudiantes: está situada en el intervalo de la historia literaria inglesa que va desde los siglos XVI y XVII, la era de Spenser, Shakespeare y Milton, hasta el periodo romántico, que tiene autores de la talla de Wordsworth, Keats y la propia Austen. El contraste entre las expectativas que tienen los estudiantes con mi clase sobre Austen y las que tienen con mi clase sobre literatura inglesa del XVIII es algo muy llamativo. Ese periodo es escaso en poesía lírica: buena parte de la escritura es sátira y cae en lo grotesco más que en lo bello o lo sublime. Las novelas no parecen lo que deberían ser para aquellos lectores que están pensando en George Eliot o Henry James como los autores que definen el género. Puede que los profesores de ese periodo sean más proclives a decidir que el amor no puede ser toda la historia de nuestra relación con el pasado cultural. Dicho de otra manera, los estudiantes que llegan a las clases sobre el siglo XVIII son los que aprenden que se pueden hacer otras cosas con los textos además de sentirse identificados con ellos. Al final aprenden que la identificación no es el único motivo posible para la admiración.
A.L.: Si la he entendido bien, su obra muestra la dicotomía entre placer y profesionalización y cómo los estudios literarios tratan de definirse a sí mismos para alcanzar una objetividad ilusoria.
D.S.L.: No creo que esté de acuerdo en que la profesionalización y el placer se manifiesten como una relación dicotómica. Diría que se trata, más bien, de una relación dialéctica. En la investigación de este libro aprendí que, durante los dos últimos siglos, muchas de las figuras fundadoras de los estudios literarios ingleses han sido, a su manera, lo que la cultura sentimental del XVIII llamó “hombres sensibles”. Desde el poeta Thomas Warton, los historiadores literarios han reconocido e incluso disfrutado de la paradójica forma de invertir su trabajo intelectual en escritos imaginativos y llenos de pasiones cuya naturaleza consiste en apartar las demandas del intelecto.
También creo que los profesionales experimentan mucha envidia por lo amateur. Por ese motivo, aunque no es el único, los lectores profesionales gastan mucho tiempo pensando en los procesos cognitivos implicados en la lectura profana. Ian Reid (Wordsworth and the Formation of English Studies) escribe sobre la alargada sombra que proyecta la poesía de Wordsworth en la educación literaria anglo-americana de finales del XIX. Al igual que Wordsworth, cuyos célebres lamentos reflejan la pérdida de la infancia y de la forma inocente de ver (como el “esplendor en la hierba” de su oda a la inmortalidad), los profesionales sienten nostalgia por la relación que tenían con los libros antes de un entrenamiento profesional en el que la crítica y el escepticismo es la actitud afectiva requerida. Para ciertos profesionales la nostalgia podría ser una forma de definirse como auténticos profesionales, sobre todo en una disciplina que con frecuencia ha tenido problemas para establecerse como una disciplina “apropiada” (por ser una de las “zonas erógenas” de la universidad).
A.L.: Aún recuerdo que algunos profesores decían de otros académicos que no sabían amar la literatura porque estaban más enamorados de Derrida o Foucault que de Cervantes o Shakespeare. Antoine Compagnon llamó a este fenómeno el demonio de la teoría… y a mí ese demonio me visita a menudo: a veces tengo más interés por leer las investigaciones literarias de Stephen Greenblatt que por leer una buena novela. Es más, tengo cada vez más dificultades para leer ficción y más interés por leer teoría. Es como si la crítica literaria obstaculizara el placer por la lectura. ¿Cómo nos enfrentamos a esta ambivalencia?
D.S.L.: Cuando yo era estudiante también escuché la misma cantinela sobre cómo el postestructuralismo (y más tarde los estudios culturales) conjuraba el final del amor por la literatura. Lo maravilloso de tu pregunta es que al admitir esa fascinación por la teoría y la crítica, también estás repudiando lo que algunos comentaristas (normalmente conservadores) parecen asumir, a saber, que la teoría era solamente para tecnócratas egoístas con el corazón helado. Ese prejuicio no encaja con el ardor y la devoción de aquellos enamorados de la teoría a los que he conocido, incluyéndome a mí.
Volviendo a mi respuesta anterior, diría que hay algo de nostalgia en la anécdota sobre tu relación con la lectura de ficciones, como si la madurez trajera necesariamente la pérdida de la pasión. Yo me suelo enamorar de los textos que enseño una y otra vez porque adoro lo que mis estudiantes aman (es un extraño triángulo amoroso). Espero que haya disponibles innumerables tipos de placer en la lectura y que, si perdemos los placeres “inocentes”, al menos ganemos la capacidad de experimentar otras formas de placer.
A.L.: Me gustaría aclarar su tesis sobre aquellos que ayudan a definir el canon en la historia de la literatura. Sostiene, según creo, que el canon literario se construyó mediante una relación específica con la literatura. Por ejemplo, algunas novela góticas se estructuraron como una elegía sobre la muerte de la literatura. ¿Cómo explicaría esa difícil relación entre nuestro amor hacia la literatura y la construcción de un canon supuestamente objetivo? En la actualidad no hay un verdadero canon, quizás porque el feminismo o la teoría queer son anti-hegemónicos y no quieren contribuir de ninguna forma a una nueva hegemonía.
D.S.L.: El canon siempre conlleva la idea del pasado: Samuel Johnson dijo que la prueba del tiempo era lo que se necesitaba para ver si las obras tenían realmente algún valor literario. Las ideas de canonicidad y las ideas sobre la muerte han estado entrelazadas. Las novelistas góticas inglesas de finales del XVIII y principios del XIX (muy alejadas del canon porque practicaban un género muy cuestionado en aquella época) encontraron formas increíbles de explotar esa asociación. Tienes razón al sugerir que hoy en día la misma noción de canonicidad se ha visto socavada de muchas maneras (esta es solo una respuesta parcial a tu maravillosa pregunta, pues necesitaría todo un libro para responder adecuadamente). Mi suposición es que este cambio no es tanto una consecuencia del empuje anti-hegemónico de las teorías actuales como de Internet, donde están disponibles tantos y tantos textos digitalizados, lo que opera como un gran igualador de las antiguas jerarquías. Las tecnologías del siglo XXI que nos permiten ir de un texto a otro con hacer un click erosionan las fronteras entre los textos. Geoffrey Nunberg dijo hace mucho tiempo que para movernos entre documentos web no necesitamos ninguna diferencia material entre el enlace que nos lleva al siguiente capítulo y el enlace que nos lleva a un capítulo anterior o a un comentario crítico, incluso si esos textos enlazados están colocados en diferentes páginas.
A.L.: ¿Qué piensa del extraño amor de las humanidades digitales por la literatura? Algunos humanistas digitales se definen como analistas cuantitativos literarios [literary quants].
D.S.L.: No estoy segura de que los humanistas digitales sean “quants”, aunque generalmente es la manera que tienen de presentarse a sus superiores para obtener subvenciones. Algunos académicos como Andrew Piper, director del .txtLab de la Universidad McGill de Montreal, han expresado un asombro sincero ante lo que les han revelado sus investigaciones sobre una parte de la literatura del pasado. Estoy convencida de que la valoración de lo estético también puede prosperar en esas comunidades académicas. El cambio de escala no tiene por qué eliminar ninguna relación afectiva. De hecho, Piper ha defendido que la lectura atenta y la distante no deberían ser categorías binarias, sino que ambas pueden integrarse en nuestros modelos críticos.
A.L.: Me quedo con la duda de si son viables las relaciones poliamorosas en la literatura.
D.S.L.: Lo malo de leer un gran libro es que en algún momento, para llegar al final, tienes que abandonar otras obras.
17 de enero de 2016
Andrés Lomeña
Una de las mayores acusaciones que se le hacen a los críticos de la literatura es que en realidad no "aman" los libros. Es fácil refutar una afirmación así, pero hay una pregunta fundamental que queda sin responderse: ¿Acaso deberían?
ENTREVISTA CON DEIDRE SHAUNA LYNCH
ANDRÉS LOMEÑA: Su libro Loving literature es una historia que se remonta a los estudios literarios de los siglos XVIII y XIX. ¿Cuál fue su primer amor, o su amor a primera vista, para escribir esta obra?
DEIDRE SHAUNA LYNCH: Loving Literature tiene múltiples orígenes, pero muchos tienen que ver con mi trabajo en clase. Por ejemplo, suelo impartir una asignatura sobre Jane Austen, cuya obra, especialmente en el último siglo, ha provocado tanto entusiasmo que la palabra “janeita” se acuñó para nombrar a la más entusiasta de las devotas de una autora canónica a la vez que popular. En mi primera clase sobre Austen siempre digo a los estudiantes que uno de nuestros proyectos será explorar la relación entre “estudiar a los autores” y “amar a los autores”; además, los prevengo contra la presunción de que esas dos tareas no puedan ser actividades complementarias o contra la idea de que haciendo lo primero estás acabando con lo segundo.
Al mismo tiempo, doy clases de literatura sobre una etapa anterior a que Austen publicara sus novelas, algo que el público general vio durante mucho tiempo como el más desapasionado de los siglos, una especie de terra incognita. La literatura del siglo XVIII, tal y como admitiría la mayoría de los especialistas de ese periodo, puede ser difícil de vender a los estudiantes: está situada en el intervalo de la historia literaria inglesa que va desde los siglos XVI y XVII, la era de Spenser, Shakespeare y Milton, hasta el periodo romántico, que tiene autores de la talla de Wordsworth, Keats y la propia Austen. El contraste entre las expectativas que tienen los estudiantes con mi clase sobre Austen y las que tienen con mi clase sobre literatura inglesa del XVIII es algo muy llamativo. Ese periodo es escaso en poesía lírica: buena parte de la escritura es sátira y cae en lo grotesco más que en lo bello o lo sublime. Las novelas no parecen lo que deberían ser para aquellos lectores que están pensando en George Eliot o Henry James como los autores que definen el género. Puede que los profesores de ese periodo sean más proclives a decidir que el amor no puede ser toda la historia de nuestra relación con el pasado cultural. Dicho de otra manera, los estudiantes que llegan a las clases sobre el siglo XVIII son los que aprenden que se pueden hacer otras cosas con los textos además de sentirse identificados con ellos. Al final aprenden que la identificación no es el único motivo posible para la admiración.
A.L.: Si la he entendido bien, su obra muestra la dicotomía entre placer y profesionalización y cómo los estudios literarios tratan de definirse a sí mismos para alcanzar una objetividad ilusoria.
D.S.L.: No creo que esté de acuerdo en que la profesionalización y el placer se manifiesten como una relación dicotómica. Diría que se trata, más bien, de una relación dialéctica. En la investigación de este libro aprendí que, durante los dos últimos siglos, muchas de las figuras fundadoras de los estudios literarios ingleses han sido, a su manera, lo que la cultura sentimental del XVIII llamó “hombres sensibles”. Desde el poeta Thomas Warton, los historiadores literarios han reconocido e incluso disfrutado de la paradójica forma de invertir su trabajo intelectual en escritos imaginativos y llenos de pasiones cuya naturaleza consiste en apartar las demandas del intelecto.
También creo que los profesionales experimentan mucha envidia por lo amateur. Por ese motivo, aunque no es el único, los lectores profesionales gastan mucho tiempo pensando en los procesos cognitivos implicados en la lectura profana. Ian Reid (Wordsworth and the Formation of English Studies) escribe sobre la alargada sombra que proyecta la poesía de Wordsworth en la educación literaria anglo-americana de finales del XIX. Al igual que Wordsworth, cuyos célebres lamentos reflejan la pérdida de la infancia y de la forma inocente de ver (como el “esplendor en la hierba” de su oda a la inmortalidad), los profesionales sienten nostalgia por la relación que tenían con los libros antes de un entrenamiento profesional en el que la crítica y el escepticismo es la actitud afectiva requerida. Para ciertos profesionales la nostalgia podría ser una forma de definirse como auténticos profesionales, sobre todo en una disciplina que con frecuencia ha tenido problemas para establecerse como una disciplina “apropiada” (por ser una de las “zonas erógenas” de la universidad).
A.L.: Aún recuerdo que algunos profesores decían de otros académicos que no sabían amar la literatura porque estaban más enamorados de Derrida o Foucault que de Cervantes o Shakespeare. Antoine Compagnon llamó a este fenómeno el demonio de la teoría… y a mí ese demonio me visita a menudo: a veces tengo más interés por leer las investigaciones literarias de Stephen Greenblatt que por leer una buena novela. Es más, tengo cada vez más dificultades para leer ficción y más interés por leer teoría. Es como si la crítica literaria obstaculizara el placer por la lectura. ¿Cómo nos enfrentamos a esta ambivalencia?
D.S.L.: Cuando yo era estudiante también escuché la misma cantinela sobre cómo el postestructuralismo (y más tarde los estudios culturales) conjuraba el final del amor por la literatura. Lo maravilloso de tu pregunta es que al admitir esa fascinación por la teoría y la crítica, también estás repudiando lo que algunos comentaristas (normalmente conservadores) parecen asumir, a saber, que la teoría era solamente para tecnócratas egoístas con el corazón helado. Ese prejuicio no encaja con el ardor y la devoción de aquellos enamorados de la teoría a los que he conocido, incluyéndome a mí.
Volviendo a mi respuesta anterior, diría que hay algo de nostalgia en la anécdota sobre tu relación con la lectura de ficciones, como si la madurez trajera necesariamente la pérdida de la pasión. Yo me suelo enamorar de los textos que enseño una y otra vez porque adoro lo que mis estudiantes aman (es un extraño triángulo amoroso). Espero que haya disponibles innumerables tipos de placer en la lectura y que, si perdemos los placeres “inocentes”, al menos ganemos la capacidad de experimentar otras formas de placer.
A.L.: Me gustaría aclarar su tesis sobre aquellos que ayudan a definir el canon en la historia de la literatura. Sostiene, según creo, que el canon literario se construyó mediante una relación específica con la literatura. Por ejemplo, algunas novela góticas se estructuraron como una elegía sobre la muerte de la literatura. ¿Cómo explicaría esa difícil relación entre nuestro amor hacia la literatura y la construcción de un canon supuestamente objetivo? En la actualidad no hay un verdadero canon, quizás porque el feminismo o la teoría queer son anti-hegemónicos y no quieren contribuir de ninguna forma a una nueva hegemonía.
D.S.L.: El canon siempre conlleva la idea del pasado: Samuel Johnson dijo que la prueba del tiempo era lo que se necesitaba para ver si las obras tenían realmente algún valor literario. Las ideas de canonicidad y las ideas sobre la muerte han estado entrelazadas. Las novelistas góticas inglesas de finales del XVIII y principios del XIX (muy alejadas del canon porque practicaban un género muy cuestionado en aquella época) encontraron formas increíbles de explotar esa asociación. Tienes razón al sugerir que hoy en día la misma noción de canonicidad se ha visto socavada de muchas maneras (esta es solo una respuesta parcial a tu maravillosa pregunta, pues necesitaría todo un libro para responder adecuadamente). Mi suposición es que este cambio no es tanto una consecuencia del empuje anti-hegemónico de las teorías actuales como de Internet, donde están disponibles tantos y tantos textos digitalizados, lo que opera como un gran igualador de las antiguas jerarquías. Las tecnologías del siglo XXI que nos permiten ir de un texto a otro con hacer un click erosionan las fronteras entre los textos. Geoffrey Nunberg dijo hace mucho tiempo que para movernos entre documentos web no necesitamos ninguna diferencia material entre el enlace que nos lleva al siguiente capítulo y el enlace que nos lleva a un capítulo anterior o a un comentario crítico, incluso si esos textos enlazados están colocados en diferentes páginas.
A.L.: ¿Qué piensa del extraño amor de las humanidades digitales por la literatura? Algunos humanistas digitales se definen como analistas cuantitativos literarios [literary quants].
D.S.L.: No estoy segura de que los humanistas digitales sean “quants”, aunque generalmente es la manera que tienen de presentarse a sus superiores para obtener subvenciones. Algunos académicos como Andrew Piper, director del .txtLab de la Universidad McGill de Montreal, han expresado un asombro sincero ante lo que les han revelado sus investigaciones sobre una parte de la literatura del pasado. Estoy convencida de que la valoración de lo estético también puede prosperar en esas comunidades académicas. El cambio de escala no tiene por qué eliminar ninguna relación afectiva. De hecho, Piper ha defendido que la lectura atenta y la distante no deberían ser categorías binarias, sino que ambas pueden integrarse en nuestros modelos críticos.
A.L.: Me quedo con la duda de si son viables las relaciones poliamorosas en la literatura.
D.S.L.: Lo malo de leer un gran libro es que en algún momento, para llegar al final, tienes que abandonar otras obras.
17 de enero de 2016
Andrés Lomeña
viernes, 11 de diciembre de 2015
ENTREVISTA CON THOMAS LEVENSON
ENTREVISTA CON THOMAS LEVENSON
Profesor del MIT y autor de En busca de Vulcano (The Hunt for Vulcan), la historia olvidada sobre Isaac Newton, Albert Einstein y la búsqueda de un planeta que nunca existió.
A.L.: ¿Por qué la historia de Vulcano es tan poco conocida?
T.L.: Creo que la breve y extraña vida del planeta Vulcano apenas se recuerda porque acabó de forma fulminante a manos de uno de los iconos de la ciencia del siglo XX. El triunfo de la teoría general de la relatividad fue tan rápido, completo y tan carismáticamente extraño que buena parte de su prehistoria desapareció. Con “carismáticamente extraño” me refiero a cómo los conceptos de la relatividad general penetraron en el imaginario colectivo: la “cuarta dimensión”, el “espacio curvado” o la “dilatación temporal”, por no mencionar la idea de que el espacio-tiempo tiene una forma concreta. Con un lenguaje tan grandilocuente, impreciso y evocador puede ser difícil conservar los detalles cruciales de un descubrimiento.
A.L.: Urbain Le Verrier contribuyó al descubrimiento de Neptuno, pero cometió un error garrafal al creer que existía Vulcano. ¿No teme que ahora solamente se le recuerde por sus errores?
T.L.: Quiero enfatizar que la mayoría de lo que hizo Le Verrier sobre el problema de Mercurio no estaba del todo equivocado. El tambaleo que identificó en la órbita de Mercurio es real. Sus cálculos fueron obra de un verdadero virtuoso. La hipótesis que planteó para explicar la trayectoria de Mercurio tenía sentido, dado el conocimiento del que disponía. Y decirle a las personas que buscaran una masa cuya gravedad pudiera afectar a la trayectoria de Mercurio era un paso lógico. Su único error fue estar demasiado dispuesto a aceptar los anuncios sobre el descubrimiento de Vulcano (que al final fueron inequívocamente erróneos). En cuanto a su reputación, Le Verrier aparece en los libros como el descubridor de Neptuno y tiene un catálogo impresionante de logros científicos. No creo que su prestigio esté en peligro.
A.L.: El astrónomo inglés John Flamsteed conocía el planeta Urano, aunque pensó que era una estrella y la catalogó como “34 Tauri”. Finalmente, William Herschel hizo el descubrimiento “oficial” del planeta. ¿Qué importancia tiene la historia en nuestra comprensión de la ciencia?
T.L.: La historia sirve a la ciencia (y a los científicos) de dos formas. La primera consiste en revelar reliquias de datos históricos que se han perdido o malinterpretado. Por ejemplo, el argumento de Halley de que el cometa de 1680 era un visitante recurrente de las inmediaciones de La Tierra impulsó el análisis de los registros históricos de anteriores observaciones de cometas. Sin embargo, el rol más importante de la historia como medio para integrar el conocimiento científico en una visión más amplia de la cultura humana es explicar el desarrollo de las preguntas científicas y las posibles líneas de investigación. He intentado examinar cómo han evolucionado las preguntas sobre los patrones reconocibles que organizan el universo. Esa evolución muestra algo de la naturaleza humana a través de una mirada atenta sobre lo que implica cambiar nuestras ideas más arraigadas acerca de las grandes preguntas.
A.L.: ¿Sabe si hay otros casos parecidos al de Vulcano? Estoy pensando en Plutón.
T.L.: Plutón es un regalo del cielo por la manera de obligarnos a reconocer que el sistema solar acoge un bestiario de objetos mucho más rico del que admitíamos hace solo unos años y por el comportamiento extraordinario de su sistema de satélites; se podría escribir todo un libro sobre las expectativas continuamente frustradas y el asombro que provoca este “planeta”. Creo que persisten muchos vacíos en la cosmología y en el resto de la ciencia. Es cada vez más complicado saber si somos propensos a malinterpretar de forma persistente las mediciones o ciertas observaciones anómalas. Si fuera jugador, apostaría a que nuestras ideas sobre el cerebro y la forma en que se produce el fenómeno que llamamos conciencia necesitan una profunda reconsideración. Cuando la hagamos, nos asombrará el tiempo que nos llevó ver con nitidez lo que llevábamos observando durante mucho tiempo. En todo caso, esa es solamente una suposición.
A.L.: ¿A qué dedica su tiempo después de haber desempolvado la historia de Vulcano?
T.L.: Estoy trabajando en el proyecto que mi editor esperaba que escribiera cuando les presenté En busca de Vulcano. Se titula provisionalmente Dinero a cambio de nada. Vuelvo a mi escenario favorito, finales del siglo XVII y principios del XVIII, a la edad de la revolución científica y de su compañera, la revolución financiera británica. Estoy usando un acontecimiento señalado, la burbuja de los mares del Sur [que produjo el llamado crack de 1720], como una forma de acercarme a la visión del mundo científico, que sería capaz de transformar profundamente la experiencia humana, lo que incluía una revisión radical de nuestra idea de dinero. Es una historia sobre grandes ambiciones, comportamientos criminales e inmensos beneficios y pérdidas en cuestión de meses, es decir, sobre el nacimiento del capitalismo financiero moderno. Me encanta esta investigación.
A.L.: Le agradezco su exquisita curiosidad científica.
T.L.: Gracias a ti por mostrar interés en lo que fue para mí la historia perfecta. El planeta Vulcano nunca existió, pero eso no significa que no importara, o que no pueda decirnos algo relevante sobre los esfuerzos y fracasos humanos. Solo algunas veces triunfamos más allá de toda esperanza en la búsqueda de sentido del universo que habitamos.
11 de diciembre de 2015
Andrés Lomeña
Profesor del MIT y autor de En busca de Vulcano (The Hunt for Vulcan), la historia olvidada sobre Isaac Newton, Albert Einstein y la búsqueda de un planeta que nunca existió.
A.L.: ¿Por qué la historia de Vulcano es tan poco conocida?
T.L.: Creo que la breve y extraña vida del planeta Vulcano apenas se recuerda porque acabó de forma fulminante a manos de uno de los iconos de la ciencia del siglo XX. El triunfo de la teoría general de la relatividad fue tan rápido, completo y tan carismáticamente extraño que buena parte de su prehistoria desapareció. Con “carismáticamente extraño” me refiero a cómo los conceptos de la relatividad general penetraron en el imaginario colectivo: la “cuarta dimensión”, el “espacio curvado” o la “dilatación temporal”, por no mencionar la idea de que el espacio-tiempo tiene una forma concreta. Con un lenguaje tan grandilocuente, impreciso y evocador puede ser difícil conservar los detalles cruciales de un descubrimiento.
A.L.: Urbain Le Verrier contribuyó al descubrimiento de Neptuno, pero cometió un error garrafal al creer que existía Vulcano. ¿No teme que ahora solamente se le recuerde por sus errores?
T.L.: Quiero enfatizar que la mayoría de lo que hizo Le Verrier sobre el problema de Mercurio no estaba del todo equivocado. El tambaleo que identificó en la órbita de Mercurio es real. Sus cálculos fueron obra de un verdadero virtuoso. La hipótesis que planteó para explicar la trayectoria de Mercurio tenía sentido, dado el conocimiento del que disponía. Y decirle a las personas que buscaran una masa cuya gravedad pudiera afectar a la trayectoria de Mercurio era un paso lógico. Su único error fue estar demasiado dispuesto a aceptar los anuncios sobre el descubrimiento de Vulcano (que al final fueron inequívocamente erróneos). En cuanto a su reputación, Le Verrier aparece en los libros como el descubridor de Neptuno y tiene un catálogo impresionante de logros científicos. No creo que su prestigio esté en peligro.
A.L.: El astrónomo inglés John Flamsteed conocía el planeta Urano, aunque pensó que era una estrella y la catalogó como “34 Tauri”. Finalmente, William Herschel hizo el descubrimiento “oficial” del planeta. ¿Qué importancia tiene la historia en nuestra comprensión de la ciencia?
T.L.: La historia sirve a la ciencia (y a los científicos) de dos formas. La primera consiste en revelar reliquias de datos históricos que se han perdido o malinterpretado. Por ejemplo, el argumento de Halley de que el cometa de 1680 era un visitante recurrente de las inmediaciones de La Tierra impulsó el análisis de los registros históricos de anteriores observaciones de cometas. Sin embargo, el rol más importante de la historia como medio para integrar el conocimiento científico en una visión más amplia de la cultura humana es explicar el desarrollo de las preguntas científicas y las posibles líneas de investigación. He intentado examinar cómo han evolucionado las preguntas sobre los patrones reconocibles que organizan el universo. Esa evolución muestra algo de la naturaleza humana a través de una mirada atenta sobre lo que implica cambiar nuestras ideas más arraigadas acerca de las grandes preguntas.
A.L.: ¿Sabe si hay otros casos parecidos al de Vulcano? Estoy pensando en Plutón.
T.L.: Plutón es un regalo del cielo por la manera de obligarnos a reconocer que el sistema solar acoge un bestiario de objetos mucho más rico del que admitíamos hace solo unos años y por el comportamiento extraordinario de su sistema de satélites; se podría escribir todo un libro sobre las expectativas continuamente frustradas y el asombro que provoca este “planeta”. Creo que persisten muchos vacíos en la cosmología y en el resto de la ciencia. Es cada vez más complicado saber si somos propensos a malinterpretar de forma persistente las mediciones o ciertas observaciones anómalas. Si fuera jugador, apostaría a que nuestras ideas sobre el cerebro y la forma en que se produce el fenómeno que llamamos conciencia necesitan una profunda reconsideración. Cuando la hagamos, nos asombrará el tiempo que nos llevó ver con nitidez lo que llevábamos observando durante mucho tiempo. En todo caso, esa es solamente una suposición.
A.L.: ¿A qué dedica su tiempo después de haber desempolvado la historia de Vulcano?
T.L.: Estoy trabajando en el proyecto que mi editor esperaba que escribiera cuando les presenté En busca de Vulcano. Se titula provisionalmente Dinero a cambio de nada. Vuelvo a mi escenario favorito, finales del siglo XVII y principios del XVIII, a la edad de la revolución científica y de su compañera, la revolución financiera británica. Estoy usando un acontecimiento señalado, la burbuja de los mares del Sur [que produjo el llamado crack de 1720], como una forma de acercarme a la visión del mundo científico, que sería capaz de transformar profundamente la experiencia humana, lo que incluía una revisión radical de nuestra idea de dinero. Es una historia sobre grandes ambiciones, comportamientos criminales e inmensos beneficios y pérdidas en cuestión de meses, es decir, sobre el nacimiento del capitalismo financiero moderno. Me encanta esta investigación.
A.L.: Le agradezco su exquisita curiosidad científica.
T.L.: Gracias a ti por mostrar interés en lo que fue para mí la historia perfecta. El planeta Vulcano nunca existió, pero eso no significa que no importara, o que no pueda decirnos algo relevante sobre los esfuerzos y fracasos humanos. Solo algunas veces triunfamos más allá de toda esperanza en la búsqueda de sentido del universo que habitamos.
11 de diciembre de 2015
Andrés Lomeña
jueves, 5 de noviembre de 2015
ENTREVISTA CON JIM AL-KHALILI Y JOHNJOE MCFADDEN
La vida en el abismo, o el advenimiento de la era de la biología cuántica.
ENTREVISTA CON JIM AL-KHALILI Y JOHNJOE MCFADDEN
A.L.: Su libro Life on the Edge: The Coming of Age of Quantum Biology es muy interesante y verdaderamente exigente. ¿Cómo llegaron a interesarse por un tema tan inexplorado como la biología cuántica? En 2012 celebraron un encuentro en la Universidad de Surrey.
J.AL-K.: Nuestro interés en este campo es bastante anterior a las jornadas en Surrey, y más aún para Johnjoe que para mí. JJ vino al departamento de física a dar un seminario sobre una idea que tenía acerca de un posible vínculo entre la mecánica cuántica y un cierto tipo de mutación en las bacterias. Eso fue en 1997. Me intrigó mucho y empezamos a compartir ideas. Desde entonces hemos seguido teniendo conversaciones informales sobre la materia. De hecho, publicamos un artículo sobre aquella idea en 1999, pero solamente empezamos a tomárnosla en serio hace cinco años, cuando el resto del mundo comenzó a mostrar interés.
J.MCF.: Lo único que añadiría es que, después de nuestro artículo de 1999, empecé a estar convencido de que la mecánica cuántica era fundamental para la biología, de manera que escribí el libro Quantum Evolution, publicado en el año 2000.
A.L.: Parece que en muchas reacciones enzimáticas se podría dar el fenómeno del tunelado cuántico. Además, la fotosíntesis y algunos comportamientos animales podrían estar relacionados con algunos aspectos muy específicos de la física cuántica. ¿Todo esto es una simple cuestión teórica o hay alguna aplicación en el horizonte?
J.AL-K.: Por el momento, resulta maravilloso pensar que La Vida ha encontrado una forma de utilizar la extrañeza del mundo cuántico en su propio beneficio. Estamos en la fase de investigación básica. Encontrar aplicaciones no es tan interesante porque ahora mismo solamente queremos saber más, pero quién sabe en el futuro: puede ser que podamos imitar los trucos del mundo natural, ya sea consiguiendo energía solar mediante la fotosíntesis o sintiendo los campos magnéticos de la tierra. Aún queda para eso.
J.MCF.: Los tecnólogos cuánticos están intentando aprender de la biología para desarrollar dispositivos cuánticos (como los ordenadores cuánticos) que funcionen a temperatura ambiente.
A.L.: No saben si el tunelado cuántico está implicado en el olfato, pero se antoja como la única explicación para describir cómo las proteínas detectan vibraciones en las moléculas del olor. ¿Hay algún otro sentido en el que pueda estar implicada la física cuántica?
J.AL-K.: Dejaré esta pregunta a JJ.
J.MCF.: Sospecho que la vista podría ser intrínsecamente cuántica, ya que la recepción primaria es la captura de un fotón de luz.
A.L.: ¿Cómo se las apaña la vida para usar el comportamiento cuántico y mantener a raya la decoherencia? ¿Por qué la vida necesitaría la física cuántica?
J.AL-K.: Aún no hay una respuesta a la primera pregunta y es, de hecho, un área muy activa de investigación. Parece que el “ruido” ambiental encontrado dentro de los sistemas vivos actúa para mantener la coherencia cuántica y no para destruirla. El grupo de investigación alemán de la universidad de Ulm liderado por Martin Plenio está trabajando en esta dirección. La respuesta a la segunda pregunta es sencilla: la física cuántica no es distinta de cualquier otra área de la física o la química. La vida siempre intenta obtener alguna ventaja: ser más eficiente, ser más efectiva utilizando las leyes de la naturaleza. Eso es lo que nos ha enseñado la evolución darwinista a través de la selección natural. Si un proceso puede hacerse de forma más eficiente usando los trucos del mundo cuántico, la vida se encargará de ello.
J.MCF.: Claro. Para mí tampoco es nada sorprendente.
A.L.: No parecen tomarse las ideas sobre la conciencia de Penrose y Hameroff demasiado en serio. Hameroff llega a decir que el alma podría sobrevivir en el mundo cuántico...
J.AL-K.: Creo que los puntos de vista de Hameroff sobre el origen cuántico de la conciencia y otras ideas tan exóticas como pseudocientíficas son el motivo por el que nos distanciamos de ellas. Espero que quede bien claro por qué pensamos que su teoría de los microtúbulos es errónea y en diversas ocasiones advertimos contra la mecánica cuántica como una excusa para absurdas ideas de corte new age. Ninguno de nosotros es religioso, así que no tenemos la necesidad de explicar cosas como el alma.
J.MCF.: Estoy con Jim. La conciencia sigue siendo un misterio para la ciencia, pero la teoría de los microtúbulos no ayuda a explicarla. Creo que el campo electromagnético del cerebro es probablemente el lugar donde se da la conciencia, pero no precisa de la mecánica cuántica para funcionar.
A.L.: ¿Cuáles son los desafíos actuales de la biología cuántica?
J.AL-K.: Creo que el desafío principal es hallar formas de probar algunas de las teorías en experimentos de laboratorio. Las técnicas espectroscópicas están volviéndose muy sofisticadas, pero aún resulta increíblemente complicado estudiar fenómenos específicos en los sistemas vivos y separarlos de los miles de procesos bioquímicos que tienen lugar al mismo tiempo. Puede que encontremos otros mecanismos que descansan sobre la mecánica cuántica. El mayor desafío tiene que ver con comprender cómo la vida puede mantener la coherencia cuántica durante escalas de tiempo biológicas.
J.MCF.: Creo que la mecánica cuántica contiene la clave de la vida, pero esto solamente se probará cuando la biología sintética incorpore la biología cuántica para, quizás, construir vida sintética real a partir de la materia inanimada.
A.L.: ¿Esperan dar con algo completamente inesperado?
J.AL-K.: Eso sería especular demasiado. Nuestro campo de estudio ya se ve con demasiada incredulidad en ciertos lugares, así que lo que debemos hacer es centrarnos en la comprobación experimental de nuestras ideas.
J.MCF.: Sí, tal y como dice Jim, en este momento plantear hipótesis exóticas en física sería bastante perjudicial para nosotros.
5 de noviembre de 2015
Andrés Lomeña
ENTREVISTA CON JIM AL-KHALILI Y JOHNJOE MCFADDEN
A.L.: Su libro Life on the Edge: The Coming of Age of Quantum Biology es muy interesante y verdaderamente exigente. ¿Cómo llegaron a interesarse por un tema tan inexplorado como la biología cuántica? En 2012 celebraron un encuentro en la Universidad de Surrey.
J.AL-K.: Nuestro interés en este campo es bastante anterior a las jornadas en Surrey, y más aún para Johnjoe que para mí. JJ vino al departamento de física a dar un seminario sobre una idea que tenía acerca de un posible vínculo entre la mecánica cuántica y un cierto tipo de mutación en las bacterias. Eso fue en 1997. Me intrigó mucho y empezamos a compartir ideas. Desde entonces hemos seguido teniendo conversaciones informales sobre la materia. De hecho, publicamos un artículo sobre aquella idea en 1999, pero solamente empezamos a tomárnosla en serio hace cinco años, cuando el resto del mundo comenzó a mostrar interés.
J.MCF.: Lo único que añadiría es que, después de nuestro artículo de 1999, empecé a estar convencido de que la mecánica cuántica era fundamental para la biología, de manera que escribí el libro Quantum Evolution, publicado en el año 2000.
A.L.: Parece que en muchas reacciones enzimáticas se podría dar el fenómeno del tunelado cuántico. Además, la fotosíntesis y algunos comportamientos animales podrían estar relacionados con algunos aspectos muy específicos de la física cuántica. ¿Todo esto es una simple cuestión teórica o hay alguna aplicación en el horizonte?
J.AL-K.: Por el momento, resulta maravilloso pensar que La Vida ha encontrado una forma de utilizar la extrañeza del mundo cuántico en su propio beneficio. Estamos en la fase de investigación básica. Encontrar aplicaciones no es tan interesante porque ahora mismo solamente queremos saber más, pero quién sabe en el futuro: puede ser que podamos imitar los trucos del mundo natural, ya sea consiguiendo energía solar mediante la fotosíntesis o sintiendo los campos magnéticos de la tierra. Aún queda para eso.
J.MCF.: Los tecnólogos cuánticos están intentando aprender de la biología para desarrollar dispositivos cuánticos (como los ordenadores cuánticos) que funcionen a temperatura ambiente.
A.L.: No saben si el tunelado cuántico está implicado en el olfato, pero se antoja como la única explicación para describir cómo las proteínas detectan vibraciones en las moléculas del olor. ¿Hay algún otro sentido en el que pueda estar implicada la física cuántica?
J.AL-K.: Dejaré esta pregunta a JJ.
J.MCF.: Sospecho que la vista podría ser intrínsecamente cuántica, ya que la recepción primaria es la captura de un fotón de luz.
A.L.: ¿Cómo se las apaña la vida para usar el comportamiento cuántico y mantener a raya la decoherencia? ¿Por qué la vida necesitaría la física cuántica?
J.AL-K.: Aún no hay una respuesta a la primera pregunta y es, de hecho, un área muy activa de investigación. Parece que el “ruido” ambiental encontrado dentro de los sistemas vivos actúa para mantener la coherencia cuántica y no para destruirla. El grupo de investigación alemán de la universidad de Ulm liderado por Martin Plenio está trabajando en esta dirección. La respuesta a la segunda pregunta es sencilla: la física cuántica no es distinta de cualquier otra área de la física o la química. La vida siempre intenta obtener alguna ventaja: ser más eficiente, ser más efectiva utilizando las leyes de la naturaleza. Eso es lo que nos ha enseñado la evolución darwinista a través de la selección natural. Si un proceso puede hacerse de forma más eficiente usando los trucos del mundo cuántico, la vida se encargará de ello.
J.MCF.: Claro. Para mí tampoco es nada sorprendente.
A.L.: No parecen tomarse las ideas sobre la conciencia de Penrose y Hameroff demasiado en serio. Hameroff llega a decir que el alma podría sobrevivir en el mundo cuántico...
J.AL-K.: Creo que los puntos de vista de Hameroff sobre el origen cuántico de la conciencia y otras ideas tan exóticas como pseudocientíficas son el motivo por el que nos distanciamos de ellas. Espero que quede bien claro por qué pensamos que su teoría de los microtúbulos es errónea y en diversas ocasiones advertimos contra la mecánica cuántica como una excusa para absurdas ideas de corte new age. Ninguno de nosotros es religioso, así que no tenemos la necesidad de explicar cosas como el alma.
J.MCF.: Estoy con Jim. La conciencia sigue siendo un misterio para la ciencia, pero la teoría de los microtúbulos no ayuda a explicarla. Creo que el campo electromagnético del cerebro es probablemente el lugar donde se da la conciencia, pero no precisa de la mecánica cuántica para funcionar.
A.L.: ¿Cuáles son los desafíos actuales de la biología cuántica?
J.AL-K.: Creo que el desafío principal es hallar formas de probar algunas de las teorías en experimentos de laboratorio. Las técnicas espectroscópicas están volviéndose muy sofisticadas, pero aún resulta increíblemente complicado estudiar fenómenos específicos en los sistemas vivos y separarlos de los miles de procesos bioquímicos que tienen lugar al mismo tiempo. Puede que encontremos otros mecanismos que descansan sobre la mecánica cuántica. El mayor desafío tiene que ver con comprender cómo la vida puede mantener la coherencia cuántica durante escalas de tiempo biológicas.
J.MCF.: Creo que la mecánica cuántica contiene la clave de la vida, pero esto solamente se probará cuando la biología sintética incorpore la biología cuántica para, quizás, construir vida sintética real a partir de la materia inanimada.
A.L.: ¿Esperan dar con algo completamente inesperado?
J.AL-K.: Eso sería especular demasiado. Nuestro campo de estudio ya se ve con demasiada incredulidad en ciertos lugares, así que lo que debemos hacer es centrarnos en la comprobación experimental de nuestras ideas.
J.MCF.: Sí, tal y como dice Jim, en este momento plantear hipótesis exóticas en física sería bastante perjudicial para nosotros.
5 de noviembre de 2015
Andrés Lomeña
viernes, 25 de septiembre de 2015
ENTREVISTA CON MARTIN WILLIS
Relaciones entre literatura y ciencia.
ENTREVISTA CON MARTIN WILLIS
ANDRÉS LOMEÑA: Usted ha explicado que autores como E.T.A. Hoffmann y Auguste Villiers de L´Isle-Adam contribuyeron al entendimiento de la cultura científica del siglo diecinueve. Asimismo, cree que el canon de la ciencia-ficción ha aplicado categorías recientes (“ciencia-ficción”, sin ir más lejos) a novelas que se publicaron antes de que existieran esas categorías. En cierto modo, es como si exhumara un objeto enterrado bajo varias capas analíticas. ¿Qué encontró al final de su investigación?
MARTIN WILLIS: En realidad, en mis dos últimos libros, incluyendo el estudio sobre la ciencia-ficción al que te refieres, mi aspiración ha sido la de interrogar y revelar las relaciones ocultas entre literatura y ciencia. Como crítico, esto significa que debemos investigar la historia de la ciencia tanto como el texto literario. De hecho, creo que mantener el equilibrio es esencial si quieres comprender adecuadamente las influencias culturales que ha producido y recibido la ciencia. Aunque este proyecto de investigación general sigue en marcha, al final de mi libro sobre la ciencia-ficción descubrí lo inmersas que estaban las novelas de ciencia-ficción decimonónicas en las ciencias de su tiempo. Es evidente que escritores como Hoffmann en Alemania o L´Isle-Adam en Francia no habrían pensado que estaban haciendo ciencia-ficción. Esa categoría aún no existía. Se veían, más bien, como cronistas de los nuevos desarrollos de su tiempo y evaluaban el impacto potencial que esto tendría sobre la vida humana. Creo que ese es uno de los grandes logros de la ficción: se puede experimentar con desarrollos científicos en contextos (ficticios) del mundo real.
A.L.: La literatura y la ciencia cooperaron a la hora de determinar los principios de la sociedad del siglo diecinueve, así que la gran bifurcación entre ficción y hechos no debió ser tan abismal.
M.W.: Creo que las dos culturas, que ven la ciencia y las humanidades como dos esferas separadas que ignoran lo que la otra hace, puede ser un nombre inapropiado. La ciencia y las humanidades (ciencia y literatura) siempre han dialogado. Es decir, nunca hubo una bifurcación: las definiciones de “hecho” y de “ficción” siempre han sido rebatidas y nunca han sido fijadas fácilmente dentro de disciplinas particulares. En mi propia obra he tratado de evidenciar eso, incluso en aspectos donde creemos que ciencia y literatura pueden estar muy alejadas. Al hacer esto no creo que esté inspirado por ningún paradigma científico como la teoría del caos ni nada por el estilo. Mi atención se mantiene en el lenguaje y la escritura. Diría que desde que la ciencia y la literatura existen como herramientas comunicativas (gracias a la escritura, por ejemplo), resulta más útil mirar atentamente en esa escritura.
A.L.: Su libro aboga por la interdisciplinariedad. Barri Gold hace lo mismo en su obra ThermoPoetics. ¿Se está logrando el sueño de la práctica interdisciplinaria?
M.W.: Conozco y admiro la obra de Barri y es verdad que compartimos un objetivo común al buscar investigaciones que sean interdisciplinarias. Tienes razón al sugerir que esa práctica puede llegar a ser complicada. Ya es difícil estar al día en tu propio campo como para tener que aprender otro hasta el punto de sentir que tienes el suficiente dominio para decir algo interesante al respecto. Sin embargo, ese es el truco del trabajo interdisciplinario: tienes que equilibrar dos campos, como por ejemplo la ficción gótica victoriana y la comprensión médica de las enfermedades infecciosas. Hay que transportar el suficiente conocimiento de un lado a otro como para decir algo nuevo sobre cada uno de los campos y sobre las relaciones que mantienen entre sí. En realidad, estás haciendo tres cosas y eso puede ser muy exigente. El hecho de que haya una vibrante comunidad de académicos trabajando en esta dirección muestra que tiene sentido intentarlo y también que hemos tenido un éxito moderado. No obstante, queda mucho por hacer para que alcancemos un entendimiento completo sobre las relaciones entre literatura y ciencia, así como para comprender los efectos que su interconexión ha tenido sobre la cultura humana.
A.L.: En su libro habla de mesmeristas, monstruos y máquinas. ¿Añadiría ahora alguna categoría nueva?
M.W.: Las categorías que usé fueron útiles para traer a colación una serie de ejemplos, pero no tenían pretensiones totalizadoras. En el libro que escribí tras Mesmerists, Monsters and Machines dejé de pensar a través de categorías materiales y me volqué en algo más conceptual: la visión. Esa fue una categoría útil que me ayudó a pensar acerca de cómo la literatura y la ciencia tienen cosas interesantes que decir sobre la mirada, que es un modo esencial de relacionarnos con el mundo. Es muy difícil saber si ahora la literatura y la ciencia se conectan de formas diferentes. Mi inclinación sería decir que están vinculadas de manera inevitable; esas nuevas formas habrán evolucionado con el tiempo y sus raíces pueden rastrearse en el siglo diecinueve (el periodo en el que soy experto), y probablemente mucho antes.
A.L.: Me parece que Solar de Ian McEwan es un buen ejemplo de novela que trata sobre la ciencia.
M.W.: Sí. Puede que Solar hable de un tema relativamente reciente como es el cambio climático, pero sus preocupaciones (el rol de los científicos, la ética, las aplicaciones comerciales, las tecnologías, etcétera) eran preocupaciones del siglo diecinueve también.
A.L.: Para terminar, háblenos de su próximo trabajo.
M.W.: Mi nuevo estudio se centra en la medicina, pero es ante todo una continuación y extensión del trabajo que ya he hice con anterioridad. Trata sobre las representaciones de las enfermedades en la ficción del siglo diecinueve y vuelvo a mirar en una variedad de escritos de toda Europa (en textos franceses, para ser exactos), pero soy más explícito políticamente hablando de lo que he sido nunca. Estoy intentando responder a la reciente disminución de las humanidades por ser consideradas como algo irrelevante o que carece de valor de uso. Esa idea es de una tremenda ignorancia respecto al valor de la literatura, la historia o la filosofía, y necesita ser refutada. Mostrar ejemplos de ese valor de uso me parece una tarea valiosa.
25 de septiembre de 2015
ENTREVISTA CON MARTIN WILLIS
ANDRÉS LOMEÑA: Usted ha explicado que autores como E.T.A. Hoffmann y Auguste Villiers de L´Isle-Adam contribuyeron al entendimiento de la cultura científica del siglo diecinueve. Asimismo, cree que el canon de la ciencia-ficción ha aplicado categorías recientes (“ciencia-ficción”, sin ir más lejos) a novelas que se publicaron antes de que existieran esas categorías. En cierto modo, es como si exhumara un objeto enterrado bajo varias capas analíticas. ¿Qué encontró al final de su investigación?
MARTIN WILLIS: En realidad, en mis dos últimos libros, incluyendo el estudio sobre la ciencia-ficción al que te refieres, mi aspiración ha sido la de interrogar y revelar las relaciones ocultas entre literatura y ciencia. Como crítico, esto significa que debemos investigar la historia de la ciencia tanto como el texto literario. De hecho, creo que mantener el equilibrio es esencial si quieres comprender adecuadamente las influencias culturales que ha producido y recibido la ciencia. Aunque este proyecto de investigación general sigue en marcha, al final de mi libro sobre la ciencia-ficción descubrí lo inmersas que estaban las novelas de ciencia-ficción decimonónicas en las ciencias de su tiempo. Es evidente que escritores como Hoffmann en Alemania o L´Isle-Adam en Francia no habrían pensado que estaban haciendo ciencia-ficción. Esa categoría aún no existía. Se veían, más bien, como cronistas de los nuevos desarrollos de su tiempo y evaluaban el impacto potencial que esto tendría sobre la vida humana. Creo que ese es uno de los grandes logros de la ficción: se puede experimentar con desarrollos científicos en contextos (ficticios) del mundo real.
A.L.: La literatura y la ciencia cooperaron a la hora de determinar los principios de la sociedad del siglo diecinueve, así que la gran bifurcación entre ficción y hechos no debió ser tan abismal.
M.W.: Creo que las dos culturas, que ven la ciencia y las humanidades como dos esferas separadas que ignoran lo que la otra hace, puede ser un nombre inapropiado. La ciencia y las humanidades (ciencia y literatura) siempre han dialogado. Es decir, nunca hubo una bifurcación: las definiciones de “hecho” y de “ficción” siempre han sido rebatidas y nunca han sido fijadas fácilmente dentro de disciplinas particulares. En mi propia obra he tratado de evidenciar eso, incluso en aspectos donde creemos que ciencia y literatura pueden estar muy alejadas. Al hacer esto no creo que esté inspirado por ningún paradigma científico como la teoría del caos ni nada por el estilo. Mi atención se mantiene en el lenguaje y la escritura. Diría que desde que la ciencia y la literatura existen como herramientas comunicativas (gracias a la escritura, por ejemplo), resulta más útil mirar atentamente en esa escritura.
A.L.: Su libro aboga por la interdisciplinariedad. Barri Gold hace lo mismo en su obra ThermoPoetics. ¿Se está logrando el sueño de la práctica interdisciplinaria?
M.W.: Conozco y admiro la obra de Barri y es verdad que compartimos un objetivo común al buscar investigaciones que sean interdisciplinarias. Tienes razón al sugerir que esa práctica puede llegar a ser complicada. Ya es difícil estar al día en tu propio campo como para tener que aprender otro hasta el punto de sentir que tienes el suficiente dominio para decir algo interesante al respecto. Sin embargo, ese es el truco del trabajo interdisciplinario: tienes que equilibrar dos campos, como por ejemplo la ficción gótica victoriana y la comprensión médica de las enfermedades infecciosas. Hay que transportar el suficiente conocimiento de un lado a otro como para decir algo nuevo sobre cada uno de los campos y sobre las relaciones que mantienen entre sí. En realidad, estás haciendo tres cosas y eso puede ser muy exigente. El hecho de que haya una vibrante comunidad de académicos trabajando en esta dirección muestra que tiene sentido intentarlo y también que hemos tenido un éxito moderado. No obstante, queda mucho por hacer para que alcancemos un entendimiento completo sobre las relaciones entre literatura y ciencia, así como para comprender los efectos que su interconexión ha tenido sobre la cultura humana.
A.L.: En su libro habla de mesmeristas, monstruos y máquinas. ¿Añadiría ahora alguna categoría nueva?
M.W.: Las categorías que usé fueron útiles para traer a colación una serie de ejemplos, pero no tenían pretensiones totalizadoras. En el libro que escribí tras Mesmerists, Monsters and Machines dejé de pensar a través de categorías materiales y me volqué en algo más conceptual: la visión. Esa fue una categoría útil que me ayudó a pensar acerca de cómo la literatura y la ciencia tienen cosas interesantes que decir sobre la mirada, que es un modo esencial de relacionarnos con el mundo. Es muy difícil saber si ahora la literatura y la ciencia se conectan de formas diferentes. Mi inclinación sería decir que están vinculadas de manera inevitable; esas nuevas formas habrán evolucionado con el tiempo y sus raíces pueden rastrearse en el siglo diecinueve (el periodo en el que soy experto), y probablemente mucho antes.
A.L.: Me parece que Solar de Ian McEwan es un buen ejemplo de novela que trata sobre la ciencia.
M.W.: Sí. Puede que Solar hable de un tema relativamente reciente como es el cambio climático, pero sus preocupaciones (el rol de los científicos, la ética, las aplicaciones comerciales, las tecnologías, etcétera) eran preocupaciones del siglo diecinueve también.
A.L.: Para terminar, háblenos de su próximo trabajo.
M.W.: Mi nuevo estudio se centra en la medicina, pero es ante todo una continuación y extensión del trabajo que ya he hice con anterioridad. Trata sobre las representaciones de las enfermedades en la ficción del siglo diecinueve y vuelvo a mirar en una variedad de escritos de toda Europa (en textos franceses, para ser exactos), pero soy más explícito políticamente hablando de lo que he sido nunca. Estoy intentando responder a la reciente disminución de las humanidades por ser consideradas como algo irrelevante o que carece de valor de uso. Esa idea es de una tremenda ignorancia respecto al valor de la literatura, la historia o la filosofía, y necesita ser refutada. Mostrar ejemplos de ese valor de uso me parece una tarea valiosa.
25 de septiembre de 2015
miércoles, 23 de septiembre de 2015
ENTREVISTA CON THAD ROBERTS
El autor de Einstein´s Intuition nos habla sobre su teoría del todo.
ENTREVISTA CON THAD ROBERTS
ANDRÉS LOMEÑA: Su teoría del espacio cuántico postula que el vacío sería algo “cuantizado”. Sugiere que el espacio-tiempo está hecho de partículas discretas que interaccionan. ¿Qué es exactamente ese “cuanto” y qué estructura tiene ese sustrato primordial?
THAD ROBERTS: Si el vacío es un superfluido [estado físico de la materia caracterizado por la ausencia total de viscosidad; este fenómeno físico se puede dar a temperaturas cercanas al cero absoluto], entonces su estructura no es estática, sino que irá cambiando con el tiempo. Los cambios de estado del espacio (las distorsiones que se propagan a través del medio, los tipos de distribución de densidad y el modo en que fluye el fluido) dan lugar a las fuerzas de la naturaleza porque representan fugas respecto a la noción euclídea de espacio. Por ejemplo, la divergencia en el flujo del vacío (que existe donde hay un flujo hacia dentro o hacia fuera) sería responsable de los campos eléctricos, los bucles en el vacío (flujo circular) serían responsables de los campos magnéticos y los gradientes de densidad introducirían la curvatura del vacío y causarían efectos gravitacionales. Una vez que asumimos que el sustrato primordial es una colección de cuantos que interactúan elásticamente y se comportan colectivamente como un superfluido, las partículas fundamentales de la materia se vuelven “sonones” [vórtices cuantizados] primarios en ese superfluido (piensa en vórtices estables o en “anillos de humo”) y están naturalmente restringidos a valores cuantizados.
A.L.: El espacio-tiempo ya no sería el vacío en el que queda suspendida la materia. Habría un fondo “superespacial” donde el espacio-tiempo se comporta como un fluido. Así, ese fondo superespacial sería una especie de nuevo vacío, ¿no es así?
T.R.: Sabemos que para unificar la relatividad con la mecánica cuántica, es decir, para superar ambas teorías y obtener un conocimiento más profundo de la singularidad de la naturaleza, tenemos que construir lo que los físicos llaman una teoría con una base independiente. Entender el vacío como un superfluido captura de forma natural esta condición, pero en realidad todo es un poco más sofisticado. En lugar de prescindir del vacío real o de aquello que está a un nivel más allá del vacío, este modelo propone una estructura fractal para el vacío que disuelve la noción de un fondo definitivo: el vacío estaría compuesto por partes cuantizadas, y de forma similar, esas partes y el medio en el que están hechas esas partes también estarían compuestas por partes cuantizadas, y así hasta el infinito.
A.L.: ¿Cuál es el principal problema para visualizar el universo en nuestra mente?
T.R.: La principal dificultad en la comprensión de cualquier paradigma nuevo consiste en abandonar el antiguo. Es habitual que los conceptos en ciencia resulten complicados si contradicen lo que nosotros ya creemos sobre el mundo. Explicar conceptos científicos avanzados tiene que ver menos con enseñar a alguien unas matemáticas complejas que con animarles a desafiar sus creencias sobre la realidad. Cuando exploramos diferentes conjeturas sobre el mundo, encontramos que algunas perspectivas contienen efectos que son paradojas en otros puntos de vista. Así es como reducimos el espacio de posibilidades y alcanzamos un mejor entendimiento de la naturaleza. Cuanto más nos acercamos a la naturaleza tal y como es, más elementales se vuelven los conceptos avanzados.
Mi técnica para enseñar a las mentes curiosas cómo explorar los misterios de la física es empezar a identificar las suposiciones que tienen los estudiantes. Luego les ayudo a explorar diferentes conjeturas. Por ejemplo, la mayoría de las personas imagina el espacio como un campo liso de vacío. Es decir, si les pido que imaginen el universo, pero que eliminen toda la materia, la luz y todo lo demás que está fuera de ese espacio, aún imaginan algo que es idéntico en todos los lugares a todas las escalas. Cuando sostenemos esa imagen del espacio, las cuatro fuerzas, la dualidad onda-partícula, la materia oscura o la energía oscura son misterios necesariamente desconcertantes. Sin embargo, si nos atrevemos a alterar esas suposiciones sobre la naturaleza del espacio, nos encontramos con un modelo que nos da un acceso intuitivo a todos esos efectos. Para cumplir esa tarea, el profesor tiene que escuchar cuidadosamente a los estudiantes y les permitirá que exploren más allá de los confines de su visión del mundo.
A.L.: Para comprender la curvatura del espacio-tiempo bastaría con entender los gradientes de densidad: un agujero negro representaría el límite máximo de densidad en la fase de vacío. ¿Es correcto decir que en este modelo los agujeros de gusano macroscópicos no existen? ¿Depende todo de la distribución de los cuantos?
T.R.: La distribución de los cuantos determina el estado de vacío. Este estado evoluciona de forma determinista de acuerdo con la ecuación de Schrödinger. Eso es todo cuanto hay para pillar la dinámica. Las distribuciones específicas de los cuantos corresponden a propiedades que hemos nombrado. Por ejemplo, una región donde los cuantos están todos comprimidos al máximo sería un agujero negro, mientras que las regiones con vórtices pequeños y estables serían partículas fundamentales de la materia, y los fonones [cuasipartículas o modos cuantizados vibratorios] que se propagan por el vacío serían paquetes de luz. Los agujeros de gusano se definen como las regiones vacías entre puntos distantes del espacio, rutas de vacío del espacio cuantizado. Esa naturaleza cuantizada del vacío garantiza la aparición de esos agujeros de gusano en escalas microscópicas, pero también ofrece la posibilidad de agujeros de gusano más grandes que son asintóticamente más pequeños a medida que ampliamos la escala. En resumen, todo depende de la distribución de los cuantos, una vez que está fijada y determinada la dinámica.
A.L.: ¿Hay alguna filosofía o ética más allá de sus explicaciones sobre física?
T.R.: Filosóficamente defiendo el realismo científico, ya que como científico (y como individuo que aspira a mejorar su propia condición humana) me siento atraído por los objetivos metafísicos más ambiciosos. Por razones similares, en el ámbito de la moral defiendo una ética del cuidado porque tiene para sí misma un propósito mucho más elevado que algunas tradiciones históricamente cortas de miras, como las éticas de la justicia.
A.L.: Garrett Lisi ha elogiado su libro y él ha intentado desarrollar una teoría geométrica del todo. ¿Son compatibles sus teorías?
T.R.: Mi objetivo es la gran unificación, mientras que Garrett está explorando simetrías que apuntan hacia una unificación geométrica de las partículas fundamentales de la materia. Tenemos una aspiración común: obtener una explicación geométrica de las leyes y la estructura observada en la naturaleza. En mi opinión, Garrett es exactamente el tipo de persona que la ciencia necesita. Mantiene un equilibrio saludable en su vida (amor, aventura, amistad), lo que le ayuda a expandir su empatía y le empuja constantemente a nuevos desafíos. Su ciencia se beneficia de todo esto.
A.L.: ¿Hay alguna cualidad que ayude a tener éxito como físico?
T.R.: Un científico con éxito es casi el opuesto conceptual de un hombre de negocios o de un político con éxito. Los empresarios y políticos alcanzan el éxito alineándose con el paradigma actual y lo defienden. Por el contrario, los científicos que han sido verdaderamente significativos para la historia tienden a socavar audazmente el paradigma de su tiempo, iniciando una transformación que ofrece un entendimiento del mundo más completo. Es una aventura realmente arriesgada, sobre todo cuando se comprueba que la mayoría de las nuevas ideas están equivocadas; no obstante, solo existe una oportunidad de acercarnos a la verdad cuando tenemos el coraje de explorar esas ideas. Los científicos de éxito transitan un sendero muy angosto. La ortodoxia siempre desdeña y ridiculiza las nuevas ideas, como pasó con la intuición de Benoît Mandelbrot de que hay sistemas en la naturaleza que están modelados como fractales, hasta que se vieron forzados a aceptarla. Mientras tanto, los verdaderos científicos son aventureros que defienden el derecho a que avance el pensamiento humano. Ser un científico de éxito requiere que no permitamos que los chismorreos se conviertan en el árbitro de la verdad. Creemos profundamente en la curiosidad y en la creatividad que anida en nuestro interior y seguimos avanzando hacia una perspectiva mejor. Esto también significa que permanecemos abiertos a la posibilidad de que cualquier idea nueva que exploramos sea incorrecta, pero nunca dejamos que eso obstaculice nuestro camino. La ciencia es el viaje de la intuición humana y requiere que lo arriesguemos todo para tener la oportunidad de expandir lo que significa ser humano.
23 de septiembre de 2015
Andrés Lomeña
ENTREVISTA CON THAD ROBERTS
ANDRÉS LOMEÑA: Su teoría del espacio cuántico postula que el vacío sería algo “cuantizado”. Sugiere que el espacio-tiempo está hecho de partículas discretas que interaccionan. ¿Qué es exactamente ese “cuanto” y qué estructura tiene ese sustrato primordial?
THAD ROBERTS: Si el vacío es un superfluido [estado físico de la materia caracterizado por la ausencia total de viscosidad; este fenómeno físico se puede dar a temperaturas cercanas al cero absoluto], entonces su estructura no es estática, sino que irá cambiando con el tiempo. Los cambios de estado del espacio (las distorsiones que se propagan a través del medio, los tipos de distribución de densidad y el modo en que fluye el fluido) dan lugar a las fuerzas de la naturaleza porque representan fugas respecto a la noción euclídea de espacio. Por ejemplo, la divergencia en el flujo del vacío (que existe donde hay un flujo hacia dentro o hacia fuera) sería responsable de los campos eléctricos, los bucles en el vacío (flujo circular) serían responsables de los campos magnéticos y los gradientes de densidad introducirían la curvatura del vacío y causarían efectos gravitacionales. Una vez que asumimos que el sustrato primordial es una colección de cuantos que interactúan elásticamente y se comportan colectivamente como un superfluido, las partículas fundamentales de la materia se vuelven “sonones” [vórtices cuantizados] primarios en ese superfluido (piensa en vórtices estables o en “anillos de humo”) y están naturalmente restringidos a valores cuantizados.
A.L.: El espacio-tiempo ya no sería el vacío en el que queda suspendida la materia. Habría un fondo “superespacial” donde el espacio-tiempo se comporta como un fluido. Así, ese fondo superespacial sería una especie de nuevo vacío, ¿no es así?
T.R.: Sabemos que para unificar la relatividad con la mecánica cuántica, es decir, para superar ambas teorías y obtener un conocimiento más profundo de la singularidad de la naturaleza, tenemos que construir lo que los físicos llaman una teoría con una base independiente. Entender el vacío como un superfluido captura de forma natural esta condición, pero en realidad todo es un poco más sofisticado. En lugar de prescindir del vacío real o de aquello que está a un nivel más allá del vacío, este modelo propone una estructura fractal para el vacío que disuelve la noción de un fondo definitivo: el vacío estaría compuesto por partes cuantizadas, y de forma similar, esas partes y el medio en el que están hechas esas partes también estarían compuestas por partes cuantizadas, y así hasta el infinito.
A.L.: ¿Cuál es el principal problema para visualizar el universo en nuestra mente?
T.R.: La principal dificultad en la comprensión de cualquier paradigma nuevo consiste en abandonar el antiguo. Es habitual que los conceptos en ciencia resulten complicados si contradicen lo que nosotros ya creemos sobre el mundo. Explicar conceptos científicos avanzados tiene que ver menos con enseñar a alguien unas matemáticas complejas que con animarles a desafiar sus creencias sobre la realidad. Cuando exploramos diferentes conjeturas sobre el mundo, encontramos que algunas perspectivas contienen efectos que son paradojas en otros puntos de vista. Así es como reducimos el espacio de posibilidades y alcanzamos un mejor entendimiento de la naturaleza. Cuanto más nos acercamos a la naturaleza tal y como es, más elementales se vuelven los conceptos avanzados.
Mi técnica para enseñar a las mentes curiosas cómo explorar los misterios de la física es empezar a identificar las suposiciones que tienen los estudiantes. Luego les ayudo a explorar diferentes conjeturas. Por ejemplo, la mayoría de las personas imagina el espacio como un campo liso de vacío. Es decir, si les pido que imaginen el universo, pero que eliminen toda la materia, la luz y todo lo demás que está fuera de ese espacio, aún imaginan algo que es idéntico en todos los lugares a todas las escalas. Cuando sostenemos esa imagen del espacio, las cuatro fuerzas, la dualidad onda-partícula, la materia oscura o la energía oscura son misterios necesariamente desconcertantes. Sin embargo, si nos atrevemos a alterar esas suposiciones sobre la naturaleza del espacio, nos encontramos con un modelo que nos da un acceso intuitivo a todos esos efectos. Para cumplir esa tarea, el profesor tiene que escuchar cuidadosamente a los estudiantes y les permitirá que exploren más allá de los confines de su visión del mundo.
A.L.: Para comprender la curvatura del espacio-tiempo bastaría con entender los gradientes de densidad: un agujero negro representaría el límite máximo de densidad en la fase de vacío. ¿Es correcto decir que en este modelo los agujeros de gusano macroscópicos no existen? ¿Depende todo de la distribución de los cuantos?
T.R.: La distribución de los cuantos determina el estado de vacío. Este estado evoluciona de forma determinista de acuerdo con la ecuación de Schrödinger. Eso es todo cuanto hay para pillar la dinámica. Las distribuciones específicas de los cuantos corresponden a propiedades que hemos nombrado. Por ejemplo, una región donde los cuantos están todos comprimidos al máximo sería un agujero negro, mientras que las regiones con vórtices pequeños y estables serían partículas fundamentales de la materia, y los fonones [cuasipartículas o modos cuantizados vibratorios] que se propagan por el vacío serían paquetes de luz. Los agujeros de gusano se definen como las regiones vacías entre puntos distantes del espacio, rutas de vacío del espacio cuantizado. Esa naturaleza cuantizada del vacío garantiza la aparición de esos agujeros de gusano en escalas microscópicas, pero también ofrece la posibilidad de agujeros de gusano más grandes que son asintóticamente más pequeños a medida que ampliamos la escala. En resumen, todo depende de la distribución de los cuantos, una vez que está fijada y determinada la dinámica.
A.L.: ¿Hay alguna filosofía o ética más allá de sus explicaciones sobre física?
T.R.: Filosóficamente defiendo el realismo científico, ya que como científico (y como individuo que aspira a mejorar su propia condición humana) me siento atraído por los objetivos metafísicos más ambiciosos. Por razones similares, en el ámbito de la moral defiendo una ética del cuidado porque tiene para sí misma un propósito mucho más elevado que algunas tradiciones históricamente cortas de miras, como las éticas de la justicia.
A.L.: Garrett Lisi ha elogiado su libro y él ha intentado desarrollar una teoría geométrica del todo. ¿Son compatibles sus teorías?
T.R.: Mi objetivo es la gran unificación, mientras que Garrett está explorando simetrías que apuntan hacia una unificación geométrica de las partículas fundamentales de la materia. Tenemos una aspiración común: obtener una explicación geométrica de las leyes y la estructura observada en la naturaleza. En mi opinión, Garrett es exactamente el tipo de persona que la ciencia necesita. Mantiene un equilibrio saludable en su vida (amor, aventura, amistad), lo que le ayuda a expandir su empatía y le empuja constantemente a nuevos desafíos. Su ciencia se beneficia de todo esto.
A.L.: ¿Hay alguna cualidad que ayude a tener éxito como físico?
T.R.: Un científico con éxito es casi el opuesto conceptual de un hombre de negocios o de un político con éxito. Los empresarios y políticos alcanzan el éxito alineándose con el paradigma actual y lo defienden. Por el contrario, los científicos que han sido verdaderamente significativos para la historia tienden a socavar audazmente el paradigma de su tiempo, iniciando una transformación que ofrece un entendimiento del mundo más completo. Es una aventura realmente arriesgada, sobre todo cuando se comprueba que la mayoría de las nuevas ideas están equivocadas; no obstante, solo existe una oportunidad de acercarnos a la verdad cuando tenemos el coraje de explorar esas ideas. Los científicos de éxito transitan un sendero muy angosto. La ortodoxia siempre desdeña y ridiculiza las nuevas ideas, como pasó con la intuición de Benoît Mandelbrot de que hay sistemas en la naturaleza que están modelados como fractales, hasta que se vieron forzados a aceptarla. Mientras tanto, los verdaderos científicos son aventureros que defienden el derecho a que avance el pensamiento humano. Ser un científico de éxito requiere que no permitamos que los chismorreos se conviertan en el árbitro de la verdad. Creemos profundamente en la curiosidad y en la creatividad que anida en nuestro interior y seguimos avanzando hacia una perspectiva mejor. Esto también significa que permanecemos abiertos a la posibilidad de que cualquier idea nueva que exploramos sea incorrecta, pero nunca dejamos que eso obstaculice nuestro camino. La ciencia es el viaje de la intuición humana y requiere que lo arriesguemos todo para tener la oportunidad de expandir lo que significa ser humano.
23 de septiembre de 2015
Andrés Lomeña
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